“Parecidos pero diferentes”, sostienen Agustín Cairo y Gastón Inglesini, dueños, socios y creadores del proyecto Clorindo, ubicado detrás de la biblioteca Ricardo Güiraldes, en Recoleta.

¿Por qué esa es la definición de su espacio? Porque Clorindo es una cafetería de especialidad, pero con una identidad estética muy particular, ya que homenajea a Clorindo Testa, uno de los arquitectos más importantes de la historia argentina.

Todo arrancó hace un año, cuando Gastón, de 35 años, recibió un proyecto del Gobierno de la Ciudad: convocar a inversionistas para crear espacios gastronómicos en lugares públicos, como las bibliotecas, con el objetivo de revalorizarlas y generar tracción de gente.

Si bien el es empresario, su principal actividad pasa por el rubro inmobiliario, por lo que decidió no encarar el proyecto solo. Y así convocó a su amigo Agustín Cairo, quien ya tiene algo de experiencia en gastronomía: es dueño de The Wine Bar, en Palermo, desde 2020. 

“Al principio pensamos en abrir un segundo The Wine Bar, pero era chico así que optamos por una cafetería de especialidad”, cuenta Cairo, que tampoco es solamente empresario gastronómico y mantiene su actividad principal como cantante de Agapornis.

El espacio, que abrió el 11 de julio, tiene capacidad para entre 80 y 100 personas y un ticket promedio que oscila entre 2000 y 2400 pesos, incluyendo comida y bebida. “Hicimos una bajada estética muy similar a lo que es la obra de Clorindo Testa. Su identidad es el minimalismo, el brutalismo e intentamos representar un poco lo que es su arte arquitectónico”, sostienen.

¿Por qué fue dedicieron homenajear a Clorindo Testa?

“Cuando vinimos acá por primera vez, desde el Gobierno de la Ciudad nos informaron que éste había sido el lugar en el que Clorindo Testa había realizado su última obra: nosotros estamos averiguando cómo fue ese proceso para tener una fuente certera y saber si realmente fue así, o en verdad pertenecía a un súbdito suyo, porque él muere en 2013 y este espacio se realizó entre 2000 y 2003. Entendemos que pudo haber sido algo tedioso para los últimos años de su vida.

Pero sin embargo, y más allá de la duda que falta cotejar, los emprendedores resaltan que cuando fueron a conocer el espacio, “vimos muchos factores que lo vinculan a Clorindo, a pesar de estar deshabitado. Había colores celestes, naranjas y rojos y pensando qué nombre ponerle, y que además está relacionado con el arquitecto, decidimos llamarlo Clorindo”.

Por este motivo, toda la bajada estética y la curaduría que tiene la marca está basada en el minimalismo que el arquitecto de la Biblioteca Nacional y el extinto Banco de Londres y América del Sur, plasmaba en su arte y en sus edificios.

“La ley estética de la marca es una curva, por la primera curva originaria que es la estructural, y después la fuimos representando en muchos lugares, por ejemplo en los bordes de las sillas, las mesas, las tazas, los maceteros, las bandejas que a su vez reflejan el logo de Clorindo, los cubiertos, la estructura de los baños”, manifiestan los socios. 

Clorindo, de 250 metros cuadrados entre cubierto y descubierto, está confeccionado con materiales nobles: hormigón, madera guayubira y hierro, algunos conservados especialmente para reflejar el homenaje a Testa, quien manejaba los materiales en crudo y los dejaba a la vista. 

El café abre de lunes a sábados de 8:30 a 19:30 horas y tiene su propio centro de producción. La carta ofrece pastelería, cookies, alfajores y chipá, entre otros productos. Y remarcan que tienen ensaladas, sándwiches y wraps, “con una vuelta de tuerca y una curaduría para que refleje la misma identidad de marca de Clorindo.Un poco más gourmet, para que atienda las necesidades de la zona y nuestros productos nos diferencien”, relatan los dueños.

Además, el espacio posee unas gradas que dan a un escenario, “porque la marca no sólo incluye al arte plástico y la construcción, sino también a la música, porque estamos muy envueltos. Decidimos conservar las gradas y armar ese escenario para presentar actividades artísticas. En la inauguración hubo poetas recitando y algunas bandas y queremos generar activaciones artísticas para que sea un espacio: no creemos que tenga que ser al paso, creemos en venir a tomarse el tiempo de disfrutar”, continúan Agustín y Gastón.

Por último, y si bien abrieron hace solo un mes, la demanda fue tal que arrancaron con nueve empleados y hoy ya son casi 20 personas trabajando en Clorindo. Eso los motivó a planear un segundo local, también con el mismo concepto de revalorizar espacios públicos. “Será en la Biblioteca Leopoldo Lugones, en Belgrano, donde tendrá un concepto más take away”, finalizan los empresarios gastronómicos.