El presidente ruso, Vladímir Putin, hace tiempo que imagina el regreso a lo que considera la época dorada de la Unión Soviética. Un aspecto central de esta ambición es la reintegración de las antiguas repúblicas soviéticas. Tras la invasión rusa de Georgia en 2008, que terminó con Moscú controlando el 20% del territorio de ese país, Ucrania se convirtió en su principal objetivo.
La preocupación en Europa Occidental es que, si Putin triunfa en Ucrania, los próximos podrían ser los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) o incluso Finlandia. Bielorrusia ya está bajo su influencia, y Hungría, pese a formar parte de la OTAN, mantiene vínculos estrechos con Moscú.
Este avance hacia el oeste genera preocupación en Europa continental, que tradicionalmente depende de Estados Unidos, el país más poderoso de la OTAN, para contener la agresión rusa. El regreso de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. y su alineamiento con Moscú intensificaron estos temores. Esta situación llevó al recién elegido canciller alemán, Friedrich Merz, a cambiar de manera drástica su visión sobre la política fiscal.
Merz, conocido por su postura ortodoxa sobre el déficit y su defensa del libre mercado, propuso un amplio programa de rearme e inversión económica. Su plan incluye la creación de un fondo de 500.000 millones de euros para infraestructura y gasto social, además de la excepción del "freno de la deuda" para el gasto en defensa que supere el 1% del PBI, una norma constitucional que limita el déficit estructural de Alemania (excluyendo el pago de intereses) al 0,35% del PBI.
Al explicar este cambio durante un debate televisado, Merz expresó su preocupación por la percepción de un acercamiento entre EE.UU. y Rusia. "Mi impresión en los últimos días es que Rusia y EE.UU. se están uniendo, ignorando a Ucrania y, por lo tanto, también a Europa", declaró. Según Politico.eu, destacó su compromiso con la autonomía europea al afirmar que su "prioridad absoluta será fortalecer Europa lo antes posible para que, paso a paso, podamos lograr realmente la independencia de EE.UU.".
Más allá de las implicancias geopolíticas, las propuestas de Merz podrían generar un impacto económico significativo. El PBI de Alemania es un 50% mayor que el de Francia y casi el doble que el de Italia. Sin embargo, sus estrictas políticas fiscales dejaron al país con una infraestructura deteriorada y servicios públicos desatendidos.
Los trenes alemanes sufren retrasos tan graves que Suiza los prohibió para evitar afectar sus propios horarios. La falta de inversión en educación e infraestructura digital hizo que Alemania cayera del quinto puesto a menos del vigésimo en el ranking internacional de competitividad.
Si se implementa, el plan de Merz podría revitalizar la economía alemana y abrir oportunidades para los inversores. El mercado ya reconoce este potencial: el ETF iShares MSCI Germany (EWG) superó al ETF S&P 500 (SPY) en un 24% durante las primeras nueve semanas del año, su mejor rendimiento relativo desde la creación de la eurozona hace más de 25 años. Sin embargo, desde la crisis financiera de 2008, la renta variable alemana quedó rezagada frente a la estadounidense, una caída que coincidió con la adopción del freno a la deuda.
El potencial de una apreciación sustancial es evidente, especialmente si Merz logra superar los obstáculos políticos y legales que se avecinan. Otros ETF europeos, como el iShares MSCI Eurozone ETF (EZU) y el Vanguard FTSE Europe ETF (VGK), también presentan oportunidades atractivas. Ambos fondos lograron su mejor rendimiento en nueve semanas en comparación con la renta variable estadounidense desde su creación.
Sin embargo, para que esta tendencia se consolide, Merz debe sortear importantes desafíos. Sus propuestas requieren tres enmiendas constitucionales y el apoyo del Partido Verde, una tarea compleja, ya que los verdes no están dispuestos a ceder tras las críticas de Merz durante su campaña. Además, tienen objetivos de gasto social y climático más ambiciosos que los de Merz, lo que anticipa negociaciones difíciles si ambas partes buscan un acuerdo sobre el impulso fiscal.
A pesar de estos desafíos, los inversores se muestran optimistas. La creciente percepción de que EE.UU. se aleja de su rol de protector de Europa aceleró el esfuerzo del continente por reactivar su economía y reforzar su defensa. La situación geopolítica y las políticas fiscales expansivas podrían convertir a la renta variable europea en una opción atractiva para los inversores en los próximos meses.
Sin embargo, todo depende de un factor clave: contener a Rusia. Si la política exterior de EE.UU. se alinea más con Moscú, como temen Merz y otros líderes europeos, y Ucrania cae, el optimismo por la renta variable europea podría desvanecerse rápidamente. Por ahora, el renovado compromiso de Europa con la fortaleza económica y la autonomía ofrece a los inversores una oportunidad interesante para diversificar su cartera, alejarse de la renta variable estadounidense y aprovechar el posible resurgimiento de la región.
*Con información de Forbes US.