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Código Negro. Fuente: Difusión
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Qué ver: Código negro y Presencia, claves para salir de la zona de confort entre espías y un fantasma

Matías Castro

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El prestigioso director Steven Soderbergh y el taquillero guionista David Koepp estrenaron dos películas en apariencia muy distintas, pero que apuestan a objetivos similares.

11 Abril de 2025 09.18

La salida de la zona de confort es algo tan mencionado como difícil de ejecutar. También es algo idealizado cuando, en realidad, construir y sostener una zona de confort puede ser una meta valiosa que requiere años de vida y trabajo duro. El director Steven Soderbergh y el guionista (y a veces director) David Koepp han salido de esa zona y, a la vez, han construido la suya propia. El ejemplo de esto se refleja en sus dos recientes colaboraciones estrenadas que se estrenaron casi en simultáneo y que se pueden ver todavía en cines y en video on demand. 

Código negro es una película de espías, elegante y con un elenco impecable que incluye a figuras de porte como Cate Blanchet y Pierce Brosnan. Presencia, por otro lado, es una historia de fantasmas, en realidad de uno solo, sin estrellas, salvo por Lucy Liu. 

Menos, es más, dice la regla. En este caso, esa regla es la zona de confort con la que Soderbergh y Koepp construyeron las dos películas. Desde el punto de vista económico, ese menos le genera un problema a una y una fortaleza a la otra. Código negro es una película costosa, que tuvo US$60 millones como presupuesto que no se notan en pantalla. Presencia costó US$2 millones y no necesita más para funcionar impecablemente.

Sin embargo, el signo de menos aplicado a lo narrativo, es una fortaleza para ambas. Y eso las hace pararse por mérito propio en medio de la andanada de estrenos que recibimos semanalmente.

Desde lo formal, ambas son impecables. Por un lado cumplen con reglas y puntos clave de sus géneros, el de espías y el de fantasmas, y por otro los tratan con libertad y los hacen suyos.

Las historias

Código negro comienza con un largo plano secuencia que sigue al personaje de Michael Fassbender, un oficial de inteligencia británica, que se adentra en un club nocturno para encontrarse con un contacto. Esa persona le avisa que, dentro de su grupo hubo una filtración que permitió el robo de un software peligroso, llamado Severus. Una de las personas sospechadas es la esposa de Fassbender, también agente, interpretada por Cate Blanchet. 

Código Negro. Foto: Difusión
Código Negro. Foto: Difusión

Presencia empieza también con un largo plano secuencia que arranca desde el interior de un armario y recorre una casa en penumbras, vacía. Es la mirada de un fantasma, un espíritu o presencia, que está solo o sola. Al día siguiente, una agente inmobiliaria le muestra la casa a una familia, que decide comprarla de inmediato, siempre ante la mirada de esa presencia. Poco después de la mudanza, el fantasma escucha hablar a los padres sobre un trauma que enfrenta la hija, la muerte de una tal Nadia. Acto seguido, descubre a la hija llorando sola, en su cuarto.

En Código negro, a raíz del dato de que se filtró información, Fassbender y su esposa organizan una cena en la que reúnen a sus compañeros sospechosos. Él no le cuenta que ella es una de las sospechosas, pero sí le anticipa que drogará a los otros cuatro para que suelten la lengua. Las miradas cómplices entre Fassbender y Blanchett hablan sobre su relación, lo impoluto, elegante e impecable de su forma de ser y su hogar expresan también que tienen una forma de ser en común que los une estrechamente.

La droga, por supuesto, hace sus efectos y causa varios problemas entre los invitados. En los siguientes días, esto tendrá consecuencias en forma de una cadena de sospechas, acciones y reacciones entre todos. Lo que en una película de James Bond o similar sería acción, suspenso, tiros y situaciones ambientadas en varios países, aquí es un drama manejado con pulso y tensión. 

En Presencia, el fantasma es testigo de las diferencias internas de la familia. La madre tiene una mayor cercanía y confianza con su hijo, mientras que confía en que la depresión de su hija es pasajera. El padre quiere a toda costa buscar ayudas para el ánimo de su hija. El fantasma, con pequeños gestos, se acerca a ella y muestra una actitud protectora sin que nadie lo perciba directamente. Lo que en otras películas sería mostrado como una presencia sobrenatural, amenazante, aquí se convierte en la enternecedora mirada de un personaje invisible, del que no sabemos nada, pero con cuya soledad empatizamos.

Presencia. Foto: Difusión
Presencia. Foto: Difusión

Carreras entre la comodidad y la incomodidad

La zona de confort para Soderbergh y Koepp estaría en los géneros de estas dos producciones: el cine de espías, las películas de casas embrujadas. El escape de esa zona lo plantean en el enfoque que les dan a sus historias. 

La de espionaje es, en definitiva, una historia sobre fidelidad marital. La de fantasmas es un drama familiar sobre el duelo. Nada de eso impide que aparezcan los recursos que corresponden a los géneros, como la vigilancia satélites y los ataques por drones en Código negro o los médiums que aportan información sobre la presencia sobrenatural en Presencia

La sutileza es el punto en común para ambas películas. No hay obviedades, hay información justa con la que el espectador entra a la trama y a la vida de esos personajes. En ese sentido, el director y su guionista saben lo que hacen luego de tres décadas de carreras muy dispares, pero igualmente respetadas. 

La lista de guiones previos de Koepp (que en otros casos también ha dirigido) es impresionante en cuanto a éxitos taquilleros: Jurassic Park 1 y 2, La guerra de los mundosMisión: ImposibleSpider-Man (2002), las últimas dos de Indiana Jones y Mortdecai, entre muchas otras. Todas ellas, de alguna manera, apuestas seguras en cuanto a que fueron producciones a gran escala con mucho impulso de grandes estudios de Hollywood en combinación con directores y estrellas. 

Si se quiere, en ninguna de esas películas escritas por Koepp había sutilezas ni desafíos evidentes a las convenciones de los géneros. 

Soderbergh tiene una carrera un tanto distinta. Irrumpió en el panorama en 1989 con su película de bajo presupuesto Sexo, mentiras y video. Gracias a ella se convirtió en el director más joven de los que habían sido nominados en la historia del prestigioso festival de Cannes. El film, además, es considerado el puntapié que inició la ola del nuevo cine estadounidense de los años `90, cuyo máximo exponente era Quentin Tarantino. 
La suerte de Soderbergh fue desigual y su carrera decayó en esa década, entre fracasos de taquilla y cuestionamientos de la crítica. De algún modo, se las arregló para resurgir en el año 2000 manteniendo criterios de cierta independencia, cuando dirigió la exitosa Erin Brockovich. De ahí en más, continuó balanceándose entre proyectos chicos y películas cargadas de estrellas e impronta visual muy elaborada (Traffic, la trilogía de La gran estafaContagio y las tres Magic Mike).

Soderbergh, sin embargo, ha sido fiel a su espíritu de inquieto cineasta independiente con un equilibrio entre esa categoría de películas y otras producciones más experimentales. En lo que va del siglo, entre aquellos éxitos citados, filmó, por ejemplo, dos largometrajes con un iPhone y algunas otras películas que tenían un presupuesto de poco más de un millón de dólares (cifras similares al costo de muchas películas del Río de la Plata). También incursionó en la televisión, con series como la excelente The knick

Aunque las fechas de estreno local no necesariamente se correspondan con las fechas de producción o los años de estreno original, lo cierto es que han sido años productivos para la dupla de director y guionista. Hubo una fuerte continuidad entre sus colaboraciones. Además de estas dos películas, en 2022 estrenaron Kimi, un thriller con Zoe Kravitz que se puede ver en Max. 

Los riesgos que corrieron con Código negroPresencia han sido distintos. 

Presencia. Foto: Difusión
Presencia. Foto: Difusión

La primera recaudó en salas un poco más de la mitad de su costo. La segunda fue un éxito si se tiene en cuenta su recaudación y su bajísimo presupuesto. Es claro que, para alcanzar al gran público, la historia de espías necesitaba más que estrellas lustrosas, sino que también debía apelar a los recursos más convencionales. La historia de fantasmas, también hubiera necesitado ser contada de una forma más convencional (por ejemplo, como Actividad paranormal) para alcanzar la masividad, pero no necesitaba que tanta gente la viera para recuperar su presupuesto. 

Ni Koepp ni Soderbergh hacen cine de espaldas al público. Conocen su oficio, las reglas de la narrativa y las claves de los géneros, pero aquí eligen contar con total libertad historias sólidas que compensan al espectador, pero que no lo empalagan ni lo menosprecian. Solo le piden tiempo a cambio del que le dan obras sólidas. Y ahí está el último de los atributos positivos a destacarles, cada una dura noventa minutos. Cabe agradecer, entonces, que en medio de la industria estadounidense, hay autores que, incluso después de haber hecho extensos blockbusters, saben medirse y entregar obras justas. 

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