María José González: “Para que el hidrógeno funcione, tiene que ser sostenible”
La experta y asesora en la Unidad Ambiental en el Ministerio de Industria y Energía (MIEM) analizó la coyuntura en una nueva era para la matriz energética y habló sobre los desafíos que enfrenta la gestión de los residuos.

Tiene una larga trayectoria en el sector privado como consultora en economía circular, transición energética, producción más limpia, recuperación de residuos y cambio climático. Además, es la coordinadora del programa Hidrógeno Verde y asesora en la Unidad Ambiental en el Ministerio de Industria y Energía (MIEM). 

En entrevista con Forbes Uruguay, la ingeniería civil hidráulica ambiental, María José González, habló sobre cómo está encarando el país la nueva fase de transformación de la matriz energética, de por qué el camino del hidrogeno tiene que ser sí o sí sustentable, y los obstáculos que han frenado diversas iniciativas para aprovechar los residuos que generan los hogares y las empresas.

Uruguay tuvo un cambio muy significativo en su matriz energética en los últimos 15 años, pero hoy hay nuevos desafíos en el horizonte que exigen cosas nuevas. ¿Cómo estamos parados hoy?

Uruguay hizo una muy buena etapa de transición energética descarbonizado, o sea, pasando a energías renovables.

Hoy más del 90% de nuestra matriz es renovable y eso nos posiciona muy bien a nivel internacional como país. De hecho, somos segundos a nivel mundial en matriz no tradicional (eólica y solar) después de Dinamarca.

 

Además de la tradicional renovable que se tenía con la hidráulica, se incorporó la biomasa, que es el procesamiento de residuos agroindustriales como puede ser la cáscara de arroz, por ejemplo, que se utiliza para producir energía eléctrica. Entonces, cuando hablamos de transiciones en energía, ¿cuál es el objetivo? Ir hacia un consumo energético bajo en emisiones de gases de efecto invernadero.

Lo que está buscando el mundo es bajar las emisiones de gases. El sector energético es uno de los principales responsables de estas emisiones, entonces nosotros decimos que estamos muy bien en energía, pero nos queda el transporte y la industria.

¿Cómo es el perfil de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel local?

En Uruguay, el perfil de emisión más alto lo tiene la ganadería, luego viene el transporte. Ahora nos toca descarbonizar transporte e industria. Para ello, el Ministerio de Industria viene analizando todos los usos de electrificación directa. 

Por ejemplo, para calentar, en lugar de utilizar una garrafa a gas, apelar al aire acondicionado o, en lugar de vehículos a combustión, vehículos eléctricos porque podés enchufarlos a una red que ya es verde. Por eso hoy hay incentivos y es razonable el uso de vehículos eléctricos para usos intensivos (taxi, ómnibus, utilitarios).

Después está la evaluación a nivel particular que hace cada uno a la hora de pasarse a la movilidad eléctrica o no. 

Eso no es solo una tendencia de Uruguay sino del mundo. Ahora estamos dando pasos importantes en infraestructura con la instalación de cargadores rápidos para vehículos eléctricos en todo el país con un rol proactivo por parte de UTE. El otro pilar es seguir apelando a la política de eficiencia energética.

¿Cómo ingresa el hidrógeno verde en este nuevo diseño de la matriz para la movilidad?

Surge como una oportunidad para todo lo que es transporte pesado en el mercado doméstico, porque puedo tener otra alternativa para descarbonizar el transporte. Es decir, son vehículos eléctricos que en lugar de enchufarse a una red producen energía eléctrica dentro del propio vehículo con hidrógeno. 

Esto porque poner tantas baterías eléctricas en un vehículo de transporte pesado de larga distancia es un obstáculo y no es tan práctico. El hidrógeno es una solución que viene para descarbonizar los sectores donde es muy difícil abatir sus emisiones. 

Por ejemplo, una industria intensiva, que utiliza mucha energía, no es que la puedes electrificar porque el consumo energético es muy alto, entonces tenés que buscar otras alternativas.

Acá la producción de hidrógeno y derivados —a través de moléculas— puede ser utilizado luego como combustibles para el transporte marítimo o la aviación. Por eso la otra línea de trabajo fuerte es ver cómo Uruguay puede posicionarse en este mapa global de nuevos energéticos líquidos y gaseosos bajos en emisiones de gases de efecto invernadero.

 

El gobierno firmó en febrero un memorándum con la empresa HIF para la construcción de una planta de hidrógeno verde por US$ 6.000 millones en Paysandú. Han surgido algunas voces críticas sobre el consumo de agua dulce que demandaría este proyecto. ¿Cómo se monitorea desde el Estado este aspecto?

Respecto al consumo de agua, es bueno realizar algunas precisiones. Desde el momento que se diseño la hoja de ruta para el hidrógeno se dimensionaron todos los recursos naturales del país.

Los proyectos de hidrógeno en general, y este más grande en particular (por HIF), los volúmenes de agua que manejan son muy similares a otro tipo de consumo o tomas de otras industrias que hay en Uruguay. Es decir, no son demandas mucho mayores a las existentes. 

En el momento de medir el agua está y se puede utilizar como se hace con el riego, para las termas o para uso industrial. Además, el agua se puede embalsar, se puede extraer vía subterránea, se puede hacer una toma de un río. 

Todo está sobre la mesa para el hidrógeno verde, pero ninguno de los proyectos compromete el recurso agua para el país. La hoja de ruta maneja un potencial de uso de agua para los proyectos de hidrógeno que equivaldría a menos del 1% del agua que hoy Uruguay utiliza para riego o menos del 4% de los permisos de agua para consumo industrial. 

Cada proyecto de hidrógeno verde va a estar sometido a los controles de la Dinagua y deberá acreditar en cada caso cómo hará la gestión del recurso agua en cada ubicación.

Eventualmente los mercados también podrían exigir ciertas garantías ambientales antes de cerrar un contrato.

Cualquier empresa que quiera exportar hidrógeno va a tener que acreditar que es un producto sostenible porque, de lo contrario, no podrá colocar su producción en los mercados. 

Es importante aclarar que el desarrollo del hidrogeno está asociado a la complementación con el resto de las actividades productivas de Uruguay. Además, estamos ante un negocio que permitirá generar valor y empleo fuera de Montevideo. Y vuelvo a repetir: si el desarrollo del hidrógeno no es sostenible, no habrá hidrógeno.

El plan no es exportar hidrógeno porque es complicado y no tiene sentido desde el punto de vista logístico, sino un combustible verde con valor agregado. La idea es producir para un nicho como puede ser el transporte de aviación, marítimo, industrial o incluso para la producción de fertilizantes.

María José González, coordinadora del programa Hidrógeno Verde y asesora en la Unidad Ambiental en el Ministerio de Industria y Energía (MIEM). Foto: Leonardo Mainé.

Da la sensación de que Uruguay ha avanzado poco a la hora de reutilizar sus residuos industriales y domiciliarios pese a diversos intentos de actores públicos y privados. ¿Qué está fallando?

Es bueno diferenciar que tenemos varios tipos de residuos: industriales, neumáticos, aceites, construcción, domiciliarios, etc., porque cada uno tiene sus particularidades. 

A mi juicio hay tres elementos clave que han frenado un poco. El primero es un tema de costos. Todas las estrategias de valorización de residuos, sobre todo los urbanos de menor calidad, aunque se reciclen, composten, hay que pagar por el servicio. El valor que tienen no justifica una unidad de negocio acá y en el mundo. 

En Europa, las plantas que producen hidrógeno cobran por recibir los residuos. Los países más eficientes pagan por kg de residuos. Quién paga ese costo y cómo se transfiere es todo un tema. En los industriales es más sencillo porque quien lo genera tiene que buscar los mecanismos y existe una normativa al respecto. 

Otro elemento es el efecto Nimby (not in may backyard), es decir, todos quieren una solución para los residuos, pero no en mi patio trasero. Nadie quiere una planta de clasificación o reciclaje cerca de su casa o su zona. Ha pasado en Canelones con los recientes llamados para sitios de disposición donde los distintos vecinos protestan. Mover la biomasa en distancias largas no es negocio porque contiene mucha agua. 

Además, incluso en zonas alejadas de las ciudades, hay resistencia de las comunidades productivas a contar con sitios para el tratamiento de residuos. Trabajar bien esas resistencias es un desafío grande porque se han bloqueado varios proyectos.

¿Y el tercer elemento?

El otro aspecto es que para clasificar residuos necesitamos mucho compromiso de la población. 

Por más que hagamos inversión en tecnología, en plantas de clasificación, contenedores, supercamiones, si queremos que la basura sea más sostenible, requerimos una mayor clasificación en los orígenes y un mayor compromiso de la población a la hora de elegir los productos como de los generadores de los envases, nuestros productores, nuestras industrias, o los comercios con el tipo de bolsa que dan, por ejemplo.

La sociedad debe tener mayor conciencia y una mirada más sostenible sobre la generación de residuos y para ello se requiere educación permanente. Y también algo de carrot (zanahoria) y stick (garrote). 

Creo que el ejemplo de las bolsas en los comercios y los $ 4 lo demuestra bien por sus resultados positivos. Hemos avanzado con residuos, por más lento de lo deseado; esa es la realidad.

En Europa se están aplicando impuestos a los sectores intensivos en emisiones de CO2. ¿En Uruguay debería darse esa discusión?

Es una discusión y un debate que deberíamos darnos, aunque hoy no está en la agenda y no lo veo en esta campaña política en curso. 

En algún momento vamos a tener que darnos esa discusión. Por ejemplo, para poder exportar carne a Europa y para que no haya competencia desleal, vamos a tener que demostrar nuestras emisiones porque ellos les aplican a las empresas europeas impuestos al carbono. 

Por supuesto que podemos optar por otros mercados, pero la tendencia a 2040-2050 es ir hacia ahí, de penalizar las emisiones de carbono en materia energética e industrial. Si no las penalizás, siempre será más barato producir con fósiles. La producción verde o baja en emisiones es, por lo general, siempre más cara. 

En Uruguay, quizás una estrategia sería comenzar por sectores que son fuertes emisores y que su tipo de productos ingresan a los mercados ambientales más exigentes. Nunca iría por un impuesto transversal y general, sino por algo gradual y sectorial. Después habría que ver si el camino es penalizar al que emite CO2 o premiar al que no lo hace.

FOTOS: LEONARDO MAINÉ
 

*Este artículo fue publicado originalmente en Forbes UY del mes de Abril de 2024