Qué ver: Civil war, ficción especulativa para la era de las grietas
El británico Alex Garland retrata una hipotética guerra secesionista en Estados Unidos a lo largo de un viaje un tanto distinto a lo que el cine suele proponer

Cada año, antes o después de los premios Oscar, críticos y críticas de cine publican sus propias listas de las películas que deberían haber sido nominadas. En algunos casos, esas listas son una expresión de esnobismo, al incluir títulos raros y de difícil acceso. En otros, se trata de buenos aportes para descubrir más cine. Este año con frecuencia se leyeron comentarios en torno a la película Civil war, de Alex Garland (disponible en Max), que no recibió ninguna nominación

A priori, desde su estreno en cines en 2024, se esperaba que, cuando menos, fuera nominada por su guion o la actuación de su protagonista, Kirsten Dunst. Tenía, para ello, unos cuantos puntos a favor. Una actriz fuerte en un papel duro, Dunst. Un director y guionista respetado, Garland. Un tema de actualidad, nuestras sociedades polarizadas. Y otro factor que suele asociarse al prestigio y la supuesta importancia de una película o serie de televisión, periodistas como protagonistas.

Nada de eso movió la aguja y, sin embargo, desde lo que se llama ficción especulativa, la película resuena ante la realidad en la que vivimos

El viaje

En concreto, Civil war trata sobre cuatro periodistas que recorren Estados Unidos en medio del conflicto que bautiza la película. Se trata de una guerra de secesión en la que los estadounidenses se parten en dos grandes bandos, las fuerzas occidentales y las leales al presidente. El objetivo de estos periodistas es llegar a Washington para entrevistar al presidente, un político que va por su tercer mandato y que afirma estar ganando el conflicto a pesar de que la realidad evidencia lo contrario.

Kirsten Dunst interpreta con convicción a una fotoperiodista curtida en frentes de batalla, mientras que Wagner Moura encarna a un colega más entusiasta, adicto a la adrenalina del combate. A ellos dos se suman otros dos. Cailee Spaney (la elegida por Fede Álvarez para protagonizar Alien Romulus), quien encarna a una joven con muchos deseos por aprender junto a ellos las durezas de su oficio. Y el personaje de Stephen McKinley Henderson, un periodista de la vieja escuela que oficia como la voz de la razón en el grupo. 

Civil war. Fotos: Difusión

Alex Garland, quien empezó su carrera como novelista en los noventa (La playa), siguió como guionista (28 días después y muchas más) para finalmente convertirse en director, toma un par de decisiones algo arriesgadas en estos tiempos. A la hora de contar esta guerra civil, evita dar detalles sobre sus motivos y características; solo nos muestra que los estadounidenses se han armado y dividido en dos bandos. Y cuando pone a periodistas como protagonistas, evita escribirles discursos obvios y grandilocuentes sobre ética o el rol de la prensa en estos tiempos de divisiones.

Cuando se estrenó The Blair witch project, en 1999, un comentario de la crítica en el semanario Brecha elogiaba como algo verosímil (de una película de terror) el hecho de que, ante el miedo, la protagonista se aferraba a lo único que podía hacer, que era filmar y registrar absolutamente todo. Se aferraba a un impulso y a una suerte de misión documental. En Civil war, los protagonistas viven una pulsión similar, fotografía tras fotografía, del horror al espanto y de ahí al miedo extremo, pero siempre avanzando y adentrándose en zonas cada vez más hostiles. 

Esta convicción crece mucho en el personaje de Cailee Spaney, quien va perdiendo la inocencia a medida que enfrenta situaciones terribles en las que se cuestiona lo que debería hacer como fotoperiodista. Y también se refleja a través de sus colegas a lo largo de toda la secuencia final.

Explicaciones y verosimilitudes

Una encuesta en 2022 realizada por la empresa YouGov y The Economist había revelado que el 43% de los estadounidenses creían que el estallido de una guerra civil era bastante probable en la próxima década. No parecía disparatado. Después de todo, el mundo había visto cómo el 6 de enero de 2020 el Capitolio era tomado por una horda de gente convencida de que Donald Trump era el presidente legítimo y que las elecciones habían sido fraguadas.

Sin decirlo ni mostrarlo con obviedades, Civil war evoca a esa situación. También remite a una versión extrema de lo que podría ocurrir con la división en nuestras sociedades, en las que woke, fascista, comunista y libertario se han vuelto etiquetas para agredir y separar, usadas tanto por la gente de a pie como por los políticos más estridentes. Sociedades en las que, recordemos, una estrategia política creciente en varios países ha sido la de autodefinirse no mediante ideas elaboradas, sino hacerlo por oposición a un supuesto enemigo, causante de todos los males, al que hay que derrotar. 

Garland ha comentado que esta película complementa otra que él escribió y dirigió, Men, de 2022. Era una película de terror weird en la que una mujer, tras un episodio de violencia doméstica, se mudaba a un pueblito en el que descubría que todos los hombres tenían la misma cara. En ese caso, la lectura primera sobre el tema de la violencia de género era superada por un final extremadamente extraño, surrealista y una última escena abierta a interpretaciones. 

Civil war. Fotos: Difusión

En Men, que tuvo una circulación más limitada, Garland le decía al espectador: "Te regalo mi obra, ahora es tuya para que la digieras como quieras". Si bien en Civil war ofrece más información y un final completo y bastante literal, también expresa algo similar. Apuesta a evitar lo obvio y a ponerse de un lado o del otro. Solo importa la misión de filmar el conflicto, contar un largo y duro trayecto hasta la Casa Blanca y por eso no es casual que sus protagonistas sean fotógrafos.

De hecho, en ciertas escenas omite mostrar cómo se resuelve alguna situación y apela a elipsis en las que el espectador debe aceptar que se resolvió algo, o imaginar cómo sucedió. Puede resultar desconcertante cuando Garland lo hace (pocas veces) pero se trata de un recurso a tono con el concepto de la película. Lo interesante, es que de esa manera evita caer en un mensaje moral obvio sobre qué cosas podrían estar llevando por mal camino a nuestras sociedades.

En cierta forma, recuerda a La carretera, la película postapocalíptica protagonizada por Viggo Mortensen, basada en una novela de Cormac McCarthy. En ese caso, el foco estaba en la supervivencia y en cómo los seres humanos se convertían en enemigos. El fin del mundo solo se representaba como grandes incendios que arrasaban con todo, sin más explicación, lo cual era una gran imagen para expresar cómo podemos sentir el mundo actual, si nos ponemos lentes muy negros. 

Civil war. Fotos: Difusión

Hace pocas semanas, el crítico Namwali Serpell escribió en el New Yorker una columna de opinión llamada "El nuevo literalismo que es plaga en las grandes películas de hoy". En ella daba numerosos ejemplos de películas muy populares y a veces prestigiosas, desde Gladiador 2 hasta Anora Emilia Pérez, en las que se incluyen diálogos que expresan lo que en imágenes ya es obvio. El crítico reflexionaba sobre cómo la expresión cinematográfica se volvía redundante mediante personajes que dicen en voz alta aquello que se ve, ya se entendió y que a veces nos estalla ante los ojos.

Ese "nuevo literalismo" no trata sobre literatura, sino sobre una suerte de inseguridad ante la capacidad de atención del espectador promedio. Capacidad de atención que no tiene por qué ser muy distinta a la que tiene el grueso de quienes trabajan en cine. Civil war deliberadamente escapa a ese fenómeno. Pagó su precio, ya que no fue un éxito masivo en cines ni fue nominada a los Oscar (aunque fue finalista), pero dejó un buen reflejo sobre estos tiempos como obra que es una ficción distópica, una historia de periodistas y, a la vez, una película de guerra.