No existe una fórmula mágica para tener hijos exitosos, ya sea en el ámbito académico, profesional, deportivo o personal. Sin embargo, Michele Borba, psicóloga educativa y experta en crianza, detalló qué actitud deben asumir los padres para aumentar las probabilidades de lograr este objetivo: ser optimistas.
Nuestras creencias y actitudes se transmiten a nuestros hijos, expresó en diálogo con CNBC. Si el pesimismo siempre se acumula y se vuelve personal, permanente o generalizado, les roba a nuestros hijos la esperanza, añadió.
En la actualidad, según Borba, la mayoría de los padres no cree que la generación de sus hijos sea mejor que la de ellos, por la inestabilidad económica y social global, el cambio climático y, en algunas regiones, la inseguridad. En consecuencia, se podría crear una profecía autocumplida.
Básicamente, una visión optimista de la vida y el futuro puede ayudar a los más pequeños a prosperar, mientras que la negatividad generalizada puede hacer que pierdan el interés y la esperanza, lo que ocasiona que alcanzar una vida feliz y exitosa sea todo un desafío.
De acuerdo a Borba, el optimismo influye positivamente en la mente de los niños, ya que comienzan a ver los problemas como obstáculos a superar, en lugar de excusas para evitarlos y seguir en la zona de confort, que muchas veces es contraproducente.
Cuando los padres se preocupan constantemente por las malas noticias todos los días, sus hijos tienden a mostrar más ansiedad y estrés, explicó la psicóloga. Creo que es una de las razones por las que estamos viendo una crisis de salud mental tan grande en nuestros niños, indicó.
En cambio, si los adultos responsables se muestran positivos e ignoran con sensatez las malas vibras, sus niños podrán manejar los altibajos de la vida sin perder la esperanza.
Esa es probablemente una de las correlaciones más altas de éxito, relató Borba, y agregó: Es un niño que dice: 'Seguiré intentándolo y seguiré haciéndolo'... En lugar de: '¿Por qué debería molestarme e intentarlo?'.
No obstante, la experta aclaró que no se trata de ser poco realista o ciego ante la realidad, sino de reconocer cuándo un comportamiento aumenta la ansiedad y no caer en él en exceso. La realidad a la que nos enfrentamos es: es un mundo difícil e impredecible, sentenció.