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Millonarios

Jugó 10 años en la NBA, pero se hizo multimillonario vendiendo comida rápida: la historia del legendario Junior Bridgeman in

Jabari Young

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De figura en la cancha a ser un magnate de los negocios, el exjugador de Milwaukee Bucks convirtió su visión como empresario en una fortuna. Con un imperio en la industria alimenticia y una exitosa incursión en el embotellado, su patrimonio hoy rivaliza con el de las grandes leyendas del deporte.

13 Febrero de 2025 17.30

Es una tarde de viernes en noviembre. Junior Bridgeman comienza recordando su etapa en la NBA. Este hombre, quien en su momento fue traspasado a los Milwaukee Bucks a cambio del legendario Kareem Abdul-Jabbar, hoy tiene 71 años y recorre su oficina en Louisville, Kentucky. El lugar está lleno de fotografías, obras de arte y recuerdos de sus días como jugador, cuando fue uno de los sextos hombres más dominantes de la liga. Se recuesta en su silla y deja que la emoción lo invada. Sabe que el momento del retiro se acerca una vez más.

"Probablemente, ya es hora", le dice a Forbes mientras observa la réplica del anillo del Super Bowl que le regalaron los Kansas City Chiefs en 2020. "El tiempo pasa factura. Mirás a tu alrededor y te das cuenta de que tu tiempo, el tiempo en el que tenés influencia, en el que realmente estás involucrado y con energía, ya pasó".

Pero Bridgeman sigue enfocado en sus negocios y conserva su amabilidad como anfitrión. "¿Están listos?", pregunta antes de ofrecer un breve recorrido por su sede. Al pasar junto a las placas de premios de Coca-Cola y Wendy's, señala un retrato único del Dr. Martin Luther King, confeccionado con botones de teclado antiguos. Cerca, un pequeño espejo invita a los visitantes a tomarlo y pararse frente al retrato para ver reflejadas las palabras del icónico discurso I Have a Dream.

Al final del pasillo, una sección está dedicada a Nelson Mandela. Allí se exhiben pinturas que el líder sudafricano realizó mientras estaba en prisión y una foto de los Nueve de Little Rock, firmada por los nueve estudiantes negros que en 1957 se convirtieron en los primeros en integrar la Escuela Secundaria Central de Little Rock, escoltados por la Guardia Nacional.

Pero nada significa más para Bridgeman que su estantería, repleta de libros que lo han inspirado a lo largo de los años. Entre ellos se encuentran Good to Great, de Jim Collins; Outliers, de Malcolm Gladwell; The One Minute Manager, de Ken Blanchard y Spencer Johnson; y la crónica de Porter Bibb sobre la carrera de Ted Turner, It Ain't As Easy As It Looks.

Si su nombre te suena familiar, es porque debería. Bridgeman fue la octava elección del draft de la NBA de 1975—el mismo en el que David Thompson, miembro del Salón de la Fama, fue seleccionado en el primer puesto—y llegó a los Milwaukee Bucks en el traspaso que envió a Abdul-Jabbar a los Lakers. Se destacó como un formidable sexto hombre, mucho antes de que la liga creara un premio para ese puesto.

Tras retirarse luego de 12 temporadas—10 de ellas en Milwaukee—y sin haber ganado más de 350.000 dólares por año como jugador, Bridgeman construyó un imperio en el negocio de la comida rápida. En su punto más alto, en 2015, llegó a tener más de 500 franquicias de Wendy's, Chili's y Pizza Hut. Un año después, vendió la mayoría de sus restaurantes por una cifra estimada en 250 millones de dólares y usó las ganancias para convertirse en distribuidor de Coca-Cola, operando en un territorio que abarca tres estados.

En los últimos ocho años, logró triplicar los ingresos de su negocio embotellador hasta alcanzar casi 1.000 millones de dólares en 2023. Hoy, Forbes estima que su patrimonio neto asciende a 1.400 millones de dólares.

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Ese nivel de riqueza personal ubica a Bridgeman en la élite de la NBA: solo otros tres jugadores han logrado convertirse en multimillonarios: Michael Jordan, Magic Johnson y LeBron James (Tiger Woods es el cuarto deportista profesional en alcanzar ese estatus). Sin embargo, a diferencia de esas cuatro superestrellas, Bridgeman lo consiguió por el camino más difícil, sin demasiada fanfarria ni la exposición mediática que suele acompañar a los grandes nombres del deporte.

"No perdió el tiempo pensando solo en el básquet", le dice LeBron James a Forbes. "Siempre tuvo una mentalidad empresarial. Obviamente, amaba el juego porque llegó [a la NBA]. Pero luego utilizó todos los recursos, los medios de comunicación, las conexiones, a su favor y construyó una cartera increíble".

Isiah Thomas, miembro del Salón de la Fama del Básquet y contemporáneo de Bridgeman en la liga, necesita apenas una palabra para describirlo: "Legendario", dice el dos veces campeón de la NBA. "Es la verdadera historia de éxito. Un pionero y un gran hombre de negocios".

Hijo de un trabajador de una fábrica de acero y de una madre ama de casa, Junior Bridgeman creció en East Chicago, Indiana, durante la década del 50. Recuerda haber tenido una infancia en un barrio diverso, con vecinos de distintos orígenes, entre ellos croatas, serbios, yugoslavos e hispanos.

Para ganarse la vida, su padre tenía varios empleos: además de trabajar en la siderurgia, hacía changas limpiando bares y lavando vidrieras. Todas las mañanas, a las 4:30, Junior y su hermano mayor eran despertados para ayudarlo antes de ir a la escuela. Esos trabajos le dejaban a su padre apenas 7,50 dólares por semana, y la rutina se extendió hasta el tercer año de Bridgeman en la secundaria.

"Lo odiaba", confiesa.

Sin embargo, esa experiencia le dejó una fuerte ética de trabajo, y sus padres le inculcaron el respeto y la dignidad al tratar a los demás. También le impusieron una regla inquebrantable: "Si te unías a un equipo, no podías renunciar", recuerda.

Bridgeman puso a prueba esa norma cuando se presentó a las pruebas para el equipo de fútbol americano de la escuela. Logró entrar, pero no jugó ni un solo snap en toda la temporada. Pasó el año entero en el banco, soportando el frío extremo.

Al año siguiente, dejó el fútbol y se destacó en el básquet. Su talento le valió una beca en la Universidad de Louisville, donde, con su 1,96 m de altura, fue elegido Jugador del Año de la Conferencia del Valle de Missouri en 1974 y 1975.

Unas semanas después de ser seleccionado en primera ronda del draft por Los Angeles Lakers, fue traspasado a los Milwaukee Bucks en el histórico intercambio por Kareem Abdul-Jabbar, una operación que marcó el destino de ambas franquicias.

La temporada siguiente, cuando Don Nelson —futuro miembro del Salón de la Fama y segundo entrenador con más victorias en la historia— asumió como técnico de los Bucks, convenció a Bridgeman de adoptar el rol de sexto hombre. Nelson había ocupado ese mismo puesto en los Boston Celtics, donde ganó cinco títulos, y le aseguró a Bridgeman que su papel sería clave en un equipo con aspiraciones de campeonato.

Bridgeman nunca ganó un título en la NBA, pero aprovechó su tiempo en la liga para diseñar un plan de cara a su futuro después del básquet. Recibió valiosos consejos de negocios del entonces dueño de los Milwaukee Bucks, Jim Fitzgerald, quien lo convenció de invertir en una empresa de cable que estaba en pleno crecimiento. Bridgeman aceptó y destinó 150.000 dólares a la operación durante los siguientes cinco años.

Cuando Fitzgerald finalmente vendió la empresa, unos años después, Bridgeman recibió alrededor de 700.000 dólares, más del doble de lo que había ganado en la mayoría de sus temporadas en la NBA durante la década del 80. Además, Fitzgerald le dejó una lección que nunca olvidaría: "Si vas a entrar en el mundo de los negocios, solo tendrás dos problemas: gente y dinero".

Y lo descubriría de la manera más dura.

En 1987, con la ganancia inesperada que obtuvo de la venta de la compañía de cable, Bridgeman decidió incursionar en el negocio de las franquicias de comida rápida. Junto con el exjugador y entrenador de la NBA Paul Silas, invirtió cerca de 100.000 dólares en un local de Wendy's en Brooklyn. Sin embargo, la falta de experiencia les jugó en contra. "Pasamos por todo lo que conlleva no saber", admite Bridgeman.

Apenas un año después, un incendio terminó de hundir el negocio. Silas decidió retirarse del acuerdo, dejando a Bridgeman solo para reconstruir la franquicia. Lejos de rendirse, se propuso aprender todo sobre la industria desde adentro. Se metió en el campo de entrenamiento del restaurante y trabajó en varios puestos, incluso como cajero en el autoservicio durante la hora pico del mediodía. "Si querés tener éxito", asegura, "es mejor que conozcas todos los aspectos" de tu negocio.

Para 1989, Bridgeman ya había reconstruido y vendido el Wendy's de Brooklyn. Luego del incendio, la cadena de comida rápida le ofreció un trato: comprar cinco locales en problemas en la región de Milwaukee por 150.000 dólares cada uno. Cuando se hizo cargo, solo una de las tiendas generaba un promedio anual de 800.000 dólares en ventas, cuenta Bridgeman. Para que el negocio fuera rentable (lo que requería ingresos cercanos al millón de dólares por tienda), puso en marcha una agresiva estrategia de marketing local: hizo publicidad en televisión y radio, y hasta repartió personalmente cupones entre potenciales clientes.

Funcionó, pero lo que realmente marcó la diferencia fue el cambio de cultura dentro de los restaurantes.

"Es verdad el viejo dicho: 'A la gente no le importa cuánto sabés hasta que sabe cuánto te importa'", dice Bridgeman.

Para demostrar que se preocupaba, comenzó a contratar a exconvictos en sus franquicias y, en muchos casos, los ayudó a retomar los estudios. Incluso llegó a sacar de la cárcel a algunos empleados cuando se metían en problemas. También impulsó a los trabajadores de nivel inicial a convertirse en gerentes y se apoyó en uno de los muchos libros de negocios de su biblioteca: Raving Fans, de Ken Blanchard, que le enseñó valiosas lecciones sobre el servicio al cliente.

"Leí ese cuando estábamos tratando de averiguar cómo [atraer] más gente al negocio de los restaurantes", cuenta Bridgeman. "¿Cómo hacer que la gente quiera venir a tu restaurante?"

Distribuyó el libro entre sus gerentes para que mejoraran sus habilidades en la atención al cliente y, al mismo tiempo, convirtió su empresa en un verdadero espacio de segundas oportunidades. Con su enfoque, mostró un interés genuino en mejorar la vida de las personas mientras hacía crecer su negocio.

La filosofía de trabajo en equipo de Bridgeman dio sus frutos. Durante las dos décadas siguientes, su imperio de restaurantes creció hasta alcanzar unas 520 franquicias, generando un total de 500 millones de dólares en ingresos en su punto máximo, en 2015.

"Tenías que lograr que [la gente] comprendiera y creyera que te preocupabas por ellos", dice Bridgeman. "Una vez que llegabas a ese punto, se preocupaban por el negocio. Una vez que eso sucedía, todo lo demás eran dólares".

Después de vender la mayoría de sus franquicias en 2016 por un valor estimado de 250 millones de dólares, Bridgeman apuntó aún más alto. Ese mismo año, compró la embotelladora Heartland Coca-Cola, con sede en Kansas, por aproximadamente 290 millones de dólares, y el momento no podría haber sido mejor. Esto se debe a que Coca-Cola había adquirido recientemente su mayor embotelladora, Coca-Cola Enterprises, por 12.300 millones de dólares y estaba en proceso de reducir su presencia.

Hace un siglo, en Estados Unidos había alrededor de 1.000 embotelladoras de Coca-Cola. Hoy, ese número es inferior a 100.

"Es un gran negocio si podés conseguirlo", afirma Charlie Higgs, analista de productos de consumo de Redburn, con sede en Londres. En 2024, agrega, las embotelladoras de Coca-Cola registraron ventas minoristas globales por 280.000 millones de dólares.

Higgs también destaca cómo Bridgeman, quien posee el 100% de Heartland, logró aumentar sus ingresos a lo largo de la última década expandiéndose a Illinois, Iowa, Kansas, Missouri y Nebraska. Hoy, Forbes estima que Heartland genera casi mil millones de dólares en ingresos anuales y que su valor, después de la deuda, ronda esa misma cifra. Además, las participaciones de Bridgeman en Coca-Cola probablemente valgan aún más. En 2018, el empresario también adquirió una participación minoritaria en el negocio canadiense de embotellado de la compañía, controlado por el multimillonario canadiense Larry Tanenbaum, dueño de los Toronto Raptors de la NBA y los Maple Leafs de la NHL.

A pesar de su incursión en el negocio del embotellado, Bridgeman no abandonó por completo el rubro gastronómico. Su familia todavía mantiene participaciones mayoritarias en 160 franquicias de Wendy's y en 70 restaurantes italianos de Fazoli's, que, según Forbes, tienen un valor combinado de 100 millones de dólares, incluyendo los bienes inmuebles que son propiedad de Bridgeman.

Además, diversificó aún más sus inversiones al meterse en el negocio de los medios. En 2020, compró las revistas Ebony y Jet por aproximadamente 14 millones de dólares.

En septiembre pasado, el exsexto hombre de la NBA volvió a la liga con otro rol: adquirió un 10% de su antiguo equipo, los Milwaukee Bucks. Forbes estima que Bridgeman, como socio limitado preferente, obtuvo un descuento del 15% y pagó cerca de 300 millones de dólares por su parte en la franquicia.

Aunque su carrera en la NBA terminó hace casi 40 años, una de las prioridades de Bridgeman sigue siendo cuidar al equipo que trabaja con él hoy. Alrededor de las 11:30 de la mañana, un chef personal prepara comidas frescas para las personas clave de su empresa. Ese día, el menú de brunch incluye tortillas hechas a pedido, gofres de suero de leche, panceta crocante y salchichas cocinadas a la perfección.

"¿Qué simboliza eso?", se pregunta Charles Grantham, exdirector ejecutivo de la Asociación Nacional de Jugadores de Básquet (NBPA), de la que Bridgeman fue presidente a fines de los años 80. "Me da a entender que se sentó, lo pensó y dijo: 'Bien, ¿cómo voy a alentar a las personas a que sean lo mejor que puedan ser? Tengo que mostrar cierta preocupación, algo de cuidado e interés en tenerlos. Incluso si eso significa traer un chef personal todos los días'".

Hoy, la mayor preocupación de Bridgeman es asegurar el futuro financiero de su familia. Después de haber construido un imperio lucrativo, que ahora está dirigido principalmente por sus hijos, sabe que pronto llegará el momento de retirarse, esta vez definitivamente. A lo largo de los años, la familia Bridgeman celebró numerosas reuniones de planificación patrimonial, y él insiste en que no renovará sus puestos en la junta directiva. Su plan es alejarse de la atención pública en el corto plazo.

Más allá de su familia, hay una última misión que quiere cumplir. Como dueño minoritario de los Bucks, busca transmitir su visión empresarial a una nueva generación de talentos de la NBA, tal como Fitzgerald hizo con él.

"Ellos pueden hacer lo mismo", dice Bridgeman. "Estos muchachos que hoy en día tienen mucho dinero probablemente tengan demasiadas personas que se les acerquen para pedirles que inviertan en esto, en su entorno o en quien sea que sean sus influencias fuera del juego", agrega. "Sólo quiero que vean todo eso de otra manera".

Bridgeman es consciente de que su inversión en los Bucks pronto aumentará de valor, sobre todo cuando la liga sume dos nuevos equipos, muy probablemente en Las Vegas y Seattle. Se estima que el precio de ingreso a la NBA, monto que se dividirá entre los propietarios de las 30 franquicias, oscilará entre 5.000 y 6.000 millones de dólares.

"Eso me parece una locura", admite Bridgeman. "[Larry Tanenbaum] me dio muchas ideas sobre lo que le espera a la liga en el futuro", explica. El año pasado, la NBA firmó un nuevo contrato de medios por 77.000 millones de dólares. Además, mantiene un negocio de 5.000 millones en China y una liga en África valuada en 1.000 millones de dólares.

Para Bridgeman, ser dueño de una franquicia deportiva profesional es un negocio tan sólido como el de una embotelladora de Coca-Cola. "Nadie quiere salir", sostiene. "Simplemente lo transmiten a sus descendientes".


 

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