Vanessa Estol es la primera uruguaya que llegó a la cima del Everest. La aventura comenzó en México, país al que llegó cuando su sueño era impulsar su carrera de modelo y donde continúa viviendo hasta hoy. Pisa suelo uruguayo nuevamente esta semana, para participar de una conferencia organizada por Cacique Group titulada "Entre la guerra y la montaña", junto a Gustavo Zerbino y Esteban Pino.
Tiene 37 años, es psicóloga y cuenta con fortalezas que le permitieron convertirse en emprendedora para poder financiar su proyecto y superar los grandes desafíos que ella llama "fracasos", pese a que no la detuvieron al momento de escalar los 8.849 que hacen a la montaña la más alta del mundo.
¿Cuándo surgió la idea de llegar a la cima del Everest?
Decidí ir al Everest a principios del 2016. En ese momento trabajaba en mi consultorio, acababa de terminar una maestría y trabajaba como investigadora. La idea nace cuando subí una montaña más pequeña en México y después de ver la película Everest, que pese a que es una tragedia, al verla sentí que tenía que ir. Cuando me di cuenta que sería la primera uruguaya en hacer cumbre allí, la motivación fue mayor, obviamente.
¿Cómo fue el proceso de producción de esa experiencia?
Primero averigüé qué condiciones físicas debía tener para ir viendo cómo se adaptaba mi cuerpo a la altura. Vi que recomendaban subir primero el Aconcagua que tiene casi 7.000 metros. El primer año hice tres expediciones internacionales: en Nepal subí una montaña de 6.000 metros, en Bolivia subí tres montañas de 6.000 metros y finalmente fui al Aconcagua, lo subí bien y ahí resolví que definitivamente quería ir al Everest. Antes fui a Manaslu, en el Himalaya, que tiene 8.163 metros.
¿Cómo hiciste para financiar la expedición?
En principio quise conseguir un patrocinio. Pensaba que al ser la primera uruguaya en llegar a la cima del Everest iba a haber empresas que se interesaran en el proyecto. Ese fue mi primer fracaso, porque todos me dijeron que no, Uruguay no tiene sponsors para este tipo de deporte, que no es popular y no aporta visibilidad a las marcas. Me di cuenta que mi camino a la cumbre no sería tan fácil y tuve que cambiar de estrategia.
Dejé mi trabajo como psicóloga para emprender y crear mi propia empresa de expediciones a montañas. Fue un gran desafío, porque no tenía idea de cómo iniciar una empresa y hacía todo, desde las ventas hasta las redes sociales. Afortunadamente fue un comienzo exitoso, aunque en pleno crecimiento vino la pandemia.
A fines de 2019 tenía los US$ 60.000 para la expedición, pero se suspendió por el covid. Mi primer intento iba a ser en abril de 2020 y cerraron Nepal dos semanas antes de que saliera para ahí. Fue una frustración horrible, porque había invertido todo mi dinero y mi tiempo, había entrenado muchísimo y había dejado mi trabajo. En 2021, cuando suponíamos que estaba todo más tranquilo, fuimos al Everest y cuando estábamos a unos 6.000 metros nos empezamos a sentir mal. Bajamos del campo base, nos hicimos pruebas de covid y dimos todos positivo. Con mis amigos de la expedición pensamos qué hacer y resolvimos seguir, solo fuimos unos días a Katmandú a recuperarnos y volvimos a subir cuando ya no había riesgo de contagio.
¿Fue distinto escalar después de haber tenido covid?
Si, muy distinto. Con la altura el cuerpo no se recupera. Tuve tos y vómitos casi toda la expedición. Siento que ahí llevé mi cuerpo al límite, tenía las pulsaciones en 190 y varias veces sentí que me iba a morir. En un momento, llorando le dije uno de mis amigos que me iba a bajar porque sentía que iba a morir. Me dijo: "Apenas estás en un 30% de tus fuerzas, así que levantate y vamos", y seguimos caminando.
Cuando llegamos a los 8.000 metros me sentía mucho mejor, creo que por la motivación, porque veía la cumbre ahí, y sentía que lo iba a lograr. Pero vino un ciclón y el viento de 80 km/h nos rompió las carpas. Pasamos la noche en lo que se llama la zona de la muerte, donde si se permaneces mucho tiempo todas la funciones corporales empiezan a fallar.
No podíamos esperar más porque tampoco teníamos más oxígeno y tuvimos que bajar después de casi dos meses. O sea que escalamos dos meses con covid y cuando estábamos casi por llegar debimos bajar porque el clima no mejoraba y era muy peligroso. Ahí cada miembro de la expedición volvió a su país porque ya no había chances de subir, era el final de la temporada y el clima se pone malo.
La cantidad de obstáculos no pudieron con tu voluntad de llegar a la cima.
La verdad,cuando bajamos de este intento pensé que no iba a volver nunca. Bajé llorando y frustrada porque había perdido todos mis ahorros y por todo el tiempo invertido en ese sueño. Sentía que había agotado mis posibilidades y que no iba a poder intentarlo de nuevo.
¿Cómo seguiste adelante?
Primero tuve que reponerme física y psicológicamente. Por suerte la motivación volvió y ahí tuve que volver a empezar. Trabajé más fuerte en mi empresa para hacerla más redituable, hasta que regresé en 2022 y viví otra montaña. Después del fracaso me di cuenta que el trabajo en equipo es fundamental.
No podes llegar solo a la cumbre del Everest, es necesario apoyarte en tus compañeros.
Para el segundo intento hicimos un grupo con amigos que nos conocíamos de la vez anterior o de otras montañas y hablamos mucho. En total subimos cuatro senderistas más los sherpas que nos ayudaban. La experiencia fue diferente, hubo más motivación y menos sufrimiento. Obviamente tuvimos que trabajar el tema de los miedos porque la última experiencia había sido traumática. Yo me preparé con una psicóloga deportiva y fue una experiencia mucho más fácil.
¿Hay instancias de disfrute durante la subida?
No siento que sea disfrutable. Obviamente, se disfruta el logro cuando termina y te acordás de todo lo que viste. Pero en el momento que vas subiendo hay mucho dolor y preocupación, porque caminar por la montaña es peligroso y complicado.
¿Qué te pasó una vez que llegaste a la cumbre?
Fue duro. Pensé que todo sería felicidad, pero la verdad que fue un poco lo contrario.
Me acuerdo de caminar el último pedacito de cumbre, cuando ya se empiezan a ver las banderas tibetanas, y empezar a llorar, pero porque me estaba cuestionando a mí misma si todo ese esfuerzo había valido la pena.
Creo que en ese momento todavía no podía digerir todo lo que había pasado y tenía sentimientos encontrados. De todas maneras, estaba muy feliz y fue increíble sentarme en la cumbre a ver cómo se ve el mundo desde ese lugar.
Hoy no me arrepiento de haber ido, siento que fue una montaña que me cambió la vida porque más allá del logro de subirla, el camino que tuve que hacer y los fracasos hasta llegar, me enseñaron un montón de mí misma, de mi resiliencia, de lo importante que es trabajar en equipo, pedir ayuda.
Aprendí un montón sobre mis capacidades, no solo físicas, porque antes no sabía que era capaz de emprender, de tener una empresa y tomar decisiones. La montaña cambió la mirada que tenía sobre mí y sobre mis capacidades. Ahora siento que los retos de la vida cotidiana son más manejables y no me dejo agobiar por ellos.
Incursionaste en el mundo de la apnea. ¿Cuál es la diferencia de estar en lo más alto del mundo y en lo más profundo?
Este año me estuve enfocando más a la profundidad, sí. El año pasado descubrí la apnea, una disciplina que me encanta. Estuve en una competencia mundial. Si bien son dos deportes bien diferentes, porque la montaña es un tema más de resistencia física, creo que ambos comparten la parte de trabajar con nuestra psiquis, nuestros miedos y darnos cuenta de lo que somos capaces solo con concentrarnos y estar en el aquí y el ahora.
Son dos deportes que me han servido para regular mis emociones, trabajar en la resiliencia y en lo que uno es capaz de hacer. En este momento los estoy combinando, tengo ganas de seguir compitiendo por Uruguay e ir cada vez más profundo.
También estoy entrenando, porque este año me fue muy bien en la competencia mundial de apnea y tengo ganas de volver el año que viene a las Bahamas a competir. Estaré todo diciembre entrenando para esta competencia.
¿Qué otros planes tenés para 2024?
Quiero hacer un documental para contar sobre mis tres pasiones: la montaña, la apnea y la psicología, y compartir mis aprendizajes. En cuanto a mi empresa, estoy desarrollando un área nueva de experiencias que tienen que ver con outdoor y psicología organizacional. Aprovechando mi carrera en psicología, le diseñamos a otras empresas experiencias con dinámicas para trabajo en equipo e integración del personal.