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El desierto de moda: adrenalina sobre las dunas de Perú, una zona que crece con la llegada del turismo

Soledad Vallejos

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Situada a unos 260 kilómetros de Lima, en la península de Paracas hay de todo: desierto, playas de mar azul, hoteles y una gran diversidad biológica de la que forma parte una fauna de más de 1500 especies.

2 Marzo de 2024 09.00

"Ya no me peleo más con el tránsito". Mario Vera es categórico, y suelta la frase en medio de un breve descanso del paseo -o mejor dicho de la aventura-, a bordo de unos tubulares, o areneros, especialmente adaptados por Vera para navegar sobre las dunas a máxima velocidad. El tubular va casi tan al ras de la arena como si fuera una tabla de surf adherida a la ola, y en cada descenso hay arenga, gritos de emoción y también de miedo. Vera gira la cabeza, pide pulgares levantados en gesto de aprobación y acelera para tomar una curva bien pronunciada en la cresta de una duna. Más gritos, más arengas. Así son los días de Vera, y de los turistas que no paran de llegar a la Reserva Nacional de Paracas, en el departamento de Ica, al sur de Perú. 

"La gente no sabe que hay un desierto así en Perú", dice Vera mientras el sol se pone y el grupo disfruta del descanso sobre la arena. Y cuando dice "así", este hombre de 67 años, oriundo de Lima, pionero de esta actividad en la zona se refiere a uno de los desiertos más secos del planeta, que a diferencia de otros tiene un clima agradable durante todo el año y está muy cerca de las aguas azules del mar Pacífico, en una de las áreas protegidas de Perú que se destacan por su riqueza natural, y que se convirtió en una gran apuesta para impulsar el turismo sostenible en la región.

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Situada a unos 260 kilómetros de Lima, en la península de Paracas hay de todo. Hay desierto, hay playas, hay infraestructura hotelera y una gran diversidad biológica de la que forma parte una fauna de más de 1500 especies entre mamíferos, reptiles, aves y peces, y que se puede ver -o al menos una muestra de este universo- en un viaje en lancha por las Islas Ballestas, donde aparecen las familias de lobos de mar, los pelícanos que sobrevuelan el agua o los pingüinos de Humboldt. 

Sus playas también son una rareza, porque según el plancton marino de cada lugar, el agua del mar varía de azul oscuro a turquesa. 

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El guardián del desierto

Por su cercanía con la capital peruana -el trayecto puede demorar un poco más de tres horas en auto- y por su riqueza natural, la reserva de Paracas recibe cada vez más visitantes. De hecho, hoy es una de las apuestas del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo para diversificar la oferta más allá de otros destinos clave como Cusco, las ruinas de Machu Picchu y la celebrada oferta gastronómica de Lima, premiada a nivel mundial y con restaurantes que desde hace años están entre los mejores 50 del mundo. 

Con todo esto en mente, el registro de visitantes de la península viene en crecimiento, y las inversiones millonarias en infraestructura también. Podría decirse que Mario Vera, entonces, fue un visionario. Llegó a la zona hace unos 30 años, y junto con la mujer que en ese momento era su esposa comenzaron de a poco. "Empezamos en un hotel que ya no existe más, que cerró luego de los daños que recibió por el terremoto que hubo en Pisco, en 2007 -recuerda Vera-. Yo fabricaba estos tubulares, que son escarabajos [el mítico auto de la marca Wolkswagen] con la idea de que alguien los comprara. La intención era que la gente se animara a dar una vuelta para promocionarlos. Pero nunca vendí ninguno -dice entre risas-. Hoy, la actividad con los buggies o areneros es muy común en Ica, pero en aquel momento no lo hacía nadie", asegura Vera, que no solo creó la empresa de excursiones Adrenarena sino que, desde hace unos años, es dueño de unas 1500 hectáreas de este desierto, lo que permite que su actividad sea exclusiva. 
 

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Brindis bajo las estrellas


Otra de las ventajas del desierto que reina en la península de Paracas es su clima. Siempre es templado, entonces las excursiones se realizan sin problema los 365 días del año. "Hacemos paseos, eventos, fiestas para cien personas y la gente se puede quedar a dormir. Hay muchos pedidos de casamiento en el desierto, festejos de aniversario y regalos de cumpleaños", cuenta Vera, que es economista y apasionado de los autos. 

Con respecto a la escudería que recorre el desierto, Vera explica que los vehículos que utiliza son los clásicos escarabajos reformados. "Se llaman tubulares, porque reemplazamos la carrocería por una estructura de tubos, que reduce hasta en un 50 por ciento el peso del vehículo y le da una mayor seguridad. Las llantas también son más grandes para mejorar la tracción en la arena", argumenta el piloto.
 

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"Nunca es la misma duna"


Vera conoce el desierto como alguien puede caminar a oscuras por su casa. Sin embargo, las dunas no permanecen inalterables como los muebles, dice el hombre. "Gracias al viento las dunas nunca son las mismas. Cambian constantemente, las huellas se borran fácil y las travesías jamás son iguales. Conozco el terreno, pero todos los días es un camino distinto", señala con cierto orgullo. Además de líder del equipo de conductores de Adrenarena, Vera es multifunción. Organiza rastrillajes semanales de limpieza, organiza las tareas en los preparativos de los eventos y hace de fotógrafo en medio de las excursiones, con postales inolvidables donde se ve la puesta de sol en medio del desierto peruano.  

Vera trabaja y viven en medio de las dunas, y a pesar de que la competencia ahora es más grande, con mucha oferta turística sobre todo en la Laguna de Huacachina, algo así como un oasis en medio del desierto y rodeada de comercios, restaurantes, bares, discotecas y hostels, a las arenas de Vera llegan visitantes todos los días. Belgas, canadienses, norteamericanos, colombianos, venezolanos y argentinos, entre otros. "Los belgas, venezolanos y colombianos alucinan con el lugar -señala Vera-. Todos se sorprenden pero ellos quedan boquiabiertos", apunta el emprendedor. 
 

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Regalo sorpresa

Algo de eso les sucedió a la pareja conformada por Génesis Hung y Julio Skotiuk, oriundos de Venezuela. Los dos están fascinados con la excursión, agotados de tanta adrenalina. Pero aún les queda lo mejor, ya que su actividad no termina luego del vértigo con los tubulares sobre las dunas. Ellos se quedan a dormir en medio del desierto, en un domo especialmente armado para tal fin. Antes, cenarán solos a la luz de la luna. "Es un regalo de aniversario -revela Génesis-. Encontré la propuesta por Instagram y me gustó la idea de los tubulares. A los dos nos gusta el turismo aventura, así que cada vez que podemos nos hacemos alguna escapada", dice ella, que tiene 30 años y es economista, y que por el regalo sorpresa pagó unos 250 dólares, con cena y pernocte incluidos.

El desierto de Vera, entre otras particularidades, también fue escenario de la competencia Dakar 2012. "Vinieron a ver el terreno, los llevé en los tubulares a conocer la zona y les gustó mucho. Acá se armó el campamento y eran unas 2500 personas. Una locura. Pero fue increíble", recuerda Vera. 

 


 

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