Las claves de esta marca centenaria argentina para crecer en el país, a pesar de las crisis
Comandada por Diego Meischenguiser, Perramus emplea a 150 personas de forma directa, cuenta con 12 locales propios y 8 franquiciados (uno de ellos en Uruguay), y este año espera crecer 150% en facturación.

Tras dos generaciones dedicadas a ofrecer pilotos para hombres, Diego Meischenguiser es el actual dueño de Perramus, la marca de indumentaria creada a comienzos de la década del 20, coincidente con una época en la que nuestro país importaba una gabardina de lana pesada y resistente al agua procedente de la localidad galesa de Perram, ideal para confeccionar abrigos e impermeables. Hoy, este referente de la moda nacional está celebrando su centenario.

“Además de ser el fundador del histórico local ubicado en Sarmiento y Maipú, en pleno microcentro porteño, mi abuelo Marcos fue el que hizo conocida a la marca y el que logró convertir a esta etiqueta creada en 1922 por otra familia en sinónimo de calidad y buen vestir”, cuenta el CEO.

Diego Meischenguiser, al frente de Perramus.

Diego se crió en un ambiente donde primaba la alegría cada vez que llovía. “Mi papá se ponía muy contento cuando eso pasaba, ánimo que hoy mantengo y les inculco a mis hijos”, describe quien hoy lidera la tercera generación de la empresa.

Ya de muy chico amaba ir a jugar a la tienda de su abuelo. “Además de gustarme la ropa, me copaba estar detrás de la caja, viendo cómo la gente se compraba pilotos de gabardina azul y beige. Esas dos prendas eran las únicas que integraban la propuesta comercial de la marca, y mi abuelo tenía 9 vendedores sólo para vender eso. Así era la Argentina de los años ´70”, evoca el directivo.

Con el éxito de la marca llegó la apertura de una fábrica propia. Enseguida Diego supo que quería ser parte del negocio familiar pero su padre, Carlos Meischenguiser, no estaba de acuerdo. Él quería que estudiara una carrera porque sostenía que el sector textil era muy difícil y poco profesional. Sin embargo, Diego pensaba lo contrario. Y siguió su instinto.

 

“Gracias a la empresa, tuve la posibilidad de viajar mucho por el mundo y descubrir de primera mano que la industria era poderosa. No olo englobaba el proceso productivo, sino también todo lo que es el retail, el diseño, la comunicación, la publicidad, entre otras aristas”.

Para darle el gusto a su padre, hizo la Licenciatura en Economía, carrera que cursó mientras trabajaba en la fábrica, así como también realizó un posgrado en Administración de Empresas. “Fui recorriendo las diferentes áreas (corte de las prendas, producción) hasta que, de a poco, me fui apropiando de la empresa, la conocí, la aprendí a manejar y a tomar ciertas responsabilidades. Así dejé de ser el hijo del dueño para pasar a ser el dueño”, cuenta quien hoy tiene a su cargo una empresa que emplea de forma directa a 150 personas y a otras 300 indirectamente. Igualmente, pese al bagaje familiar, en sus comienzos Diego se dedicó al desarrollo de productos para otras marcas, ya que la de su abuelo le parecía muy clásica y anticuada. 

 

“Con ellas aprendí mucho porque se autopercibían modernas, jóvenes y proponían productos más innovadores, pero me sucedía muy seguido que me dejaban de lado o de comprar. Cansado de esa inestabilidad laboral, me enfoqué de lleno en renovar la imagen y relanzar la tradicional marca familiar. Así, en 2005, tomé la decisión de reformular el local emblemático de Sarmiento y Maipú con toda una identidad de marca que se había perdido. También amplié la propuesta comercial. Pasamos a vender todo tipo de prendas outerwear (ropa de exterior): tapados, montgomeries, trenchs, camperas de pluma y chalecos, no solo impermeables”, relata Meischenguiser.

A la incorporación de nuevos artículos, le siguió el estreno de una línea femenina que, en la actualidad, representa el 60% de su facturación anual. “Sumé diseñadoras de indumentaria al staff y con el tiempo agregamos otras prendas diarias a nuestra colección, como suéteres, pantalones y calzado. Con todo esto, la facturación explotó y eso me dio animó para abrir más locales”, precisa quien hoy lidera una marca que cuenta con 12 locales físicos propios, otros 8 franquiciados (uno en Punta del Este), un e-shop, un corner en Aeroparque y otro en Tienda Los Gallegos (Mar del Plata), y tiene presencia en 200 locales multimarcas de todo el país. A todos los abastece desde su propia fábrica ubicada en el barrio de Boedo, desde donde salen los más de 400 artículos que producen por temporada.

Fruto del crecimiento, también se dio el lujo de ampliar el presupuesto para publicidad, modelos, fotos, contenidos y alianzas que ayudaron a que la firma se aggiorne y llegue a nuevos públicos. 

Diego Meischenguiser, tercera generación de Perramus.

“Si antes nuestro target promedio era de 55 años, ahora bajó a 45. Fueron varias las acciones que implementamos para que eso pase. Una de ellas fue el lanzamiento de New Generation, una cápsula de alta tendencia creada por el diseñador argentino Mariano Toledo que nos ayudó a transmitir una imagen de marca vanguardista, lujosa y joven. Si bien no es el core de la casa, funciona muy bien. También, en 2018 recibimos una propuesta del Museo de Bellas Artes para desarrollar una línea de paraguas estampados con obras de artistas argentinos. Fan de su obra, muy vinculada al mundo Perramus, no dudé en llamar para esta acción a Julio Le Parc. Así fue como salieron unos paraguas buenísimos y con unos diseños divinos que la institución vendió en su tienda interna”, relata el ejecutivo, que siempre va por más. Eso sí, teniendo al buen hacer como norte.

“Me encanta la calidad y soy su fan. Cuando me preguntan cuál es el secreto para perdurar en el tiempo en un mercado tan competitivo como este, no dudo en afirmar 'haber mantenido la calidad', independiente de las circunstancias económicas. En este punto no nos mareamos”, se sincera quien, con esta visión, facturó $ 1.100 millones en 2021 y este año estima alcanzar los $ 2.600 millones, un 150% más.

“Tenemos una base de producción nacional fija que se mantiene hace años, y hay un componente de importados de ciertos productos que en el país no se hacen, como el 100% de las telas exteriores de nuestras prendas. Entre ellas: gabardina, microfibra, telas bondeadas y enceradas, paño con cashmere, entre otras materias primas que acá no se desarrollan con la calidad que aspiramos. En épocas de economía abierta, nos permitimos traer un poco más de productos para tener una propuesta más amplia, pero sin reducir la producción nacional, que fue creciendo en el tiempo”, explica el CEO.

¿Perspectivas del negocio? Diego reconoce que en este momento lo preocupan las nuevas medidas económicas anunciadas por el Gobierno. “Limitan mucho el tema de la importación y el pago al exterior, ya que los proveedores de afuera no nos financian. Y el tema es que hoy la industria nacional requiere de componentes importados. Todo este tiempo nos fuimos arreglando con las diferentes gestiones y nunca nos excedimos de la cantidad de dinero destinada a la importación. Estamos expectantes de cómo sigue la película”.

 

Pese a lo expuesto, Meischenguiser sostiene que su marca seguirá innovando y profesionalizándose, tal como pasó con su e-commerce, plataforma que le permite a sus clientes comprar una campera de $ 60.000 sin probársela. “Estamos sorprendidos de la cantidad de artículos de alto valor que vendemos online”.

Consultado sobre por qué está tan cara la ropa, el directivo no duda en refutar esa afirmación. “El error surge al comparar una prenda de marca argentina con otra del exterior, que la mayoría de las veces no es de la misma calidad. En general, esas afirmaciones nacen con los precios que tienen las remeras en Miami, pero las que venden en los supermercados, y comparan su valor con prendas de altísima calidad que aquí se consiguen en un shopping. No es lo mismo. Es cierto que la ropa fue el sector que más creció en el último tiempo pero la ropa se fue quedando durante mucho tiempo rezagada en cuanto a costos y recién hoy los estamos recuperando. Por otro lado, en nuestro país la carga impositiva es muy diferente a la que tienen otros países, tanto que la industria textil nacional actualmente está cargada con un montón de costos que la exceden: los locativos (precio de alquiler en shopping), impositivos y laborales”, precisa Diego. Y agrega: “Teniendo en cuenta que la nuestra es una marca de alto valor y con mucha calidad, la relación precio-producto es muy buena”, sentencia quien planea celebrar el centenario de su marca con una gran fiesta gran para empleados y proveedores del mundo Perramus.