¿Quiénes están detrás? Esta tecnológica afirma haber recaudado más de US$ 3000 millones de un inversor anónimo
Una startup poco conocida, valuada en 15.500 millones, asegura haber recibido fondos récord mientras crecen las dudas sobre sus finanzas, su origen y su credibilidad.

A fines de febrero, el cofundador y director ejecutivo de Infinite Reality, John Acunto, subió al escenario de un estudio en Los Ángeles para dar un discurso rimbombante, aunque con un tono algo a la defensiva.

"Se acabaron las tonterías", lanzó Acunto, de 53 años, iluminado por un fondo azul neón. "¿De verdad creen que hablaríamos de inversiones de US$ 3.000 millones y seríamos una de las empresas más grandes de nuestro sector si no hiciéramos lo que hacemos?".

Después levantó la voz: "Hoy celebran habernos proporcionado el capital. ¡Pónganse de pie y aplaudan! ... ¡Construyeron una empresa de US$ 12.000 millones!". Incluso, después, el director comercial de Infinite Reality, Amish Shah, fue más lejos. Le habló con entusiasmo al centenar de accionistas presentes y les dijo: "Nuestro objetivo es construir una empresa de entre US$ 50.000 y US$ 100.000 millones este año".

¿Ambición audaz? Más bien desconcertante y, en muchos aspectos, inverosímil. Acunto y su empresa enfrentaron varias demandas iniciadas por acreedores que aseguran estar reclamando facturas impagas. Además, hay una causa federal en curso para hacer cumplir una citación de la Comisión de Bolsa y Valores.

La promocionada inversión de US$ 3.000 millones que anunció Acunto —y que, según Song Ma, profesor de finanzas en la escuela de negocios de Yale, "podría fácilmente clasificarse como una de las mayores rondas de capital riesgo del año"— habría llegado de un único inversor anónimo.

Solo se sabe que cinco empresas —casi todas vinculadas a la inteligencia artificial y con fuerte visibilidad pública— reunieron más fondos el año pasado: OpenAI, Anthropic, xAI, Databricks y Waymo, según datos de PitchBook.

A mediados de abril, Infinite Reality elevó su valuación a US$ 15.500 millones tras adquirir por completo, y mediante acciones, a una empresa de avatares de IA. Suena a ciencia ficción.

La compañía, que hace poco presentó su producto principal —una herramienta que convierte sitios web en "escaparates virtuales" en 3D—, afirma que generó US$ 75 millones en ingresos durante 2024, frente a los US$ 50 millones que declaró en 2023. Eso indicaría que su valuación equivale a 200 veces sus ingresos, un múltiplo mucho más alto que el de las startups de IA más conocidas: Anthropic, valorada en 44 veces sus ingresos, y OpenAI, en 24 veces.

Cuando una startup financiada con capital de riesgo anuncia una ronda de inversión millonaria, casi nunca se exige verificación ni documentación. Solo la empresa y sus inversores conocen los términos del acuerdo. Sin embargo, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) tiene atribuciones amplias para supervisar cualquier operación vinculada a acciones y puede requerir más información. Ya lo hizo con Infinite Reality, después de que la empresa anunciara que podría alcanzar un valor de US$ 1.850 millones en diciembre de 2022.

En los últimos años, el capital de riesgo apostó por startups tecnológicas a un ritmo poco habitual. Hace diez años, las empresas del sector recaudaron US$ 87.000 millones; cinco años después, esa cifra subió a US$ 175.000 millones; y el año pasado llegó a US$ 209.000 millones. Es una cantidad enorme de dinero en circulación, y buena parte terminó en manos de startups poco conocidas, fuera del radar de quienes no están dentro del sector.

Llama la atención que una de las áreas que perdió atractivo para los inversores en los últimos años fue la de las startups centradas en el metaverso, como Infinite Reality. Buena parte de la responsabilidad recae en el fracaso de proporciones épicas de Mark Zuckerberg. Desde 2020, Meta dilapidó más de US$ 50.000 millones intentando construir un mundo virtual persistente al que llamó "metaverso", al punto de cambiar el nombre de Facebook por Meta en 2021. Pero el proyecto no despegó. Quedó marcado por errores técnicos —como los avatares sin piernas— y por un escaso interés del público. Horizon Worlds, el principal producto de metaverso de Meta, tuvo menos de 200.000 usuarios mensuales en 2022, según publicó el Wall Street Journal, la última vez que se informó ese dato.

En términos generales, la inversión de capital riesgo y capital de crecimiento en empresas del metaverso cayó de US$ 5.600 millones en 2022 a apenas US$ 1.400 millones en 2024, de acuerdo con cifras de PitchBook. Por eso, lo que recaudó Infinite Reality resulta todavía más llamativo.

Casi todos los ingresos de Infinite Reality provienen de la decena de startups que compró desde 2022. Estas adquisiciones le dieron cierta visibilidad, como cuando anunció la compra de Napster esta primavera. Sin embargo, más allá del reconocimiento del nombre, Napster hoy es un clon de Spotify muy distinto al que fue en su momento, y apenas ocupa el puesto 27 entre las apps de música en la App Store, según Data.AI.

Pese a estos anuncios, Infinite Reality no tiene un alto perfil dentro del sector. La noticia sobre la recaudación de fondos tomó por sorpresa a muchos. "Nadie había oído hablar de ello. También hablé con otras personas de la industria, y me preguntaron: '¿Qué? ¿Quiénes son?'", dijo Sara Gherghelas, analista de la firma lituana DappRadar, especializada en metaverso y Web3.

Ese anuncio también fue la primera vez que Herman Narula —fundador de la desarrolladora de metaverso Improbable, que según se informó alcanzó una valuación de más de US$ 3.000 millones tras recibir inversiones de SoftBank y Andreessen Horowitz— oyó hablar de la startup. "Hemos realizado cientos de eventos de metaverso con algunas de las marcas más grandes del mundo, con decenas de miles de personas, durante el último año. Hasta ahora, nunca me encontré con esta empresa, ni como proveedor ni como cliente, y ningún socio la mencionó", le dijo Narula a Forbes.

En la misma línea, Yat Siu, fundador de Animoca Brands —uno de los inversores más activos en compañías de Web3, metaverso y videojuegos, y dueño de la plataforma Sandbox—, que en 2022 fue valuada en US$ 5.900 millones, señaló: "La inversión no tuvo ninguna repercusión en nuestra industria. ... Nadie nos habló al respecto".

Infinite Reality envió por primera vez un correo electrónico a Forbes el 8 de enero para anunciar su ronda de financiación por US$ 3.000 millones. Volvió a comunicarse el 11 de febrero, esta vez para presentar a John Acunto —quien entonces tenía el 12% de la empresa, con sede en Boca Ratón, Florida— como un "candidato principal" para la lista de multimillonarios de Forbes.

A partir de ahí, Forbes comenzó a investigar tanto a Acunto como a Infinite Reality. Se contactó con más de 60 personas, entre inversores, especialistas del sector, socios, clientes, fondos de capital riesgo, exempleados y abogados. Más de 20 respondieron. También mantuvo varias conversaciones con la empresa y con el propio Acunto.

Lo que surgió fue una historia enmarañada, en la que casi todo —desde la financiación y la valuación hasta los inversores, los clientes e incluso el recorrido del CEO— deja más dudas que certezas.

"Hay muchas cosas que son poco comunes", dijo Karina Kogan, directora de marketing de Infinite Reality, cuando le preguntaron por la inusual ronda de financiación, "pero no somos una empresa común", añadió.

La carrera de John Acunto arrastra credenciales dudosas y una larga lista de facturas impagas —ya saldadas— que se remontan a más de veinte años atrás. Una biografía que envió un representante de Infinite Reality, junto con un documento presentado en 2022 ante la Comisión de Bolsa y Valores (SEC), sostiene que Acunto obtuvo un doctorado en matemáticas por la Universidad de Florida y una maestría en ciencia de datos por Harvard. Ninguna de las dos universidades tiene registros de su paso por allí.

Acunto le dijo a Forbes que esa biografía se escribió por error, debido a que la empresa contaba con muy poco personal. "Es absolutamente ridículo que tomaran ese borrador y lo incluyeran".

Tal vez. Pero la misma frase aparece en un documento de 2024 de una escuela a la que asistieron sus hijos. Acunto asegura que "fue a muchas escuelas diferentes", aunque evita precisar dónde estudió o si llegó a asistir a la universidad.

"Hemos organizado cientos de eventos de metaverso con algunas de las marcas más importantes del mundo, con decenas de miles de personas, durante el último año. Hasta ahora, nunca había conocido a esta empresa", agregó.

John Acunto, quien evitaba hablar con Forbes sobre su pasado, estuvo al frente de una serie de emprendimientos vinculados a la publicidad digital y el entretenimiento, aunque ninguno logró destacarse. Sin embargo, estos negocios derivaron en demandas en al menos seis estados, tanto contra las empresas que dirigía como contra él personalmente. Varias de esas causas lo acusaban de no pagar distintas facturas.

Pese a que se emitieron sentencias, los casos se extendieron durante años. Dos de ellos se resolvieron recién el año pasado: Acunto pagó US$ 400.000 para cerrar una causa de 2006 relacionada con la desaparecida firma de publicidad Adsouth, y otros US$ 780.000 por una demanda de 2010 vinculada a una empresa de software de transcripción.

Con el paso del tiempo, Acunto se mudó varias veces. Afirma que no supo de las sentencias hasta hace poco. "Cualquiera que me haya demandado probablemente tenía una buena razón en mente", dijo. "No tengo nada negativo que decir de nadie", añadió.

La historia de Infinite Reality comenzó en 2019, cuando John Acunto y un grupo de inversores compraron Tsu, una red social neoyorquina que había quebrado. La rebautizaron como Display Social. El negocio facturó apenas US$ 150.000 en sus primeros tres años. Según documentos presentados ante la Comisión de Bolsa y Valores (SEC), Display Social logró reunir US$ 44 millones para 2021.

Forbes se comunicó con cuatro fondos de capital riesgo que PitchBook identificaba como inversores iniciales en la empresa que luego se transformó en Infinite Reality. Ninguno quiso dar declaraciones; uno ya cerró operaciones.

Con acciones supuestamente respaldadas por millones en financiamiento, Acunto salió a comprar. Adquirió Thunder Studios, una productora con sede en Long Beach, California, e Infinite Reality, con base en Norwalk, Connecticut. Lo hizo a través de una operación totalmente en acciones por US$ 235 millones en enero de 2022, lo que valoró a su empresa en US$ 1.000 millones, según un informe presentado ante la SEC.

Cambió el nombre de la firma combinada por Infinite Reality y, en julio de ese mismo año, compró ReKT, una pequeña empresa de eSports, también con acciones. La operación se valuó en US$ 470 millones y, según los documentos enviados al regulador, duplicó la valuación de Infinite Reality.

Ese otoño, la empresa presentó los papeles para salir a cotizar en bolsa a través de una SPAC. Canceló la operación en diciembre de 2022, según dijo Acunto, por la volatilidad del mercado. Ese mismo mes presentó la documentación para lanzar otra SPAC, pero tampoco logró concretarla.

En 2024, Infinite Reality sumó más empresas a su cartera a través de acuerdos exclusivamente en acciones. Compró Drone Racing League por US$ 250 millones, una startup neoyorquina que tuvo un breve acuerdo con ESPN pero no organizó ningún evento en los últimos dos años. También incorporó a Landvault, un grupo publicitario con sede en Londres, conocido por campañas como un "bar" virtual de Heineken —sin bebidas— montado en un parque de juegos 3D. Ese acuerdo se valuó en US$ 450 millones.

Otra adquisición fue Action Face, una startup californiana en quiebra que convierte selfies en avatares 3D o en pequeñas figuras de plástico. Pagó US$ 10 millones por esa operación. Además, sumó a Ethereal Engine, con sede en Los Ángeles, por US$ 75 millones. Esta última permite a los usuarios construir espacios tipo metaverso con menos necesidad de programación.

Cada uno de estos acuerdos incrementó la valuación declarada de Infinite Reality.

"No sabía nada sobre la ronda de financiación ni sobre el anuncio que la acompañó. La cita del comunicado de prensa no era mía."

El verano pasado, la empresa reportó una valuación de US$ 5.100 millones. "Esa es la cifra imaginaria que creés que valés", dijo un exejecutivo de una de las compañías adquiridas, despedido por Infinite Reality en 2024. "Muchos de mis compañeros y yo nos miramos y dijimos: '¡Caramba!, mucho de esto parece una estafa'". Infinite Reality sostiene que los precios de las fusiones y sus valuaciones son justos. Matthew Schwartz, socio del estudio Gibson Dunn y representante legal de la empresa en esas operaciones, prefirió no hacer declaraciones.

Durante ese período, Infinite Reality tuvo problemas para pagar sus cuentas, según varias demandas por falta de pago. El banco de inversión TD Cowen presentó una demanda a principios de 2024 por comisiones impagas relacionadas con la compra de ReKT. El caso terminó con una sentencia en contra por US$ 3,25 millones en diciembre de ese año.

En otro frente, un grupo de accionistas llamado Summit Investors denunció que la empresa no le permitió revender acciones por más de US$ 27 millones. En una demanda presentada en diciembre de 2022 y modificada en enero de 2025, Infinite Reality admitió que "no contaba con los fondos ni la financiación para pagar la totalidad o parte del monto". El caso quedó suspendido a mediados de febrero. "Se están realizando los pagos", declaró Karina Kogan, directora de marketing de la compañía.

A su vez, otros cuatro contratistas o proveedores iniciaron demandas por impagos a fines de 2023 y durante 2024.

"Mis pocas interacciones alcanzaron para darme cuenta de que tenían serios problemas de liquidez y que habían diseñado sus contratos teniendo eso en cuenta", dijo un excontratista que trabajó con Infinite Reality. Prefirió no dar su nombre por temor a represalias.

Karina Kogan admitió que la empresa atravesó dificultades de caja en 2023 y 2024, aunque sostuvo que no es algo fuera de lo común para una startup. Dijo que, con la cantidad de compras que concretó la compañía, no sorprende que haya demandas por falta de pago y otros conflictos. Según ella, la empresa ya está ocupándose de esos temas, aunque aclaró que el proceso lleva tiempo, no por falta de efectivo, sino por la carga burocrática. Afirmó que la mayoría de los casos ya fueron retirados.

John Acunto, en cambio, minimizó las demandas y las definió como parte del negocio. "Es de esperar que tengamos demandas de proveedores. Es muy normal... bueno, da igual. Cosas así pasan todo el tiempo".

Infinitive Acquisitions

Esa nueva inyección de capital del misterioso y adinerado inversor de Infinite Reality debería haber dejado atrás los problemas financieros de la empresa. Según Amish Shah, director comercial, la ronda de US$ 3.000 millones anunciada en enero fue, en realidad, una operación en varias etapas por un total de US$ 3.360 millones. Todo habría surgido de un único inversor.

La primera parte de esa financiación —US$ 350 millones— se anunció en julio de 2024 y se presentó como proveniente de una oficina multifamiliar. En octubre, se sumaron otros US$ 500 millones que no se habían comunicado públicamente. El resto apareció en enero. Según Shah, todas las etapas se vinculan al mismo inversor anónimo.

Hasta hace poco, el sitio web de Infinite Reality mostraba con orgullo una lista de inversores "de primer nivel" en deportes, medios y entretenimiento. Entre los nombres figuraban Lerer Hippeau, Lux Capital, la agencia de talentos CAA, RSE Ventures —propiedad del empresario Matt Higgins, habitual en Shark Tank—, el magnate inmobiliario Stephen Ross y Exor, el fondo de inversión de la familia italiana Agnelli.

Sin embargo, todos ellos se convirtieron en accionistas tras la compra de Drone Racing League, una empresa que ya habían financiado previamente. Ninguno habría invertido directamente en Infinite Reality.

Lux Capital confirmó que su única inversión fue a través de Drone Racing League, en 2016. CAA y Exor —cuyo logotipo aparecía mal en el sitio web de Infinite Reality— evitaron hacer comentarios. Un inversor, que pidió no ser identificado, aseguró que su firma se enteró de la adquisición recién después del cierre y que Infinite Reality nunca respondió a los correos ni a las consultas de auditoría. El resto de los llamados "inversores de primer nivel" se negó a hablar con Forbes o directamente no contestó los pedidos de comentario.

La página de inversores del sitio web de Infinite Reality desapareció luego de que Forbes comenzara a contactar a los fondos de capital riesgo y a los inversores que figuraban allí.

Hay mucho humo y espejos. Infinite Reality promocionó "grandes logros" junto al club de fútbol británico Manchester City durante una junta de accionistas. Pero un vocero del club le envió un correo a Forbes en el que aclaró que Infinite Reality no es un "socio ni proveedor oficial" y que "no tiene ningún otro vínculo con el club". En realidad, un contratista externo contrató a Thunder Studios —filial de Infinite Reality— para una "pequeña parte" de un proyecto que incluía a varios socios.

Cuando le pidieron que explicara los datos financieros que respaldan la valuación de su empresa, John Acunto respondió: "Déjame ayudarte a entender el dos y dos, y luego podrás descifrar el cuatro". Luego habló de una "colaboración estratégica de cinco años" con Google, que —según él— "jugó un papel importante en la valoración".

Repitió esa afirmación durante la conferencia de inversores en febrero, donde le dijo al público: "Estamos impulsando Gemini", en referencia al sistema de inteligencia artificial de Google.

Pero la versión de Google es distinta. La compañía le dijo a Forbes que Infinite Reality es simplemente un cliente de Google Cloud.

Incluso dentro de Infinite Reality hay dudas. Rodric David —cofundador, accionista y exmiembro del directorio— presentó una demanda en diciembre para exigir la entrega de documentos financieros. Quería entender cómo se calculó la valuación de la empresa y verificar si se estaba cumpliendo con las normas de gobierno corporativo.

Entre los documentos solicitados figuran dos bonos entregados a los accionistas el 1 de octubre, con valores de US$ 1.000 millones y US$ 2.500 millones, respectivamente, además de detalles sobre la inversión de US$ 350 millones realizada en julio por una oficina multifamiliar.

El caso fue desestimado en marzo. David le dijo a Forbes que Acunto se comprometió a enviarle la documentación. Espera recibirla porque está buscando vender parte de sus acciones.

Luego de que Infinite Reality se negara a identificar a su nuevo inversor o a revelar su nombre, Forbes se comunicó con Michael Sullivan, socio del estudio jurídico Ashcroft, con sede en Boston. La firma fue fundada por el exfiscal general de EE.UU., John Ashcroft, y figuraba en el comunicado de prensa de Infinite Reality sobre el acuerdo.

En ese comunicado, Sullivan afirmó que el inversor anónimo —cliente de Ashcroft— "quedó particularmente impresionado por lo que considera el producto revolucionario de iR [Infinite Reality]", que ayuda a "empoderar a los usuarios y redefinir la propiedad en la era digital", dijo.

Sullivan negó haber hecho esa declaración o haber participado en la recaudación de fondos por US$ 3.000 millones. "No sabía nada sobre la ronda de financiación ni sobre el anuncio que la acompañó", escribió en un correo enviado a Forbes en marzo. "La cita del comunicado de prensa no era mía. De hecho, no la revisé ni la aprobé cuando se publicó por primera vez, y se lo dejé claro a varias personas", añadió.

En un correo posterior, Lori Day —socia gerente del estudio Ashcroft— confirmó que su "cliente transfirió un total de US$ 3.360 millones a Infinite Reality", y mencionó la existencia de recibos de transferencias bancarias, aunque se negó a mostrarlos a Forbes. También aclaró que la firma "no asesoró a nuestro cliente sobre estos acuerdos ni sobre la transacción en sí".

Ashcroft, como es lógico, no tiene la obligación legal de comprobar la validez de los recibos ni de confirmar que la transferencia efectivamente se haya realizado. Tampoco tiene que verificar si su cliente cuenta con los fondos necesarios para ejecutar ese tipo de operaciones. Su único deber es representar los intereses de quien lo contrató, que, según parece, le pidió al estudio que validara públicamente la supuesta inversión.

La única declaración atribuida al inversor anónimo fue la que leyó Amish Shah, cofundador y director comercial de Infinite Reality, durante la junta de accionistas de febrero. Según leyó Shah, el anonimato buscó evitar "distracciones innecesarias" para la empresa. "Les deseo que sepan que mi confianza en la junta directiva y el equipo ejecutivo es inquebrantable, y siempre estoy disponible a través de los canales adecuados para contribuir a las discusiones estratégicas o brindar apoyo financiero adicional según sea necesario", declaró.

No está claro cuánto de los US$ 3.360 millones que se anunciaron durante el último año sigue disponible para la compañía. "Está en una cuenta en el extranjero y estamos esperando transferirlo a Estados Unidos... Ese efectivo estará disponible y en Estados Unidos este mes", aseguró en marzo un ejecutivo de Infinite Reality, quien pidió no ser identificado porque no tenía autorización para hablar sobre temas financieros.

Minutos más tarde, cuando le repreguntaron, dijo: "Deberíamos tener más de US$ 800 millones disponibles en Estados Unidos en nuestra cuenta bancaria".

Cuando Forbes consultó si la empresa ya había utilizado parte de esos fondos, Gillian Sheldon, jefa de comunicaciones de Infinite Reality, respondió por escrito que la empresa "empezó a aprovecharlos".

Esto le vendrá bien a Infinite Reality, que todavía enfrenta demandas por falta de pago. La más reciente se presentó en marzo de 2025 y fue iniciada por otro contratista. La denuncia apunta a una deuda de unos US$ 200.000 que, según el reclamo, la empresa y su filial Drone Racing League no pagaron, pese a que las facturas datan de entre noviembre de 2024 y marzo de 2025.

Mientras tanto, Infinite Reality continúa cerrando nuevas compras y usándolas para inflar su valuación. A mediados de abril, la empresa anunció una nueva adquisición: un acuerdo por US$ 500 millones para quedarse con Touchcast, una startup neoyorquina que desarrolla widgets y avatares web con inteligencia artificial para clientes como Accenture. Según comunicó la propia empresa, esta operación llevó su valuación a US$ 15.500 millones.

Infinite Reality todavía enfrenta una demanda presentada por la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) en febrero. El regulador sostiene que la empresa no respondió a una citación que exigía la entrega de estados financieros para respaldar una valuación anterior de US$ 1.850 millones, vinculada a una fusión vía SPAC que luego se canceló.

"La Comisión obtuvo información que indica que ciertas personas y/o entidades podrían haber hecho, o estar haciendo, declaraciones falsas sobre hechos relevantes, además de omitir información importante para los inversores", dijo un abogado de la oficina regional de la SEC en Boston, en la presentación del caso.

El vocero de Infinite Reality, Gillian Sheldon, respondió por correo a Forbes: "No hay ninguna acusación de que alguien haya violado la ley, incluso en Infinite Reality. Estamos cooperando con la investigación de la SEC. Una vez que cumplamos con la citación, esperamos que el pedido sea desestimado".

La valuación de Infinite Reality podría ponerse a prueba en los próximos meses, a partir de un acuerdo que habilita a los inversores a comprar y vender acciones a través de Nasdaq Private Markets, una plataforma para operar con acciones de empresas que no cotizan en bolsa.

Durante la reunión de febrero, Amish Shah aseguró que la compañía ya había despertado "algo más de mil millones de dólares en interés" y que la negociación comenzaría en marzo. Sin embargo, un accionista dijo que, a mediados de abril, todavía no había podido vender ninguna acción.

"Es raro", opinó Ed Zimmerman, abogado especializado en inversiones en startups del estudio Lowenstein Sandler, en relación con la valuación de la empresa. "Pero quizá sea la mejor empresa del mundo", concluyó.

 

 

Nota publicada por Forbes US