Desde hace 13 años acompaña al presidente Luis Lacalle Pou en Aire Fresco, el sector que iniciaron juntos. Hoy es secretario de Presidencia y uno de los principales defensores del gobierno. Álvaro Delgado es además el nombre que más suena dentro del Partido Nacional para candidato y, aunque no se reconoce como el heredero, se presenta como la continuidad del cambio iniciado en 2020. Dice que 2023 es un año bisagra y habrá que poner el pie en el acelerador.
¿Qué importancia tiene este año para el gobierno?, ¿hay que concretar lo prometido en campaña electoral
Para mí es el año donde hay que poner el pie en el acelerador, sobre todo porque fue un gobierno muy condicionado los primeros dos años. Entre que los proyectos se arman, se ejecutan, y la gente los percibe lleva un tiempo; además tenés todas las garantías del Estado, con lo cual todo eso se enlenteció por la pandemia. Nosotros tuvimos que recalcular, esa es la palabra.
Hoy estamos en la postpandemia; gracias al buen manejo que se hizo, podemos decir que es una situación casi liberada y los rebrotes que puedan venir son mucho menos mortales. Este año es bisagra porque hay que consolidar proyectos que empezaron durante la pandemia y aterrizarlos vía la Comap (Comisión de Aplicación de la Ley de Inversiones), donde hemos alcanzado una cantidad récord de iniciativas: casi 3.000.
¿Cuáles son esos proyectos a concretar?
Este gobierno va a pasar a la historia por dedicarse a hacer. Esto se basa en el crecimiento, que tiene que ver con responsabilidad fiscal porque no subimos impuestos y seguramente haya una rebaja impositiva a partir del 1° de marzo, en el IRPF y el IASS. Y el desarrollo va de la mano del crecimiento, porque terminamos un año donde crecimos cerca del 5,2%, por encima de la media regional y del mundo, y con una regla fiscal que se cumplió y eso hace 15 años que no pasaba. Además, bajó el desempleo, tenemos más empleo que en el 2019 y que el 2018.
Hay cuatro proyectos que son históricos y hablan de la valentía del gobierno: un fideicomiso con US$ 490 millones para el plan que estamos coordinando en Presidencia con Vivienda para relocalizar a casi 70.000 uruguayos que viven en asentamientos, se licitan obras de saneamiento por US$ 280 millones en 61 localidades, se destinan US$ 240 millones para Arazatí como fuente alternativa al sistema metropolitano de abastecimiento del agua y además hay US$ 3.300 millones de obra pública.
¿En materia económica cuál es el principal desafío para el gobierno?
Gran parte de las cosas que pudimos hacer es porque cumplimos el rumbo que tuvimos bien marcado desde el principio y fuimos cuidadosos en materia fiscal, sin retacear. El concepto es gasto público de calidad, por ejemplo, el Fondo Covid. Hoy el desafío más importante es seguir apostando a la eficiencia de las empresas públicas, al mercado de capitales para que las sociedades anónimas de las empresas públicas puedan trabajar en el mercado de capitales con captación de ahorro nacional.
Y el otro tema es la inflación: hoy tenemos una presión inflacionaria que por la guerra de Ucrania la tiene el mundo, de todos modos, terminamos con una inflación menor que la que muchos esperaban y esperemos que se consolide la tendencia para el año que viene. Bajamos el déficit casi a la mitad y tenemos un crecimiento que nos permite dar señales de confianza económica, confianza en las reglas de juego y sobre todo rumbo.
El gobierno está a punto de hacer una reforma jubilatoria, ¿cuánto incidirá en el voto?
Es valiente en el tercer año de gobierno encarar una reforma como esta, que de todas maneras es justa, solidaria y será popular, porque hay compensaciones para los que tienen jubilaciones menores. ¿Cuánto pesa cuando la gente decida el voto? Es un intangible, estamos a un año y pico de las elecciones, pero además también es un tema de confianza, porque vamos a decir que esto lo reclamaban todos los partidos, pero ninguno se animó por miedo al costo político.
Prometimos en campaña y somos consecuentes, porque esto nos da espalda para volver a pedirle la confianza a la gente. Con la transformación educativa lo mismo, lo que pasa que va a tener efecto ya este año seguramente con las horas docentes y con la descentralización en zonas de contexto crítico.
En materia de política exterior, el gobierno apostó a un TLC con China que no se termina de concretar y tiene resistencias. Por otro lado, se apunta a una flexibilización del Mercosur que tampoco parece viable. ¿Los objetivos fueron demasiado ambiciosos?
Los TLC son procesos engorrosos y con China mucho más, pero a diferencia de lo que pasó con la Unión Europea, que hace 22 años lo estamos intentando- con China vino una delegación, hay un cronograma de trabajo e hicimos estudios de factibilidad e intercambiamos todas las listas positivas y negativas. Ojalá avancemos juntos en el Mercosur; si no, entendemos que tenemos el derecho y la potestad de avanzar en algunos acuerdos comerciales para abrirnos al mundo.
En conclusión, ¿no es ambicioso lo trazado?
No, lo veo como necesario.
Sin contar la pandemia, ¿cuál fue el día más difícil que le tocó afrontar como secretario de Presidencia?
La pandemia me llevó dos tercios del tiempo hasta ahora. (Piensa) El momento de mayor presión fue cuando se pedía la cuarentena obligatoria y la conferencia más difícil fue anunciar el primer muerto por la pandemia. (Piensa) La experiencia de gobernar es intransferible y nosotros aprendimos a gobernar arriba de un tsunami. Eso te endurece un poquito el cuero.
¿Cómo es la relación con el presidente?
Muy buena, jugamos de memoria. Es de mucha confianza personal y política. Cuando eso pasa, las cosas son mucho más fáciles.
¿Qué autocrítica hace el gobierno en relación a la baja en aprobación que marcan las encuestas?
Generalmente a la mitad del período, en todos los gobiernos, se marca el peor momento de aprobación, porque estás en un proceso de que se concreten cosas y la gente no las terminó de percibir. Estábamos mal acostumbrados, porque el manejo de la pandemia hizo que el presidente tuviera una aprobación por encima que cualquier otro.
Más allá de algunos errores, hoy el gobierno sigue teniendo más popularidad a mitad de gobierno que en las administraciones anteriores. Con lo cual, en lugar de ver un vaso medio vacío lo veo medio lleno, soy bastante optimista en lo que se viene, en este acelerador del que hablaba y en la conclusión de obras.
¿Qué debería cambiar la coalición para el 2024 para poder mantener el gobierno?
Primero, hay un aprendizaje, porque es una coalición que hubo que hacerla rápido. Todos en la coalición hoy te dicen que vino para quedarse, que no existe la lógica de que a un partido le vaya bien si al gobierno le va mal. Si le va mal, permea en toda la coalición, entonces somos conscientes de que seguro tendremos que tener una mayor coordinación sin dejar de marcar los perfiles o matices de cada partido.
¿Preocupa la cercanía de Cabildo con el Frente Amplio (FA) en algunos temas?
No, creo que son temas puntuales. Si algo tiene Cabildo es la voluntad de que este proceso no termine con Lacalle Pou presidente, sino que empiece con él.
Hacia afuera, Lacalle, Mujica y Sanguinetti fueron juntos a Brasil a dar una imagen de unidad, mientras que adentro el gobierno dice que las críticas del Frente Amplio no son constructivas. ¿El problema pasa por los nuevos liderazgos en el FA?
Lacalle Pou hizo para afuera lo que nos tiene acostumbrados Uruguay y que no empezó con él. Las críticas afuera no se hacen y eso es parte del activo que tiene Uruguay como país, independientemente del gobierno y eso nos diferencia en el mundo. Eso habla bien de Lacalle Pou invitando y de Mujica y Sanguinetti aceptando ir y fue el comentario de la asunción de Lula. Creo que el Frente hoy no tiene los liderazgos de peso que tenía antes, que lo que daban eran encuadres, había liderazgos de contención que arreglaban con las diferentes barras y había un respeto dentro del Frente. Eso se fue perdiendo. Hay liderazgos más incipientes, que vienen de otros mecanismos y compiten todo el tiempo por quién es más radical, quién grita más fuerte y quién se opone más para ver quién es el líder.
Estamos llegando al ridículo de que se oponen a todas las cosas, todo el tiempo. Llegamos al 10 de enero, una temporada que pintaba iba a ser muy buena, y había gente que lo ponía en duda: el presidente del FA, Fernando Pereira. No está bueno el mensaje, porque es el sector que más sufrió la pandemia. Por eso yo salí a decir hay que ser más uruguayos en esto: no es natural que durante cinco años no haya una acción que sea compartible.
¿Cuándo renunciará para ser candidato presidencial?
Salí electo senador y renuncié al Senado porque acordamos con Luis trabajar en este rol, que no es igual que los otros secretarios de Presidencia; hay mucho más de coordinación de todas las políticas públicas. Esto y la pandemia dan mucha visibilidad, entonces muchos hacen el silogismo y lo aterrizan en una candidatura. Más allá de que varios se han manifestado públicamente a favor de que yo sea candidato, a todos les digo a mediados de año empiezo a hablar del tema. Si mañana se diera esta posibilidad, la principal carta de presentación es haber sido parte de un gobierno que hizo bien las cosas.
En la interna se dice que es el caballo del comisario, porque corre con ventaja por sobre los otros candidatos de la coalición.
¿Con ventaja por qué?
Porque está en el partido más grande y es el que tiene más visibilidad.
Eso no es ser el caballo del comisario, estoy en el Partido Nacional desde hace años y mucho más tiempo fui oposición que gobierno. Así que caballo de comisario no. Lo que puede ser, si se da (la candidatura), es ser quien más representa al gobierno.
Se habla de no apresurar las candidaturas, pero Laura Raffo y la vicepresidenta Beatriz Argimón estánrecorriendo el país. ¿Se apresuran?
Para mí que el Partido Nacional corra, que haya muchas opciones y que esté bien abierto, siempre es sano.
¿Está dispuesto a compartir fórmula con Argimón o Raffo?
Tiempo al tiempo.
¿Se siente como el heredero de Lacalle?
No, creo que cada uno tiene personalidad propia. Formo parte de la continuidad de lo que hizo Lacalle, no es la herencia, es la continuidad de un proceso. Pero no es igual, la continuidad supone que el gobierno es una base, pero después hay improntas personales y hay ideas nuevas porque la gente espera cosas nuevas. Que tengo que ver con la continuidad, sí, pero no soy el heredero.