Tras más de cuatro años en el cargo, el presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Diego Labat, evalúa que el principal objetivo de la gestión, que era reducir la inflación y que confluya al rango meta, se logró y considera que la institución no puede perseguir múltiples fines.
Por eso, defiende la política de no intervención en el mercado de cambios, pese a las críticas de los sectores exportadores por el atraso cambiario y el pedido de un dólar más alto.
Al ser consultado por los impactos de la divisa en la competitividad, Labat sostuvo que no hay que tomar atajos y las mejoras deben buscarse por otros caminos, no a través de la suba del dólar. El jerarca reconoce un problema en el nivel de endeudamiento, pero advierte que no cualquier solución sirve. A continuación, un resumen de la charla.
¿Se han cumplido las prioridades trazadas al asumir?
Estoy muy conforme con lo hecho. En 2020 nos fijamos una serie de prioridades y, a pesar de que hubo años turbulentos, pudimos avanzar. El centro fue la inflación, empezamos haciendo los deberes en el 2020 y se fueron dando los objetivos.
Primero la inflación en el rango, hoy ya van varios meses y la proyección es que va a seguir dentro del rango en los próximos 24 meses. Importa haber bajado la inflación de 9% a 5%, pero sobre todo importa mostrar que es posible hacer políticas públicas, que se puede conseguir resultados si se hacen los esfuerzos.
¿Qué tan distinta es la teoría económica a gestionar un banco central?
Siempre el cómo se debe hacer algo es más fácil que después implementarlo, porque ahí aparecen las dificultades. La palabra clave es la perseverancia.
Lo que no podés es tener una teoría sólida y como es difícil de implementar que la solución sea cambiarla. Hubo en estos años cosas que nos costaron mucho trabajo, que tuvieron mucha discusión y diálogo con distintos actores, pero no hay nada imposible.
Obviamente que costó, pero se puede implementar lo que dice la teoría, porque además es algo que ha llevado al éxito a otros países.
Chile, Perú, Paraguay, Brasil, Colombia o Costa Rica son países que han hecho el mismo camino que inició Uruguay y tuvieron éxito.
Dijiste que el centro de la gestión fue la inflación, ¿no hubiera sido posible el actual resultado sin la evolución a la baja del dólar?
El dólar influyó en la evolución de la inflación, pero si no hubiera sucedido eso el esfuerzo se hubiera hecho por otro lado.
La evolución del dólar tiene que ver con muchos otros aspectos y no tanto con la política monetaria, no hay una relación de causalidad.
El peso uruguayo se ha fortalecido a lo largo de estos años y eso marca que la economía está funcionando bien, que recibe inversión extranjera directa; son factores que afectan el tipo de cambio y eso nos ha ayudado para la inflación. Si no hubiera sucedido, la política monetaria hubiera sido más dura para llegar al mismo objetivo.
Es un cambio de cabeza, no fijamos la inflación por decreto, el 4,5% es nuestro compromiso y si la inflación se debía, reaccionamos.
¿Esa reacción se adapta a un factor externo que es el dólar?
Claro. Si el dólar tiene presiones a la baja y eso nos ayuda, se hace un menor esfuerzo; si fuera al revés, haríamos un mayor esfuerzo.
A los pocos meses de asumir, el BCU pasó a un esquema de tasas de interés. ¿Qué se buscó?
Dejar atrás los agregados monetarios y pasar a la tasa de interés tuvo el objetivo de tener un instrumento que sea de más fácil entendimiento para los agentes económicos.
Claramente da mejores señales, hace ya 25 o 30 años que el mundo fue hacia tasas de interés, porque uno mira el número y ya entiende si la política es contractiva o expansiva. Permite que la economía se acomode mejor y ayuda al funcionamiento de los canales de transmisión.
¿Sin la pandemia crees que la inflación hubiera bajado antes?
Cuando empezamos pensé que podía ser más rápido, sí, pero nos agarró un shock global de inflación y empujó el registro hacia arriba. Esperábamos la baja, no pusimos el 3%- 6% para no incumplirlo, porque nos quejábamos de que antes había un rango meta oficial y uno en la sombra.
Nosotros dejamos claro que nos importa el rango e incluso ahora ya con varios meses de inflación dentro del objetivo, empezamos a hacer hincapié en el centro del rango, es decir el 4,5%.
¿Te suelen comentar que bajó la inflación pero igual los precios en los comercios suben?
Sí, pero claramente son temas distintos. La inflación termina distorsionando un montón de decisiones en la economía, por eso tener inflación baja es una buena cosa, hace que las decisiones micro de los agentes sean mejor tomadas.
Otra cosa que va más allá de la órbita del Banco Central es el tema de los precios caros o la falta de competitividad de Uruguay.
Ese es otro tema sobre el que hay buenos diagnósticos y desde el BCU hemos promovido investigaciones. Todos plantean cosas parecidas: que hay un tema de escala porque somos un país chico; que falta competencia en algunos mercados; hay problemas de burocracia y de trámites que encarecen.
Es un paquete de cosas que llevan a entender por qué Uruguay es caro. Agregaría desde mi visión que también la apertura de la economía es bien imporción tante para que Uruguay sea menos caro, y flexibilizar ciertas condiciones y mercados.
Sobre el dólar y el atraso cambiario que reconoce el BCU en sus informes, ¿hay sectores exportadores afectados en este período por el nivel del dólar?
Lo que nosotros señalamos es el desalineamiento cambiario. Porque Uruguay tiene un régimen de libre flotación, con lo cual el valor del dólar es lo que señalan la oferta y la demanda.
Esa es la mejor medida. Dicho esto, uno puede hacer ciertos ejercicios que sirven de referencia, para ver si el mercado está desalineado o no.
No me gusta decir atraso cambiario porque refiere a antes del 2002, cuando había tipo de cambio fijo. Nosotros marcamos un desalineamiento de entre 12% y 15%.
¿Eso quiere decir que el tipo de cambio puede corregir inmediatamente ese 15%?
No, porque es un modelo teórico, un cálculo de cuánto debería valer. La competitividad es una cosa importante para Uruguay, que debe estar en el centro de la discusión.
Esa competitividad y lo que hablamos de ser un país caro a veces son cosas que complejizan a algunos sectores exportadores, incluido el agro. Es una preocupación, pero es importante no tomar atajos. Esa competitividad se tiene que trabajar, con mayor apertura de la economía o con más desburocratización.
¿No solo la suba del dólar va a resolver los problemas de competitividad?
Te corrijo, no es que suba el dólar, porque para la competitividad lo que termina importando es el tipo de cambio real. En la economía el tipo de cambio real responde a otras cosas, que son las que hay que corregir, pero no creer que tocar el dólar artificialmente va a resolver los problemas de competitividad.
Decías que la inflación fue el objetivo y si hoy estuviera en 10% se podría criticar al BCU. ¿Con el dólar y el atraso cambiario es igual?
Lo que no puede pasar es que el BCU tenga múltiples objetivos, porque corre el riesgo de no cumplir ninguno. Nuestro objetivo es la inflación y dejamos flotar el tipo de cambio. Es una variable que seguimos, miramos, nos preocupa, pero no es nuestro objetivo. No tenemos ningún objetivo de nivel del tipo de cambio.
¿Por eso se dejó de intervenir en el mercado cambiario?
Hemos tratado de que la intervención sea mínima. No renegamos de intervenir y capaz en algún momento hay que hacerlo, lo que no se puede es estar interviniendo constantemente porque al final el mercado se adapta, no cree en las intervenciones y el efecto es nulo.
Respecto al sistema de pagos, los gobiernos del Frente Amplio plantearon como un hito el proceso de bancarización, ¿este gobierno lo continuó o no?
Uruguay inició hace ya muchos años un buen proceso de bancarización, y quizás con algunos matices y cambios nosotros pretendimos hacer más avances.
Ese proceso, que tiene que ver mucho con la digitalización y la modernización de los sistemas de pago, es algo en lo que en este gobierno pusimos foco, pero ya venía de más atrás. Fue un buen proceso y es ejemplo para otros países.
El BCU trazó una hoja de ruta a 2025 para modernizar el sistema de pagos. ¿Qué medidas destacás?
Con la hoja de ruta se buscó dar una señal al sector privado para que tengan claro los pasos que íbamos a dar: la multiadquirencia, el sistema de pago rápido o la digitalización de los cheques.
Avisamos al sector privado con tiempo suficiente para que se adapte, esa es nuestra filosofía al implementar políticas públicas. Las transferencias inmediatas se multiplicaron por 10 de 2022 a 2023, y con lo que viene, los pagos por QR se va a completar la expansión, va a ser cada vez más masivo.
Hablábamos antes de la competitividad, un sistema de pago más eficiente también baja costos y te hace más competitivo.
¿El nivel de endeudamiento de las familias uruguayas es preocupante?
Sí, es una preocupación, porque el número de deudores con incumplimientos es alto. Eso tiene muchas causas, una es que en los últimos 15 años se formalizó mucho el crédito y eso hizo que muchas personas tomaran deuda, quizás decidiendo un endeudamiento no demasiado sano, ni bien pensado a sus necesidades.
Es una preocupación, lo que sí hay que ser cuidadoso con las soluciones, que deben estar acorde al diagnóstico, no cualquier solución sirve.
El crédito es una buena cosa, porque a las personas o empresas les permite anticipar compras o consumo, en lo que tenemos que avanzar y estamos haciendo los esfuerzos desde el BCU es en la educación financiera, para que la gente sea consciente de que no puede tomar un crédito que después no va a poder pagar.
También hay que avanzar mucho en el tema de la publicidad, generar reglas que hagan que las publicidades tengan los datos claros, que la persona reciba la información que debe tener para tomar esa decisión.
¿En términos de la regulación del crédito no hay cambios para hacer?
Algunos cambios de normas hemos hecho, con distintos criterios. Después, la discusión está en la tasa de usura, si debe regularse o no; en eso hay que ser cuidadoso de no querer hacer maravillas y restringir el crédito.
Se pueden hacer mejoras sí y el Parlamento está trabajando razonablemente el tema.
Si imaginás una charla con tu sucesor en marzo de 2025, ¿qué consejo le darías?
Le diría que hay que consolidar el régimen de objetivos de inflación. Uruguay es un país al que le cuesta hacer cambios, pero cuando se hacen y funcionan, tienden a consolidarse.
En la teoría, si uno tiene credibilidad perfecta, cuando el BCU dice una inflación de 4,5% no tiene ni que subir la tasa, los agentes se alinean a ese número.
Eso pasa en otros países y en la medida que este sistema se consolide será más fácil para Uruguay.
Fotos: Nicolás Garrido
*Este artículo fue publicado originalmente en Forbes UY del mes de Mayo de 2024