En los últimos años, el mercado editorial encontró en el fanfic (viene de fan + fiction), un género que surge de la pasión de los fans por historias ya creadas que producen sus propias versiones, una bocanada de aire fresco tanto en lo creativo como comercial. Las obras eran creadas por fans de sagas ya existentes que, como prosumers (consumidores y productores de contenido a la vez) estaban en mejores condiciones que nadie para saber qué buscan las audiencias. Así, libros que luego se volvieron éxitos comerciales comenzaron como fan fiction. El ejemplo más acabado es Fifty Shades of Grey, que nació como ficción homenaje a la popular saga Twilight y luego escaló.
“El mundo editorial juvenil, como siempre, está en medio de una revolución: el contenido excede la capacidad de compra de los lectores, los escritores buscan que sus libros lleguen a la gente en medio de una marea de obras similares y los lectores exigen sistemáticamente frescura y obras novedosas”, abre el juego sobre la condición del sector Álvaro Garat, escritor y editor en Grupo Planeta Argentina que trabaja con libros YA, New Adult y también es editor del sello Minotauro.
“Los formatos ya no innovan porque se han publicado todo tipo de libros: textos cuya mitad se lee en un sentido y la otra mitad en el contrario, con capítulos que viajan en dos o más líneas de tiempo, con mares y faros como narradores, cómic, manga, libros álbum; ya nada es novedad. Frente a esta demanda, como editores estamos siempre en la búsqueda del santo grial –que de eterno no tiene nada y con suerte podemos encontrar un highlight que explote durante máximo un año- y nos exige una adaptación constante en la feroz competencia editorial frente a la microeconomía del hogar: en un país en el que los libros están en un valor histórico alto, es importante convencer al lector de que el libro que editaste es el que deben elegir como lectura del mes”, complementa.
Todo comenzó con la plataforma Wattpad, que hace unos años revolucionó el mundo editorial y el quehacer literario propiamente dicho, sumándole a la auto-publicación un componente social para crear comunidades que no solo producían ficción, sino que también la leían y mejoraban en conjunto. Esto generó numerosos best-sellers y sagas exitosas, que luego empezaron a llamar la atención de los grandes estudios, canales de televisión y, por supuesto, gigantes editoriales. Algunos títulos que emergieron de este período primigenio de la plataforma fueron las sagas Death Is My BFF de Katarina E. Tonks (con más de 92 millones de lecturas) o Light as a Feather de Alexandra Fletcher.
“El primer contacto que tuve con fanfic fue en 2016 con el primer auge que hubo de la plataforma Wattpad y fue ahí donde empezaron muchos autores neófitos, adolescentes que se lanzaron a escribir y a exhibir sus escritos. Era una manera de tener interacción con el público y así retroalimentarse para cambiar la historia, mejorarla, ir aprendiendo. Dentro de esos autores hubo quienes inventaron historias con sus personajes favoritos, ya sea de Harry Potter o alguna banda de música (como Harry Styles), jugando con las historias de esos personajes que tanto amaban y que querían acercar a sí mismos, y a partir de eso fue que surgió este éxito”, contextualiza Érica Marino, editora infantil y juvenil de Penguin. “Wattpad tuvo una primera etapa de éxito, después cayó y después resurgió con la pandemia en esa búsqueda de comunicación y de contacto con el exterior en días de encierro y aburrimiento, y volvieron a aparecer muchos autores muy frondosos y exitosos dentro de la plataforma, como Anna Todd de la saga After”, añade.
Todo un negocio subterráneo
El fenómeno del fanfic continúa creciendo, con grandes y pequeñas casas editando éxitos del segmento acá y afuera (Planeta editó un título icónico del fanfic, la saga After, y Random House tiene un sello especializado en fanfic llamado Del Rey), pero además alimentando todo un negocio tanto en clicks, venta de derecho para películas y series, como en venta de merch, remixes, fan art y hasta copias impresas que se comercializan en lugares como Etsy o Mercari, y que según cuenta la revista Wired hoy algunos autores están intentando controlar.
Para entender esto último, hay que hacer referencia a la práctica del fan binding, que es el acto de transformar fan fiction en libros físicos, que si bien es visto como una manera de preservar o coleccionar las historias a largo plazo, también se ha vuelto una forma de monetizar propiedad privada ajena. En este sentido, los fandoms, en particular del mundo literario de este nicho, suelen tener prácticas que se consideran aceptables dentro de lo que hoy se conoce como “gift economy”. Por ejemplo, muchos de estos autores escriben y suben sus creaciones de fanfic sin cobrar, para compartirlas y comentarlas en sus comunidades.
Sin embargo, se está generando todo un mercado paralelo a base de estas ficciones de fans, que luego son monetizas por todos, menos sus autores. “El problema radica en las personas que compran activamente estos libros, poniendo cientos de dólares en manos de alguien que no solo está haciendo algo ilegal, sino que también va en contra de los deseos de todos y cada uno de los autores de fanfics. Hacemos esto gratis; esta es una economía de regalos y la fan fiction debe ser tratada como eso: un regalo”, explicaba la autora de fanfiction Gillian Eliza (@gillianeliza) en un posteo meses atrás. Es así que varios creadores están reclamando su derecho sobre estas obras -que muchas veces deben su éxito a la pasión de las propias comunidades online- y, como Eliza, retirando sus obras de plataformas públicas, lo cual no es especialmente bien visto por todos.
Es en este contexto que está siendo retirado de la web Manacled, un oscuro romance entre Hermione Granger y Draco Malfoy, de Harry Potter, ambientado en un mundo al estilo Handmaid's Tale, una historia de fanfic que obtuvo millones de visitas desde que se publicó en 2018. Su autor, SenLinYu, acaba de cerrar un trato con Random House, produciendo una debacle en el mundo del fandom ya que muchos autores están imitando esta práctica (conocida como "pulling to publish”) para proteger sus ingresos y material intelectual.
La relación entre la industria editorial tradicional y el fanfic no siempre ha sido la mejor, con autores profesionales como George R. R. Martin (Game of Thrones) o Diana Gabaldon (Outlander), entre otros, siendo muy críticos de este tipo de prácticas. Por eso muchos reniegan de sus comienzos en sitios como Wattpad, fanfiction.net o AO3, y retiran sus relatos de estos portales cuando comienzan a popularizarse o están por publicar libros más comerciales.
Un futuro con potencial de crecimiento
Independientemente de la estrategia comercial del autor o la casa que lo edita -están los que ven con orgullo su origen en el fanfic como E.L James-, y lo que hagan a continuación con el material previamente publicado, en términos legales también existen terrenos grises. Si bien es legal imprimir el fanfic de otra persona para su uso personal y no comercial, siendo clave esto último, tanto la creación de nuevas obras en base a ficción preexistente como la propia práctica del fan binding se rigen por el uso justo y las leyes de copyright existentes (similares en USA y acá).
Nada impide traducir, remezclar o crear una versión de audio (conocida como podficcing) o imprimir y encuadernar una versión de un fan fiction que te guste, pero en estas comunidades se sobreentiende como código de conducta la buena fe y, por supuesto, el pedir permiso a los autores. “Con respecto al tema de los derechos para las editoriales, por lo menos para la mía, no hay posibilidad de evasión, la firma se contacta con el autor de la misma manera que para un libro común, y si el fanfic es interesante y se transforma una novela que puede generar resultados, los contratos se hacen normalmente como el de cualquier novela”, explica Marino.
Por su parte Garat opina que el núcleo del goce lector es que son fans escribiendo para fans. Nada más y nada menos: “Grandes autores juveniles consagrados que escriben ficciones originales o retellings (reversiones de obras clásicas o populares) comenzaron su carrera escribiendo fanfics. Era momento de que los grupos editoriales a nivel mundial buscaran en este éter para intentar encontrar en ellos un fenómeno”. ¿Veremos este género crecer más en América Latina o en particular en la Argentina, incluso con autores autóctonos? Solo el tiempo dirá.
“Es un género que tiene perspectivas de seguir vigente porque siempre hay historias nuevas, siempre surgen personajes nuevos y queridos con los que el público lector se quiere identificar y va a seguir sumando lectores. Las grandes editoriales también están publicando fanfic. En suma, el género tiene futuro porque este tipo de historias siempre son interesantes para el público”, cierra Marino.