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Grand Theft Hamlet. FOTOS: Difusión
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Qué ver: Grand Theft Hamlet, simulaciones y arte entre disparos y Shakespeare

Matías Castro

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Un documental inglés creado por un par de actores sin trabajo muestra cómo se expanden los límites de la virtualidad y trae, involuntariamente, una teoría popularizada por Elon Musk

28 Marzo de 2025 09.04

Hay quienes están seguros de que vivimos dentro de una simulación, como los personajes de Matrix, pero sin saber qué hay fuera de ese espacio virtual. Otros no están totalmente seguros de esa idea, pero afirman que es una posibilidad bastante cercana. Uno de estos últimos es Elon Musk a quien la película Grand Theft Hamlet, disponible en Mubi, menciona por otros motivos e involuntariamente le da la razón.

El desafío digital

Grand Theft Hamlet es un documental atípico. Transcurre enteramente dentro del mundo online del juego Grand Theft Auto, o GTA, por lo que sus escenarios son virtuales y sus personajes son avatares digitales. Su historia trata de los intentos y reintentos de dos actores y realizadores por representar Hamlet dentro de ese mundo virtual con una troupe de voluntarios, que no son otra cosa que jugadores que acuden a las convocatorias que realizan mediante el sistema del juego y de Twitch. 

Sam Crane y Mark Oversteen son dos actores británicos que se quedaron sin trabajo durante uno de los bloqueos de la pandemia, lo que los llevó a encerrarse en el mundo virtual del juego. Mientras vagan por ese gigantesco mundo virtual de la ciudad de Los Santos, una suerte de representación ultraviolenta de Los Ángeles en la que la consigna es cometer actos delictivos y resistir lo máximo posible antes de que la policía te agarre, encuentran un anfiteatro. 

Si bien no lo dicen literalmente, al llegar ahí se paran sobre un escenario dentro de otro que es el juego. En ese sitio es donde se preguntan si será posible representar a Shakespeare dentro del GTA. Y en ese concepto del escenario dentro del escenario es donde surgen los planteos más interesantes de la película.

Crane y Oversteen lanzan la convocatoria a participantes de su futura producción teatral. El primer resultado que consiguen es poco alentador porque se presentan nada más que un par de personas. A esto se suma la dificultad de que están en un espacio en el que circulan otros jugadores disparando, golpeando y matando al azar, por lo que sus avatares mueren y reinician una y otra vez. 

Sin embargo, siguen adelante. Buscan voluntarios y voluntarias que representen los distintos personajes. También intentan agendar ensayos. Los lugares de encuentro dejan de ser el anfiteatro y pasan a ser otros en la ciudad virtual, un edificio, una oficina, una estación de subte, un avión... no hay límites en este mundo, tal como dicen al comienzo de la película. ¿O si los hay? Para su propuesta, parece haber muchos.

Todo resulta insólito, hilarante y, por momentos, absurdo, debido a las mismas características del juego. Una actriz puede usar el avatar de un personaje masculino totalmente tatuado que solo viste jean y galera, un actor puede usar un avatar que es una suerte de lagarto antropomórfico, otro llega mediante el personaje de una mujer grandota con elementos estrafalarios y así continúan los ejemplos. 

Los movimientos de los personajes apenas se corresponden con lo que harían los actores en la vida real, ya que obedecen a las acciones que permite el juego: esgrimir un arma y apuntar, lanzar golpes, saltar, bailar y mover la boca cuando el jugador o jugadora hablan por el micrófono (la comunicación entre ellos se hace mediante un chat de voz). Sobra decir que nadie representará los papeles de la obra de Shakespeare tal como debería ocurrir en una puesta tradicional. 

Grand Theft Hamlet. FOTOS: Difusión
Grand Theft Hamlet. FOTOS: Difusión

Dramas auténticos

Con todo y frente a las dificultades que impone el juego, la producción consigue avanzar. Parece haber complicaciones por todas partes y, al mismo tiempo, posibilidades infinitas. Por ejemplo, uno de los actores acostumbra a llegar a los ensayos en un jet de guerra. 

"Es como montar Shakespeare con millones de dólares. Es como si cualquier cosa fuera posible", dice emocionado uno de los realizadores cuando el proyecto empieza a tomar forma después de mucho trabajo. Y continúa: "Es como si Elon Musk decidiera montar una nueva versión de Shakespeare en Los Ángeles. Solo así, quizás, se podría igualar esto en el mundo real".

El mundo real entra al mundo virtual, cuando se presenta Pinny Grills, la esposa de Sam Crane. Ella es realizadora audiovisual y les ayuda a desarrollar el proyecto. Pero, además, su presencia agrega una cuota de drama ya que discute con Crane, quien se deja absorber cada vez más por el proyecto e incluso se olvida del cumpleaños de ella. La discusión, por supuesto, se da por medio de los avatares. 

Hay un interesante artículo del filólogo catalán Fernando Oliva, titulado "El mundo entero es como un escenario" en el que habla sobre el concepto de representación de la vida a través de las obras del dramaturgo británico. 

"Para Shakespeare, el teatro no es más que una metáfora de la vida", afirma Oliva. Por su parte, Elon Musk, en una de sus varias entrevistas en el podcast de Joe Rogan, se refiere a la posibilidad de que nuestro mundo sea una simulación y para argumentar la posibilidad de eso, se remite a que las películas, para él, son simulaciones de la realidad. Luego habla de universos paralelos y de otros temas aledaños que no vienen al caso. 

Para el filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard, la realidad ha sido reemplazada por simulacros, o representaciones. Aunque lo afirmó en los años setenta y en alusión a una gran cantidad de fenómenos de nuestro mundo, no necesariamente a la virtualidad, lo cierto es que la simulación y la realidad siguen ahí, caminando juntas hasta este documental y mucho más allá. 

En su artículo, publicado en la revista digital La Puñalada, Oliva citaba el siguiente fragmento de Como gusten

El mundo entero es como un escenario; 

mujeres y hombres no son más que actores,

todos tienen sus entradas y salidas.

Y durante su vida, una misma persona

puede representar muchos papeles.

A medida que transcurre Grand Theft Hamlet y uno empieza a aceptar a esos avatares y ese mundo virtual, comandados por personas que hablan, sienten, se frustran, se enojan y tienen un objetivo común, la línea entre la simulación y la realidad se desdibuja. ¿Esto que veo es real? Si, lo es. Tan real como puede serlo una obra de teatro.

Es tan real que la película ganó el premio a la puesta en escena más innovadora en los Stage Awards de Londres en 2023. 

Por supuesto que la película no está pensada para reflexionar sobre la naturaleza de nuestra realidad. La iniciativa nace de un grupo de actores con un proyecto infrecuente y más dificultoso que una obra tradicional. Pero es muy significativo llegar a la conclusión de que la ejecución de una obra virtual en un mundo virtual interminable, es más compleja que una representación real. 

¿El mundo virtual gana peso frente al real? Ahí están los que defienden a capa y espada la idea de que, efectivamente, vivimos en una simulación. El documental A glitch in the matrix, los entrevista y les permite arrojar sus argumentos contundentes, muy relacionados con algunas de las hipótesis que lanzaba Musk

Sea como sea, vivamos o no en una simulación, nos las hemos arreglado muy bien para crearla y meternos en ella. Lo que demuestran en Grand Theft Hamlet es que, en un mundo de píxeles, en el que mandan la violencia, el dinero y los impulsos más básicos en forma de caos, el arte puede abrirse camino para darle forma a una comunidad y expandir los límites de la virtualidad.

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