Anne Bousquet es hoy una de las principales exponentes de la industria del vino en la Argentina. Líder de la bodega Domaine Bousquet, muestra con orgullo la impronta en vinos orgánicos que desde su origen, dieron a su producción.
Nacida en el seno de una familia francesa de tradición vitivinícola, tuvo una infancia rodeada de viñedos y cosechas y asegura que, a sus 10 años, ya tenía una buena dosis de vendimia y proceso de embotellado. “Más allá de la magia que puede tener trabajar en relación a la naturaleza, a mí no me gustaba. Recuerdo el estrés y la angustia de mi abuelo en la época de vendimia, que había que hacerla rápido antes de que comenzaran las lluvias porque se corría el riesgo de perder la cosecha. El clima en Francia es muy diferente al de Mendoza, donde la vendimia es una fiesta y se puede hacer tranquilamente en tres meses”, cuenta a Forbes.
Durante muchos años se negó a continuar con la tradición vitivinícola de su familia y apuntó a lo que más le gustaba, que son los números y se recibió como economista. Sin embargo, hubo un momento en que la misma vida la puso en una encrucijada: Jean, su papá, decidió adquirir unas hectáreas en Gualtallary, Mendoza, cuando todo eso era un desierto sin atractivos.
“Fue un visionario”, sostiene Anne ya que supo ver que ese era el lugar perfecto para la producción de vid. Luego de algunos años, su padre tentó primero a Labid Ameri, marido de Anne y luego a ella para que se animaran a comercializar la producción. Jean estaba en plena tarea de transformar 404 hectáreas que eran solo arena y piedras en un vergel, al plantar viñas que se desarrollaron desde su inicio de manera orgánica.
Tras un proceso interno que llevó varios años, Anne se sumó al proyecto de Mendoza. Hoy, reside en Miami pero mantiene un contacto fluido con la producción nacional. “Hoy somos la principal bodega productora y exportadora de la categoría “vino orgánico certificado” de Argentina”, reveló con orgullo en una charla con Forbes.
-Sos cuarta generación de bodegueros de apellido Bousquet. Sin embargo, en algún momento, no estuviste vinculada a esta actividad. ¿Qué te llevó a involucrarte con la empresa que tienen en Mendoza?
-Esa angustia y estrés que se vivía en las vendimias cuando yo era pequeña era algo que no deseaba para mi vida. Así que al momento de elegir mi camino profesional, como siempre me gustaron los números, rompí la tradición de tres generaciones y me inscribí en la Universidad de Toulouse donde me gradué en Economía. Luego realicé una Maestría en Economía, en la Universidad Estatal de St. Cloud, Minnesota, donde conocí a mi marido, Labid Al Ameri. En los '90, mi padre comenzó a viajar por la Argentina y se enamoró de Mendoza, su montaña y su clima. Así fue como vendió las propiedades en Francia y, en 1997, compró 404 hectáreas de lo que en ese momento era solo arena y piedras, para volver a empezar, plantando vides para desarrollar viñedos desde cero, en terrenos vírgenes en Gualtallary (Tupungato, Valle de Uco), en un lugar ideal para el cultivo de vides orgánicas. ¡Un visionario! Hoy Gualtallary es uno de los mejores terruños de Mendoza para la elaboración de vinos de Alta Gama.
-En 2005, con Labid nos estábamos mudando de Boston a Bruselas ya que me acababan de ascender en la compañía en la que trabajaba a cargo del análisis y proyecciones para la industria europea de envases de papel, y mi padre nos convocó para que lo ayudemos a vender la primera cosecha comercial de Domaine Bousquet. Ese es el comienzo de nuestra historia con lo que hoy es nuestra vida y pasión.
-Para ese entonces ¡jamás! habíamos vendido una botella de vino. Con Labid decidimos invertir -de nuestros ahorros personales- en el primer conteiner de Domaine Bousquet y almacenarlo en una bodega en Amberes, Bélgica. Fue una gran estrategia y una alternativa de bajo riesgo para los compradores porque podían adquirir solo 1 pallet (56 cajas), disponible de inmediato en Amberes, en lugar de tener que encargar un conteiner entero (1200 cajas) y esperar su llegada desde la Argentina. Cuatro años después, en 2009, nos estábamos mudando nuevamente. Esta vez de Bruselas a Tupungato, nuestra hija, Eva, tenía solo 1 año. Fue un shock.
-Dos años más tarde, mi padre se retiró; conservó 40 hectáreas y nos vendió la superficie restante, junto con la bodega, donde con Labid y mi hermano Guillaume, que vive en Burdeos y es el encargado de las ventas europeas de Domaine Bousquet, somos socios.
-De aquellos primeros pasos que dio tu papá en tierra virgen, se cumplen 25 años de agricultura orgánica certificada. Son una bodega comprometida con la sustentabilidad, de las pocas orgánicas desde su nacimiento. Más allá de la mirada ecológica, en tu condición de economista, ¿qué podés decir de los vinos orgánicos en el contexto mundial, sobre todo tras la pandemia?
-Creo que la pandemia fue un punto de inflexión en el que se ha despertado otra conciencia. Después de la pandemia se ve más demanda de productos orgánicos de parte de los consumidores. La pandemia también forzó a tomar más en serio las consecuencias del cambio climático. La industria del vino no puede quedar ajena a tomar medidas para cuidar el futuro. Nuestro granito de arena es ser sustentables en 360 grados. Somos la única bodega argentina en la que toda su producción es orgánica. Hay una visión, una pasión.
-Además, desde 2021 somos uno de los miembros fundadores de Sustainable Wine Roundtable (SWR), una coalición global formada por diferentes actores de la industria vitivinícola: bodegas, productores, distribuidores, minoristas, industrias auxiliares y comunicación. Estamos todos unidos para que el sector sea un líder en sustentabilidad a nivel mundial y así fortalecer la acción a medida que aumentan los desafíos y consecuencias en torno al cambio climático. Más allá del impacto ambiental, también es importante la sustentabilidad económica y pensar en el contexto social que rodea a cada organización. Siempre podemos ser más sustentables. No sólo en términos de medioambiente, también en términos socioeconómicos.
-Es por eso que desde 2015 somos Fair for Life Comercio justo y, desde 2018, For Life –Responsabilidad social –. Estas certificaciones promueven la sustentabilidad, las condiciones de trabajo justas, la transparencia y la mejora social en el lugar de trabajo. Además, a fines del año pasado, certificamos como Empresa B Corp, que significa que trabajamos por una sustentabilidad integral, es decir, apostamos a una economía sostenible para las personas y el medio ambiente realizando diferentes acciones que contribuyen a construir una nueva economía más justa, equitativa y regenerativa para las personas y el planeta. Y el consumidor tiene que saber que, si esta certificado, se esta haciendo.
-¿Qué significa para la bodega contar con certificación regenerativa?
-La viticultura regenerativa es un paso más en las mejoras hacia el medio ambiente y el cuidado de nuestro suelo. Si bien nosotros somos orgánicos desde siempre, o sea, nunca hemos utilizados productos de síntesis química en nuestros suelos, los mismos van sufriendo un desgaste en cada cosecha, perdiendo nutrientes, su mineralidad. Con la agricultura regenerativa estás recomponiendo, le estás devolviendo a la tierra su fertilidad natural, permitiendo albergar más vida.
-A mitad del año pasado obtuvimos la certificación Regenerative Organic Certified (ROC). Somos la primera (en ese momento la única) bodega argentina con el sello que otorga la Alianza Orgánica Regenerativa, y que nos certifica en tres áreas: salud del suelo y gestión de la tierra, bienestar animal y equidad entre agricultores y trabajadores. La entidad que otorga esta certificación tiene un lema muy motivante y que me apasiona: "Cultivar como si el mundo dependiera de ello".
Al respecto, ¿qué papel juegan la Ingeniera Agrónoma y Ambiental que es Coordinadora de Medio Ambiente y Gestión Biodinámica y el asesor en Compost que tiene la bodega?
-Siempre podemos ser más sustentables. Nuestra Coordinadora de Medioambiente y Gestión de Biodinámica es una de las grandes incorporaciones que hicimos en nuestro equipo. Se llama Irma Remigio, es Ingeniera Agrícola y Ambiental graduada en Brasil. Ella se ocupa del seguimiento y de generar proyectos que nos ayudan a cumplir los estrictos estándares que exigen nuestras certificadoras: las Buenas Prácticas Sustentables para los Objetivos de Desarrollo Sostenible que involucra varias dimensiones, como son Ambiente, Clientes, Trabajadores, Gobernabilidad, Proveedores y Comunidad. Además, Irma está a cargo de la gestión de las prácticas biodinámicas, porque nuestros viñedos también están certificados por la Fundación Demeter. La biodinámica es regenerativa, entre uno de sus principios.
Y es allí donde el compost tiene una relevancia fundamental, es la vida regenerativa de nuestro suelo y lo cuidamos tanto como al viñedo. Por eso, contamos con un Asesor en Compost que nos visita varias veces en al año. Se llama Bruno Follador, es brasileño y su trabajo es relevante en todo el mundo. Él nos viene guiando sobre los indicadores que hay que buscar en cuanto a insumos, temperaturas y humedades para nuestro compost. Nos asesora en la decisión de materiales, puntos olfativos… Irma es los ojos y oído de Bruno en la empresa, ella lleva toda la parte de manejo y coordinación del compost.
Solés decir que, para vos, el vino es emocional y que tiene mucho que ver el lugar y el momento en el que se degusta un vino. ¿Cuál es el criterio que usás a la hora de calificar un vino de tu bodega en el momento de sacarlo al mercado?
-El criterio va siempre de la mano del trabajo que se realiza en el viñedo para ese vino –el rendimiento por hectárea, la parcela del cual proviene la uva, la edad del viñedo-. Todo arranca en el viñedo. Continua en cada una de las decisiones que se toman durante la elaboración como la fermentación, crianza, tipo de barrica, tostado y uso de las mismas-.Todo eso es lo que influye al momento de calificar un vino al momento de sacarlo al mercado. El vino es emocional, sí. Pero reconozco la importancia de los puntajes como una herramienta de venta, sobre todo a la hora de abrir mercados en internacionales. El respaldo de una voz autorizada abre puertas.
-También, en nuestro caso, rescato que un buen puntaje o reconocimiento habla de que la calidad no va en detrimento de ser orgánico. Todo lo contrario, es un plus. Somos una bodega orgánica que elabora vinos cuya calidad está respaldada por reconocimientos de las principales publicaciones y críticos internacionales.
Actualmente la bodega es líder en producción vitivinícola orgánica y están a la vanguardia de exportaciones del segmento “Vinos Orgánicos” con presencia en más de 50 países. ¿A qué atribuís este fenómeno del interés cada vez mayor por los vinos orgánicos?
-A principios del 2000, cuando con Labid vimos en Estados Unidos lo que estaba pasando con Whole Foods (la cadena de supermercados que se especializa en alimentos naturales y orgánicos) entendimos que era una tendencia que iba a crecer. Hoy somos la principal bodega productora y exportadora de la categoría “vino orgánico certificado” de ls Argentina. Cuando uno está trabajando cerca de la tierra y ve desde el origen los problemas que está causando el cambio climático, sabe que la preocupación por la sustentabilidad en algún momento va a llegar. Desde la pandemia, en todos los países, vemos una aceleración en la demanda de orgánicos.
-Estamos viviendo momentos de cambios en el consumo, hacia productos más saludables, con un consumidor que se pregunta sobre los ingredientes, la procedencia y la forma en que fue elaborado, si se respeta a los animales, por ejemplo. Y los jóvenes son motor en este cambio, ellos se fijan en estas cosas. Es una generación que vive en un mundo diferente al mío de cuando tenía 20 años. Ellos son más conscientes de los problemas ambientales, vivieron la pandemia y se dan cuenta de que el clima es importante.
-En cuanto al vino, algo importante a destacar, es que en Argentina hay un prejuicio muy grande sobre la calidad del vino orgánico, esto no sucede en el resto del mundo. Domaine Bousquet ha demostrado al mundo, con importantes reconocimientos y puntajes internacionales, que elabora vino orgánico de Alta Gama, que puede compartir rankings con cualquier etiqueta de las principales regiones del Viejo y del Nuevo Mundo, ya sean de elaboración convencional u orgánica y sustentable, como la nuestra.
Uno de los planes es sostener a Domaine Bousquet como líder y como la bodega orgánica número uno en el mundo. ¿Cuáles son los proyectos en los que están trabajando a futuro en este sentido?
-En California, Burdeos, Australia, tienen más lluvia que Mendoza, y la humedad es el enemigo número uno de lo orgánico. Un terruño tan seco como el de Mendoza permite hacer orgánicos de forma más fácil. Entendimos eso, lo vimos como algo natural. No lo concebimos como una estrategia comercial, porque en ese momento, no había demanda de orgánicos. Fue un aporte al mundo y a lo largo de los años se fue dando la tendencia. En 2006–2007 entramos en Suecia, porque los países escandinavos son más adelantados. Allá hay un monopolio de Estado que maneja las compras a las bodegas y querían sumar orgánicos certificados. Participamos en licitaciones y ganamos. Creemos en eso y lo queremos hacer. Ofrecemos consistencia en la calidad, con buen precio. Y, además, es orgánico. En 2018 fuimos más allá, empezamos con la línea Virgen donde además de orgánicos, no agregamos sulfitos en todo el proceso. Los consumidores aprendieron y pidieron dar un paso más.
-Domaine Bousquet es una bodega orgánica, regenerativa, biodinámica, sustentable y sostenible. Lo enumero así porque es una progresión y siempre hay una nueva instancia superadora. Seguiremos, como desde el primer día, tras la búsqueda de calidad y de ser siempre más sustentables y vanguardistas al respecto. Como proyecto, estamos trabajando en alcanzar la huella de carbono neutral, por ejemplo.
¿Cómo es un día en tu vida, tanto en Miami como cuando te toca volver a la bodega? ¿Qué es lo que más te gusta de la Argentina?
-Tanto en Miami como en la bodega tengo una dedicación total a los equipos. Domaine Bousquet es una empresa muy dinámica y, tanto Labid como yo, estamos muy involucrados en el día a día. Ese es mi rol como CEO, coordinar y escuchar a los equipos. Tengo 190 hijos, así es como lo vivo. Somos conscientes que nuestro capital humano es central en nuestra empresa, que está en pleno crecimiento.
Un capítulo aparte es para tu marido, Labid Al Ameri, quien se dedicó a la comercialización y ahora tiene una línea con su apellido. ¿Cómo es la vida en pareja de dos personas que forman parte de una misma empresa?
Mi marido y yo somos un gran complemento. Labid es el mejor socio que puedo tener, porque la confianza es plena y somos muy complementarios. Ambos tenemos mucha pasión por la empresa, si bien lo personal y el trabajo se mezclan, somos buenos en lo que hacemos y nos hemos acostumbrado a trabajar juntos.