Alguna vez, supo ser el jardín de uno de los tenistas más grandes de todos los tiempos. Roger Federer jugaba allí como si estuviera en el patio de su casa. Años de supremacía sobre el verde césped de Wimbledon dan fe de lo que el suizo, uno de los deportistas mejores pagos del mundo, llegó a hacer sobre el único Grand Slam que se juega sobre pasto.
Ya el torneo de tenis más antiguo del mundo, nacido en 1877, es también para muchos el más grande por tradición, porque probablemente se hayan disputado en sus pistas los más épicos duelos de la historia (aún recordamos la final Nadal–Federer de 2008) y porque el silencio reinante en la court central pone los pelos de punta.
Este año, el certamen londinense, que va a celebrar su edición 135, sumó aún más atractivo porque cuenta con la presencia de Rafa Nadal, ausente en las últimas convocatorias y con opciones de victoria, y con Serena Williams, la gran campeona estadounidense que cumple 41 años el próximo septiembre y que regresa a la competición individual gracias a una invitación del All England Club.
La vencedora de 23 grand slams (siete de ellos, Wimbledon), opta a volver a ganar el torneo que más dinero va a entregar en toda la historia del deporte: unos 49 millones de dólares. El campeón y la campeona se llevarán lo mismo: US$ 2,5 millones cada uno. Y, seguramente, les veremos recoger la copa dorada y el Plato Venus Rosewater los próximos 9 y 10 de junio con un buen reloj en la muñeca.
Los grandes tenistas suelen firmar con las marcas de reloj más prestigiosas para ser sus embajadores. Serena lo es de la enseña suiza independiente Audemars Piguet, y la última vez que ganó Wimbledon, en 2016, lo hizo con un Royal Oak Offshore en oro rosa con diamantes y correa de caucho. Lo cual no es habitual, porque a la hora de jugar los deportistas prefieren las muñequeras. Se ajustan el reloj en las ruedas de prensa posteriores y en las entregas de trofeos.
La marca que más posibilidades tiene de salir invicta de Wimbledon en el cuadro femenino es Rolex. Por la sencilla razón de que patrocina a la mayor parte de las tenistas, amén de ser cronometrador oficial del certamen. No en vano, la relación de la enseña de la corona con el tercer grand slam de la temporada se remonta a 1978.
Garbiñe Muguruza lo ganó en 2017 con un Rolex en la muñeca. Un Datejust de acero inoxidable con brazalete Jubilee. También la zurda suiza Angelique Kerber, quien alzó el plato en 2018. La actual número uno del mundo, la polaca Iga Świątek, dominadora en este 2022 con seis títulos hasta la fecha, buscará una tercera victoria de grand slam tras vencer a la también imagen de Rolex Cori (Coco) Gauff en Roland-Garros a principios de junio.
La canadiense Bianca Andreescu, la suiza Belinda Bencic, la francesa Caroline Garcia y la letona Jelena Ostapenko también representan a Rolex y disputarán Wimbledon a partir de hoy. Mientras, la japonesa Naomi Osaka, embajadora de Tag Heuer, no estará presente. Hace un año, la entonces número dos del mundo se retiró de Roland–Garros y anunció que se tomaba un periodo de descanso.
Otra tenista de renombre, la checa Karolína Plíšková (número siete en el ranking de la WTA), es amiga de una firma relojera. En concreto, de Hublot, y desde 2017. Bajo el paraguas de esta marca también se halla la rumana Simona Halep. A la española Paula Badosa (número 4) todavía no le hemos visto asociarse a una marca de relojes de prestigio. Suponemos que no por mucho tiempo.
*Con información de Forbes España.