Uruguay no está terminado, dice Pablo Casacuberta, escritor, director de cine, artista visual y director de GEN. Hay que seguir desarrollándolo", asegura. Desde su perspectiva, la idea del desarrollo como objetivo colectivo debería ser parte de los ejes de la educación.
Se hace un énfasis muy grande y muy bueno en generar personas que tengan una capacidad de comprender su rol social, pero no se les presenta a los chiquilines ´mirá que acá estamos para inventar un país´. Eso es lo primero. Y lo segundo es tratar de trasladar eso mismo a los tomadores de decisiones. Entender que la estabilidad es una herramienta, pero no es el fin. El fin es la felicidad general, para lo cual necesitas innovar, dijo durante la primera edición de Forbes Reinventando Uruguay Summit.
El artista dijo que si bien hace años que Uruguay tiene en marcha un modelo de agregación de valor a través del conocimiento, este no siempre se corresponde con el volumen de inversión o el volumen de conexión entre privados, públicos e instituciones. En esta línea destacó, por ejemplo, que de los 16 Institut Pasteur que hay en el mundo, el segundo en volumen de producción científica es el de nuestro país.
Uruguay está al borde de pasar a tener una posición increíble en el mercado internacional y, sin embargo, uno no ha logrado ver cómo eso insufla de entusiasmo al público o hace que públicos y privados visualicen este momento como muy augural, donde todos tendríamos que estar superatentos a lo que está pasando en términos científicos, consideró.
Los puntos de dolor
Un obstáculo para el desarrollo del país que Casacuberta detectó, es contraintuitivo para un país donde en general se considera: Somos pocos y nos conocemos. La gente no sabe qué están haciendo los demás", opinó el experto.
Un problema que tenemos los uruguayos, completamente opuesto a la demografía exigua que tenemos, es que hay una dificultad muy grande de sentarnos y conocernos. Es decir, para hacer un arqueo de qué es lo que hay. A menudo, las instituciones del Estado no saben todo lo que hay y lo mismo sucede con los tomadores de decisiones que tienen la mejor disposición, pero simplemente no conocen a las personas que están haciendo algo", expresó.
Una posible solución a esta problemática, dijo, es establecer contacto, tratar de evitar barreras ideológicas. Este es un país que por el momento viene zafando bastante bien del modelo de polarización que ha socavado la interacción social en Latinoamérica. "Vamos a darle entre todos, alentó.
Otro de los puntos de dolor que mencionó Casacuberta sí ha estado sobre la mesa en discusiones tanto del sector público como del privado: la fuga de cerebros.
Uno de los pequeños crímenes que el Uruguay va a tener que enmendar en la próxima década es que nosotros formamos niños desde la jardinera hasta la universidad y después los exportamos. Es decir, invertimos una cantidad insuficiente pero enorme al mismo tiempo en el desarrollo de personas cuyo potencial de innovación se efectúa en otro lado, dijo.
Con estos puntos de partida, el polifacético artista preguntó: Cómo hacemos que todo el espectro político ideológico de tomadores de decisiones públicos y privados hablen más, se sienten a la misma mesa y entiendan que el Uruguay se juega la vida en esto porque cada vez más la agregación de valor a través del conocimiento es lo que define estos procesos.
Enseguida redobló la apuesta y cuestionó: Y cómo hacemos para, en el proceso educativo, prolongar iniciativas como el (plan) Ceibal conectando mucho más el desarrollo educativo con innovación, desarrollos a nivel académico y espacios de investigación reales para estas personas de tal forma que no se tengan que ir.