Su documento nacional de identidad dice Nicole Becker, pero todo el mundo la conoce como la chica que habla del cambio climático. De hecho, así se presenta Nicki Becker en su perfil de Instagram, donde tiene unos 40.000 seguidores. Estudiante de Derecho ambiental en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y una de las fundadoras de la organización Jóvenes por el Clima, Nicki habla, comunica, explica y debate sobre todos los temas relacionados con esta problemática, y se explaya con fluidez y naturalidad acerca de cuestiones como el negacionismo climático, el dengue, las olas de calor que persisten o por qué a todos los ciudadanos del planeta debería importarles el futuro de los Parques Nacionales.
En una entrevista en el Forbes Sostenibilidad Summit, Nicki conversó con el periodista de Forbes Agustín Jamele y analizó la importancia del trabajo que debe hacerse para reducir el impacto ambiental, y contó los inicios de la organización Jóvenes por el Clima. Es un movimiento juvenil que nació en 2019, cuando la figura de Greta Thunberg [la activista medioambiental sueca que enfoca sus acciones en los riesgos planteados por el calentamiento global] empezó a crecer y comenzó a hacer ruido en todo el mundo -recuerda la joven-. Estábamos con unos amigos y comenzamos a ver videos por las redes, no solo de Greta, sino de muchos jóvenes que convocaban a la primera movilización por el cambio climático. Acá en Argentina no había aún una organización ni una mirada más aguda sobre esta situación, como en Europa. Y eso fue un clic. Un poco por curiosidad y otro poco por bronca de estar fuera de algo tan importante comenzamos a convocar también nosotros a una marcha y casi sin darnos cuenta se creó Jóvenes por el Clima.
Nicki cuenta que, hasta ese momento, su participación estaba más vinculada con otros temas sociales, pero lo ambiental era visto como algo más superficial en Argentina. En realidad son cosas que nos afectan todos los días y en todo el mundo. Y un poco con esta idea surge Jóvenes por el Clima, para visibilizar una problemática que es parte del día a día y no de un problema lejano y a futuro, señala. No tenían demasiadas esperanzas, confiesa, del poder de convocatoria que podían tener apenas surgió la organización: Creíamos que, con suerte, a esa primera marcha podrían venir unas 50 personas y aún así íbamos a estar felices, pero llegaron más de 5.000 y fue un hito fundacional que nos dio mucha empuje. Casi sin darnos cuenta habíamos creado una ONG con participación a nivel nacional.
¿Cuáles son hoy los reclamos que hacen los jóvenes? Hablar de los jóvenes en general es algo más complejo, pero los que estamos involucrados en esto nos basamos en una evidencia científica heredada, de la que no fuimos parte pero que nos afecta. Nos enfocamos, entonces, en lo que tenemos que hacer ahora para garantizar a nuestra generación y a las que vendrán que las olas de calor, las epidemias de dengue y las inundaciones no serán más vistas como algo normal. Cuando hablamos de cambio climático en Argentina, tenemos un rol importante en las cosas que tenemos que dejar de hacer, como la energía que viene de los combustibles fósiles, pero también tenemos que poner el foco en lo que debemos impulsar para generar el cambio, como las energías renovables.
Con muchos desafíos por delante, y en medio de tanta evidencia científica, también hay discursos paradójicos, como el negacionismo, donde algunos insisten en que la crisis no existe y que todo se debe a los ciclos climáticos de la Tierra. Ante este planteo, Nicki argumenta: Hasta hace poco tiempo, hablar de cambio climático en Argentina no era algo controversial, a diferencia de lo que ocurría en EE.UU. o Brasil. Ahora, cuando me presento, pienso dos veces en la persona que tengo enfrente. Hay muchos intereses de fondo y se normalizó la violencia en los debates. Si hace 40 años alguien no creía en el cambio climático y sus consecuencias podría respaldarse en la falta de evidencia científica. Pero ahora el consenso es internacional. No se trata de una cuestión de derecha o izquierda, es una problemática sobre la que habla China, reconoce el FMI y plantea Arabia Saudita. No es una cuestión ideológica. Debatir si existe o no es algo vintage, casi marginal.
Con respecto a las leyes y las normativas que hacen de la materia un foco de discusión en ámbitos educativos, la activista considera que en el país hay espacios para debatir y construir a futuro, pero que se necesita una mayor formación de los docentes, los abogados y académicos. Todos los sectores deben involucrarse, desde un maestro hasta el CEO de una empresa. Tenemos una muy buena ley de educación ambiental pero los docentes no están capacitados. También la ley Yolanda [que tiene como objetivo garantizar la formación integral en ambiente, con perspectiva de desarrollo sostenible y con especial énfasis en cambio climático para las personas que se desempeñan en la función pública], pero lo que falla es la falta de efectividad en su aplicación, aseguró.
Como parte de su objetivo en su tarea de comunicar, se vale de las redes sociales de forma diaria y considera que se convirtieron en un medio de comunicación clave. Estoy acá gracias a la posibilidad de haber visto un video en las redes que me cambió la cabeza. A veces, luchamos en nuestro país por una cuestión de prioridades y pareciera que antes que el cambio climático hay otros problemas, como la economía. Pero la sequía que nos afectó el año pasado tuvo un impacto económico tremendo. Y las redes son una herramienta para poder explicar y contar las cosas. No tengo que esperar que un medio grande y tradicional me llame. Tenemos nuestro propio canal para hacerlo. Y un dato interesante es que, según una encuesta, al 91% de los argentinos le preocupa la cuestión ambiental. Por eso, tenemos que corrernos del eje que por haber votado a una persona que dice que todo es una mentira tenemos que creer lo mismo. Mucha gente no lo votó [a Javier Milei] por eso. Es un tema que a la mayoría le preocupa mucho a pesar de eso, precisamente.
¿Cómo se comunica sobre el cambio climático con esperanza? Me parece casi tan peligroso como el negacionismo ese concepto instalado de que 'ya no hay nada para hacer'. ¿Entonces nos quedamos de brazos cruzados y esperamos que los años pasen y que todo explote? Es una idea muy peligrosa, y los que comunicamos sobre el cambio climático tenemos esa responsabilidad. Cuando nos llaman para hablar de temas como el dengue o la ola de calor, hay que aprovechar la oportunidad para neutralizar la mala noticia con la chance de un horizonte más esperanzador. Hay muchas cosas por hacer para mejorar el futuro.