La actividad de “invertir en bolsa”, que normalmente hace referencia a la compra de instrumentos financieros que cotizan públicamente en los mercados, fue muy malinterpretada a lo largo de los años, en especial en las últimas décadas con la masificación de internet y las redes sociales y la aparición de miles de “gurúes”.
Para algunas personas, invertir en bolsa es simplemente algo que únicamente hacen “los ricos” con su dinero para poder ser todavía más ricos. Para otras, se trata de una “timba” que no lleva a ningún lado. Y para muchos jóvenes, es un camino para “convertirse en millonarios”. Y esta última creencia es la más preocupante y peligrosa.
Es preocupante porque demuestra la enorme falta de conocimientos sobre qué son los mercados financieros y cómo funcionan. Y resulta peligrosa porque apuntar a la extrema riqueza mediante la bolsa puede llevar a tomar decisiones muy arriesgadas capaces de arruinar toda la situación financiera personal.
Hay dos formas de crear un enorme patrimonio neto a través de los mercados. Una es teniendo ya una cantidad de dinero muy grande, que, evidentemente, sólo podría conseguirse con un negocio o un trabajo llevado a cabo durante varios años. En este caso, normalmente, quien consiguió el logro es alguien bastante preparado, con una sólida trayectoria profesional y, en la mayoría de las veces, precavido y con sentido común.
Y la otra, la que más se predica injustificadamente por distintos “influencers”, es apostando por instrumentos financieros exageradamente volátiles, cuyo buen desempeño para quien apuesta sólo se consigue con un gigantesco golpe de suerte no predecible ni replicable. Y además, para acceder a las “oportunidades” ofrecidas, habría que abonar costosos cursos carentes de verdadero valor.
Ahora bien, ¿por qué realmente habría que invertir en bolsa y cómo hacerlo? La respuesta a la primera pregunta es más sencilla de lo que se cree: para proteger el dinero duramente ganado con esfuerzo, tiempo y sacrificio de la destructiva inflación.
En el caso del peso argentino, no tiene sentido aclarar de cuánto fue la pérdida de poder adquisitivo en las últimas décadas porque el número sería extremadamente grande. Sin embargo, en el caso del dólar estadounidense, que muchos consideran “refugio de valor”, sí vale la pena mencionar el dato.
Sólo en los últimos treinta años, la inflación acumulada en Estados Unidos superó el 120%. En otras palabras, para comprar lo que se compraba con US$ 1.000 en julio de 1994, hoy serían necesarios alrededor de US$ 2.120. Por lo tanto, tener dólares “bajo el colchón” no fue un buen negocio.
Por esta razón, resulta necesario invertir con la meta de ganarle a la suba generalizada y sostenida de los precios de la economía. Es decir, para mantener el poder adquisitivo con el paso del tiempo o incluso hasta incrementarlo ligeramente. Esta debe ser la meta final. Nada de pensar en ser ricos ni en multiplicar varias veces el capital inicial en pocas semanas o meses.
Aunque se trate de un duro golpe de realidad, lo cierto es que, en la gran mayoría de los casos, el flujo constante de ingresos y los consecuentes ahorros se hacen trabajando o teniendo un negocio propio. Y la bolsa será muy efectiva para proteger el poder de compra a largo plazo.
Y en cuanto a cómo lograr esto, como cada persona es un mundo, lo ideal es hablar con un asesor financiero de confianza. No obstante, lo cierto es que, usualmente, una buena cartera de inversión se compone de acciones correspondientes a empresas de alta calidad mezcladas con bonos emitidos por compañías y gobiernos con un sólido historial crediticio.