En 2019, el periodista estadounidense Tom O`Neill publicó su libro CHAOS: Charles Manson, la CIA y la historia secreta de los sesenta. Seis años después, el prestigioso documentalista Errol Morris estrena en Netflix un documental hecho a partir de su investigación. En 2016, el autor británico John Le Carré, mundialmente conocido por sus documentadas novelas de espionaje, publica una autobiografía llamada The pigeon tunnel. Tres años más tarde, Errol Morris lo entrevista para hacer un documental que se estrenó hace pocos meses en Apple TV+.
La coincidencia de la disponibilidad de estas dos películas en streaming da una buena oportunidad para acercarse a un documentalista de referencia, cuya filmografía se extiende hasta principios de los ochenta. También es una chance para ver cómo se rompe, con inteligencia y calidad, el paradigma de que un documental debe ser una representación objetiva de la realidad. Y, por supuesto, ofrece la oportunidad de conocer alguna arista nueva sobre el caso de Manson y saber intimidades sobre el famoso novelista de La casa rusia y Tinker, tailor, soldier, spy, entre otras.
Dramatizando para documentar
¿Qué tienen en común CHAOS y The pigeon tunnel? Nada en sus temáticas, salvo el uso de dos recursos propios de Morris y que son fundamentales para entender algunos conceptos del universo de los documentales.
Por un lado está el estilo de conversación intimista y cuestionador de Morris, que tiene mucho que ver con el Interrotron, un dispositivo de filmación que él patentó para lograr entrevistas más cálidas. El Interrotron, que funciona con dos cámaras y dos pantallas interconectadas, permite que entrevistador y entrevistado hablen cara a cara, con intimidad, sin dejar de mirar a cámara.
Y por otro, como sello característico de Morris, están las recreaciones históricas.
Hasta 2003, las recreaciones realizadas para un documental solían ser vistas como un recurso barato y tendencioso, propio de producciones del History Channel. Ese fue el año en que Morris ganó un Óscar por su documental The fog of war, en el que entrevistaba largamente a Robert McNamara, secretario de defensa de EEUU durante la guerra de Vietnam. Al mismo tiempo que hablaba con él, recreaba situaciones históricas con actores. El tono que Morris aplicaba para dirigir las entrevistas y los resultados logrados con el Oscar y la difusión internacional, le dieron una pátina de legitimidad a las recreaciones que incluía.
En estos dos nuevos documentales apela también a la recreación de eventos, pero de dos maneras distintas.
La recreación en el documental sobre Manson se ejecuta mediante una marioneta que, a su vez, maneja otras marionetas. Es una opción estética que evita a los actores, en la que la marioneta representa, más bien, la tesis que sostiene el periodista Tom O`Neill, el autor del libro sobre el que se basa la película.
En The pigeon tunnel, la representación se hace con actores y recrea, principalmente, hechos de su vida. En cualquiera de los dos casos, el recurso se emplea para ejecutar una vieja regla cinematográfica: mostrá, no cuentes.
Para el mundo del documental, la discusión se puede rastrear hasta 1922, cuando el realizador Robert Flaherty estrenó Nanuk, el esquimal. En lugar de contar cómo Nanuk perforaba el hielo para pescar, lo mostró en acción. La polémica estalló cuando se supo que Flaherty no había registrado eso, sino que lo había escenificado. ¿Documentaba realmente esa vida que, en aquel entonces, parecía tan exótica? En realidad, ilustraba la narración construida sobre datos reales.
La confianza de Morris
Mostrar, antes que contar, es una regla muy útil para películas de ficción. El impacto de que un actor o actriz se detenga a relatar un hecho que le sucedió a su personaje puede ser mucho mayor si ese hecho se muestra ante las cámaras, es decir, si se recrea. En la ficción, por otra parte, esto puede ir de la mano con el riesgo de sobreexplicar algo ya entendido o incluso de subestimar al espectador.
En el documental, se dice que una reconstrucción puede flechar la pretendida veracidad y objetividad de la obra. Eso Morris lo tiene muy claro, a la vez que explora la polémica sobre si existe la objetividad o no, acompañando sus trabajos con muchos documentos y filmaciones de archivo.
"Si los dos viéramos el mismo accidente, tendríamos versiones distintas. ¿Cuál es la verdad? La verdad es subjetiva", le dice John Le Carré a Morris. Suena a perogrullada, pero en el contexto de lo que cuenta Le Carré y del enfoque de Morris, tiene otra dimensión.
En The pigeon tunnel el novelista ofrece una de las pocas entrevistas no publicitarias que ha dado y se abre bastante sobre su vida personal, su infancia y la figura de su padre, aunque explícitamente se niega a hablar sobre sus relaciones de pareja. Apenas comenta, con una sonrisa que, "como te imaginarás, no fueron sencillas".
En CHAOS, Morris no puede entrevistar a Manson, por razones obvias, por lo que su interlocutor es el periodista Tom O`Neill. El tema del que se habla es la hipótesis de que los asesinatos ordenados por Manson en Los Angeles en 1969 fueron una suerte de consecuencia no buscada de la llamada Operación CHAOS (por eso el título del documental va en mayúsculas) y sobre todo del programa MK Ultra, ambos de la CIA. En la operación la CIA espiaba internamente los movimientos de protesta y en el programa Ultra se experimentaba con LSD y otras técnicas para desarrollar métodos de control e interrogación.
El vínculo entre Manson con el MK Ultra y CHAOS es puesto sobre la mesa por el autor del libro a través de las sospechas que generan las actividades y actitudes de Jolly West, el agente que estaba encargado de supervisar las varias libertades condicionales que tuvo antes de los asesinatos que le dieron fama.
Morris no se compromete con esta hipótesis de O`Neill, solo la muestra, relata y reconstruye lo que el periodista sostiene, hasta que formula un cuestionamiento que la pone en duda.
Ahí es donde aparece el punto interesante de Morris y su estilo.
Las preguntas
Una de las características de Morris es que se permite hablar, cuestionar a su entrevistado, cuestionarse a sí mismo e incluso que su entrevistado lo cuestione. No abunda en palabras, lanza comentarios, preguntas o apuntes breves. Él no es el protagonista, lo sabe, pero está presente, también lo sabe.
En CHAOS habla muy poco, pero en se permite hacerlo más y consigue una conversación íntima y muy interesan con John Le Carré, en la que el intercambio de dudas y cuestionamientos es grande.
"¿Quién sos?" le dice Le Carré al principio, "Porque he visto muchos de tus trabajos y a veces sos una figura espectral, a veces sos Dios y a veces estás presente. Necesitaba saber con quién estaba hablando."
Además de ponerlo en cuestión, el novelista también está pintando las distintas formas de trabajo de Morris y cómo este tiene conciencia de que el espectador también necesita saber quién le está hablando desde la dirección del documental. No se trata de un ente frío, objetivo y racional, sino de un ser humano que se cuestiona, cuestiona y decide qué contar y qué dejar fuera.
Más adelante en la película, Le Carré cuenta sobre cómo delató a un compañero de Oxford que era infiltrado soviético, argumentando que estaba del lado equivocado en el marco de una guerra. Entonces, Morris le pregunta "¿Sabés si tú realmente estabas del lado correcto?" y el escritor le responde "No, por supuesto que no lo sé".
En el tiempo de la posverdad y de las afirmaciones rápidas de redes sociales, preguntas y respuestas de ese estilo se vuelven particularmente valiosas. Actitudes como la de Errol Morris, al menos las que muestra en cámara, se convierten casi en ejemplares. No hay hechos absolutos, hay reconstrucciones y relatos. Los documentales, por más información que traigan, por más cerebrales que sean, no dejan de ser narraciones construidas sobre hechos reales.
Morris no se pone de un lado o del otro, ya que en ninguno de los casos se trata necesariamente de juzgar a su entrevistado. Su objetivo es enfocarse en un tema, elaborar un diálogo y reconstruir una historia partiendo de la honestidad de que quien la hace es tan humano como quien la mira.