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Estuvo presa por traficar heroína en EE.UU, fue actriz y hoy cuenta su experiencia en la cárcel en un libro

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Después de mucho tiempo, Sandra Ramón se animó a escribir el libro “La heroína de mi vida soy yo”. A lo largo de 164 páginas, la autora cuenta cómo un narcotraficante, abusando de su desesperación por salvar a la empresa familiar de la quiebra, le ofrece transportar dos valijas con 2 kilos de heroína (que en realidad era 8) desde Cali hasta Nueva York.

16 Febrero de 2023 16.45

“Pensé tocar el cielo con las manos al elegir una ruta corta y 'fácil' que me llevaría al éxito, y lo que terminé tocando fueron las rejas de una cárcel”, la escalofriante frase forma parte de “La heroína de mi vida soy yo”, el libro publicado por la escritora colombiana Sandra Ramón.

Aunque parezca que se trata del título de una típica novela, “La heroína de mi vida soy yo” es ni más ni menos que la autobiografía de la mujer de 43 años, que a los 22 aceptó una propuesta indecente de un narcotraficante que la llevó a la cárcel de Estados Unidos por 36 meses.

Todo comenzó cuando la oriunda de Cúcuta (ciudad límite con Venezuela), siendo niña, se enteró que su hermano mayor había muerto en un accidente aéreo. Con él se había ido el sueño de Sandra de montar una empresa para salir de pobres. Aunque años después, otro de sus tres hermanos siguió el legado y la creó. Esa misma empresa que para la familia Ramón significó honrar la memoria de quien había fallecido, se encontraba en bancarrota y ya habían agotado los pocos recursos para el salvataje.

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Desde lo más profundo de su ser, Sandra sintió que no podía dejar que la empresa familiar presentara quiebra. Entre la desesperación, inexperiencia e inocencia, la bella joven decidió acceder a algo que nunca se le había pasado por la cabeza: transportar droga en avión desde Colombia a Estados Unidos. Pero no cualquier droga y a cualquier destino: eran dos kilos de heroína a Nueva York, ciudad en donde recibiría el dinero, salvaría a la empresa y seguiría con su vida. Algo tan fácil como el libreto de las series que había visto por la TV.

Pero la travesía desde Cali no tenía nada que ver con las ficciones. Apenas descendió del avión, “¡Welcome to the United States!”, le dijo la oficial de policía del aeropuerto John F. Kennedy. Sin embargo, el alma se le cayó al piso a Sandra, cuando la funcionaria policial leyó en el pasaporte que venía por solo 15 días con dos valijas repletas, “Check your bags” (chequeen sus maletas), ordenó.

la heroina de mi vida soy yo archivos - Asuntos de Mujeres

La angustia había comenzado. “Me quedé pasmada. Mi corazón no paraba de latir a millón y a los pocos segundos, como en las películas, llegó una manada de no sé cuántos policías. ¡Eran muchos! Me esposaron y entré en un estado de shock total. No escuchaba nada, solo me repetía: esto es una pesadilla, esto no está pasando”, rememora poniéndose seria.

El hombre del negocio ilícito le había confiado a Sandra que como “mula” llevaría dos kilos de heroína (droga opioide proveniente de la morfina) en sus maletas. Un kilo en cada una de ellas. A cambio recibiría 45 millones de pesos colombianos. Pero todo era mentira. Cuando la detuvieron en el aeropuerto de Nueva York y le abrieron las maletas, ella se enteró que le habían metido ocho kilos, nada más y nada menos. Ocho kilos que la sentenciaron a 36 meses de prisión en el país extranjero. “Al principio de la causa, mi abogado llegó a decirme que podía llegar a estar recluida unos 20 años”, revela la carceriana.

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Claro que quince de esos treinta y seis meses, la colombiana la pasó mal, sin siquiera ver la luz del sol”. Otra parte de la condena la cumplió en una cárcel más grande de Florida, en donde pudo trabajar y socializar con las buenas amistades que forjó entre rejas.

En esa parte aprendió inglés, trabajó, creció y se fortaleció mentalmente. Había una iglesia, patio, sitio para trotar y cancha. La situación al menos era digna. No obstante, el sitio, donde había 1200 mujeres, era dominado por las reclusas negras norteamericanas. Al respecto, Sandra reconoce que allí, como latina, fue víctima de racismo y discriminación.

Un día de 2005 las carceleras le dijeron a Sandra Ramón que quedaba libre. Que agarrara sus pocas pertenencias y abandonara la prisión. No lo podía creer. La libertad volvía a ser su compañera. Sin muchos prolegómenos, regresó a Colombia. La experiencia vivida no fue fácil. Pero se reinsertó en la sociedad. Entre otras cosas, trabajó 16 años como actriz en varias series, telenovelas y películas.

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Para su sorpresa, en “Montecristo”, el director Unai Amuchástegui le asignó el papel de una mujer que estaba presa en Estados Unidos por haber llevado droga en su maleta, y que tenía que enfrentarse al hombre que la involucró en ese delito.

Hace dos años, telefoneó a su representante y le dijo que abandonaba el mundo de la actuación para crear la Fundación Reprograma tu corazón, una institución sin fines de lucro que trabaja por las mujeres víctimas de violencia de género, maltrato físico, sexual, económico, patrimonial, discriminación y exclusión.

La mala decisión de ser “mula” en la juventud le llevó mucho tiempo superarlo, hasta que se sentó a escribir el primer capítulo de “La heroína de mi vida soy yo”. Eso fue catártico y terapéutico, pero también le destapó muchas heridas. Heridas no se había preocupado por sanar hasta que pasó por una relación “tóxica”, con un hombre. Y que antes de eso, nunca había pensado en buscar ayuda profesional. “El encierro en la cárcel me dejó muchas enseñanzas. ¿La mayor? Ser más consciente en las decisiones”, concluye Sandra Ramón.

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