El presidente de Ancap, Alejandro Stipanicic, ingresó a trabajar a la empresa en 1991 y casi tres décadas después le tocó asumir el mando.
Transcurriendo el último año de gestión, evaluó que se atacaron “dolores de cabeza” que arrastraba la petrolera estatal y que hoy por los cambios realizados “no hay ineficiencias de Ancap” que deban pagar los uruguayos.
En entrevista con Forbes se refirió a las reformas implementadas en distintas líneas de negocios, el debate sobre la desmonopolización de los combustibles y el futuro ligado a la transición energética.
A continuación, un resumen de la charla.
¿Cuántos de los cambios que pensabas como funcionario pudiste hacer de presidente?
Muchos. Cuando vos conocés el terreno sabés qué herramientas tenés que usar para que las cosas pasen.
Esa experiencia la acumulé no solo en la empresa sino también afuera (fue 10 años gerente de Negocios de Ancap en Argentina) y ahí conocí el mercado real, la jungla.
Vi lo que es la competencia, las regulaciones, conocí a enormes directivos, porque trataba con las mayores petroleras del mundo. Vas aprendiendo de esas relaciones.
¿Qué tan distinto es gestionar una empresa petrolera en el sector privado y en el público?
Las diferencias son enormes. Hay limitaciones que tenemos en lo público como el Tocaf (normas de conta-bilidad del Estado) o los regímenes de los funcionarios. Igualmente, la limitación más grande de Ancap es de configuración institucional: no saber quién es el dueño de la empresa. Sí es la sociedad uruguaya, y yo le rindo cuentas al Poder Ejecutivo, pero quién ejerce la potestad de dueño, no hay una asamblea de accionistas. Es muy nocivo para una empresa cada cinco años cambiar de dueño. Las empresas petroleras y de energía proyectan a 10 años y su largo plazo son 50 años.
¿Los eventuales fracasos son atribuibles a esos problemas?
Hay cosas, como la resolución del sector del portland, que tiene una limitación descomunal. Ninguna empresa privada del mundo hubiera mantenido por 20 años un negocio que acumuló pérdidas por 800 millones de dólares.
En ese caso hay un tema: hay un costo político que ningún gobierno quiso tomar -hay 500 familias vinculadas de forma directa-, hasta que este dijo el diagnóstico está claro, vamos a tomar decisiones.
Pusimos sobre la mesa algo que nadie quería ver. Nos acusaron de regalar las reservas y la soberanía (por la licitación en busca de un socio privado para el portland) y resulta que no hubo ningún interesado.
Nos tildaron de que regalábamos un negocio próspero y se demostró que no era así, quedó claro que el comento en Uruguay no es un negocio atractivo.
Los mayores dolores de cabeza en la gestión de Ancap eran el portland, el supergás y Alcoholes del Uruguay (ALUR). En los tres casos veo éxitos rotundos, si bien no resolvimos lo del portland.
¿Cuáles fueron los avances en ALUR y el supergás?
En ALUR pasamos de un modelo asistencialista a un modelo de negocios basado en la eficiencia. Transformamos el negocio de la caña de azúcar, que en Uruguay por definición es sumamente ineficiente por ejemplo frente a Brasil. El rinde por hectárea que logramos en los últimos tres años fue récord en la historia.
Lo hicimos poniendo los incentivos adecuados a los productores, y le dimos por primera vez un contrato a cinco años. Fuimos con propuestas que eran justas, protegían a los pequequeños y medianos productores y no a los grandes que querían mantener el status quo. Así transformamos a ALUR en la pata verde que lidera la transición energética de Ancap.
En el mercado de supergás se desató un nudo que tenía 50 años, una serie de contratos que regulaban la actividad de forma perversa. No había intensidad competitiva en el mercado del supergás y en 2023 por primera vez todos los envasadores y distribuidores tuvieron las mismas condiciones de competencia.
Además, el subsidio del supergás que Ancap genera a pérdida) bajó sensiblemente, y a la vez nos aseguramos que las garrafas lleguen más baratas a los 200.000 hogares que realmente lo necesitan, no a quienes tienen una garrafa para la barbacoa o la piscina.
Luego de asumir se debatió sobre la desmonopolización y la coalición no llegó a un acuerdo. ¿Hoy Ancap está mejor posicionada si vuelve ese debate?
En 2019 o 2020 la duda era si una desmonopolización podía afectar o no, y si Ancap estaba preparada para enfrentar una competencia. Hoy en 2024 digo con absoluta certeza, porque los resultados lo muestran, que Ancap no captura renta monopólica.
Por la vía de tarifas no hay una ganancia exorbitante porque vendimos US$ 60 millones por debajo del precio de mercado (reflejado en el precio de paridad de importación).
Los 85 millones de dólares de ganancia del año pasado provienen de mercados en competencia, tanto de Ancap como de sus empresas vinculadas.
Tomando eso en cuenta, ¿qué pasaría si se desmonopoliza?
Si mañana se desmonopoliza, Ancap está preparada y fuerte para competir.
Hoy para Ancap es indiferente si se desmonopoliza o no porque no hay ninguna protección especial; es al revés, la capacidad de Ancap de competir subsidió en los últimos tres reaños al mercado monopólico (de los combustibles).
Es decir las otras actividades permitieron que Ancap fijara precios por debajo del valor de mercado y que sus consumidores, osea los uruguayos, paguen los combustibles más baratos.
¿Y cuál es tu posición personal sobre la desmonopolización?
Yo nunca estuve en contra, porque soy anti monopolios. Pero cuando hay uno ya establecido hay que ser muy cuidadoso con los tiempos y las pruebas.
En 2019 no era prudente (desmonopolizar) porque ningún cambio puede ser para destrozar algo que está funcionando.
Luego de cuatro años de gestión, Ancap está preparada para competir. En los combustibles, en los últimos cuatro años Ancap vendió US$400 millones por debajo del precio de mercado; entonces desmonopolizar puede suponer un aumento del precio que paga la población.
Esto se logró porque Ancap atravesó un proceso de cambios, de sinceramiento, llegando a un esquema en donde la empresa queda expuesta si tiene ineficiencias.
Ahora le toca a los otros dos componentes relevantes de la cadena de combustibles, que son los impuestos y la distribución. ¿Qué significa eso?
Hoy toda la nafta y el gasoil que se vende en un año son unos US$ 3.200 millones. Ahí hay US$ 700 millones de Imesi, US$ 500 millones de los costos de la distribución, US$ 200 millones del funcionamiento de la refinería, US$ 131 millones del fideicomiso del boleto.
Por ejemplo, el personal de Ancap cuesta US$ 120 millones, entonces cuando dicen que Ancap es el causante de que los precios de los combustibles sean caros, yo digo que todo nuestro personal cuesta menos que el fideicomiso del boleto.
Hay ahí cosas necesarias, como el fideicomiso o los impuestos, pero los costos de la cadena de distribución son una caja negra bien cerrada, hay peque regular mejor. Los combustibles en Uruguay no son caros por culpa de Ancap, es un tema de los impuestos y la cadena de distribución.
Ahí hay intereses privados en juego, ¿hay voluntad política de intervenir?
Se podrá hacer o no, pero me gustaría que al menos se sincere el debate, que se entienda cuáles son los problemas.
Bajar impuestos en un país con el déficit fiscal de Uruguay es difícil, igual que el fideicomiso porque podría hacer que el boleto urbano se quintuplique, pero se podría pensar en una fuente de financiamiento diferente al gasoil.
¿Qué le falta a la regulación de ambos sectores?
Lo que aprendimos estos años es que la regulación del mercado de combustibles debe ser amplia, para que genere una intensidad competitiva diferente, que le permita al estacionero salir del yugo de la dominación que hoy tienen las distribuidoras o al estacionero pequeño competir en mejores condiciones con los grandes.
También que las distribuidoras aporten valor. En cualquier parte del mundo no solo los precios de los combustibles son diferentes, hay cambios según la hora o el día de la semana y venden productos que son distintos entre sí. Acá hay un precio máximo y pasa que todas las estaciones venden a ese valor. Por qué un estacionero que de noche o el fin de semana no le van clientes no baja el precio; imagino por miedo a represalias, eso está mal, hay un oligopolio.
La intensidad competitiva en el sector es muy pobre, la regulación debería atender a incentivar la creatividad del empresario. El día que la estación tenga que pagar el flete o la distribuidora lo pague, descontá que ahí habrá eficiencia.
Se acerca un cambio de era en las fuentes de generación de combustible, ¿cómo se prepara Ancap?
En 2021 empezamos a usar el término de transición responsable. Los procesos de cambio no son instantáneos y la transformación energética llevará muchos años. Hablamos de responsable porque en el proceso tenemos que asegurar que haya energía, que sea sustentable ambientalmente y que pueda ser accesible para todos.
¿La estrategia pasa por diversificar?
Porque hoy Ancap promueve la exploración petrolera y también el hidrógeno verde.
Hace cuatro años eso parecía un contrasentido pero nosotros insistimos en Ancap de que había que ir por las dos patas. Tenemos potencial geológico para producir petróleo y gas de bajas emisiones, y el mundo lo va a necesitar.
Pero también tenemos potencial para producir hidrógeno verde y hay una ventaja estratégica que Uruguay no puede desaprovechar que es la materia prima para producir combustibles sintéticos con el CO2 de orígen biogénico (de la biomasa). A su vez, tenemos mucha capacidad para producir aceites vegetales, producimos etanol. Entonces, Uruguay tiene potencialidades que no puede desaprovechar, tenemos toda la canasta de energéticos para ofrecer.
Tras más de cuatro años de gestión, ¿mejoró la imagen de Ancap en la opinión pública?
Cuando asumiste dijiste que los funcionarios no sentían orgullo por las polémicas políticas.
Entiendo que hay una recomposición del orgullo de ser empleado de Ancap entre su gente, ya no es tan cuestionada la empresa en la opinión pública. Las encuestas que hemos visto muestran una enorme mejora en la percepción sobre Ancap, no a los niveles de hace 15 años pero en esa época se gastaba más de US$ 10 millones por año en publicidad. Hoy la mejora en la imagen es genuina, por lo que ven en los resultados y la acción política.
Fotos: Diego Olivera
*Este artículo fue publicado originalmente en Forbes UY del mes de Junio de 2024