"De repente el cielo se iluminó", recuerda Yahata sobre aquella mañana de verano. "Si tuviera que describir ese destello de luz ahora, sería como si todo el cielo se hubiera convertido por un instante en una gigantesca luz fluorescente". Con solo ocho años, Yahata se encontraba a 2,5 kilómetros del hipocentro cuando la bomba atómica detonó sobre Hiroshima.
Forbes tuvo la oportunidad de entrevistar a Yahata durante su visita a Buenos Aires, donde dio su conferencia en el marco de la "Exposición sobre las bombas atómicas y la paz de Hiroshima y Nagasaki - Hacia los 80 años desde el bombardeo".
Su relato es un testimonio crudo de la devastación. "El interior de la casa estaba completamente revuelto. Las paredes se habían derrumbado y era una nube de polvo. No veía nada", describe Yahata.
En medio del caos, su madre abrió el armario y sacó una gran frazada: "Su espalda estaba llena de cristales clavados y su blusa blanca teñida de sangre. 'Muramos todos juntos, siempre juntos', con ese grito desesperado, mi madre nos cubrió a toda la familia con esa manta".
Entonces, junto con su familia intentaron evacuar: "Cuando nos acercamos al puente de Koi, me temblaban las piernas al ver la multitud de gente que evacuaba desde el centro de la ciudad", relata. "Esta gente que vivía por el puente, con la explosión, tenían los cabellos erizados, la ropa rasgada, y graves quemaduras en todo el cuerpo. La piel de sus brazos, de sus piernas, desprendida. Colgaba de la punta de los dedos porque no se soltaba de las uñas".
"Caminamos desesperadamente esquivando a esta gente, y era como esquivar fantasmas", añade Yahata, con una voz aún temblorosa al recordar ese momento.
Yahata es una "Hibakusha", término usado para referirse a los supervivientes de los bombardeos atómicos. Como muchos Hibakusha, dedicó gran parte de su vida a compartir su testimonio para concientizar sobre los peligros de las armas nucleares. Este esfuerzo colectivo fue recientemente reconocido con el Premio Nobel de la Paz 2024.
"No tengo grandes poderes, pero creo que lo que puedo hacer hoy, que estoy viva, es seguir comunicando la realidad del bombardeo atómico y enviar señales de alerta a la comunidad en el mundo", afirma Yahata con convicción.
Se estima que aproximadamente 140,000 personas fallecieron hasta finales de 1945 como resultado directo e indirecto de la explosión. De estas, alrededor de 80,000 personas murieron casi instantáneamente.
La bomba, que detonó a 600 metros sobre la ciudad, creó una bola de fuego con una temperatura de varios millones de grados. En el primer minuto después de la explosión, la radiación inicial mató a toda persona dentro del radio de 1 kilómetro desde el hipocentro.
Además, la radiación residual siguió causando efectos: "Entre los supervivientes que ofrecemos testimonio, todos los años fallecen dos o tres de ellos por cáncer, leucemia, y otras enfermedades", señala Yahata.
Un llamado a la acción para líderes mundiales
En diálogo con Forbes, Yahata compartió su mensaje para figuras mundiales como Vladimir Putin, Xi Jing Ping, Volodímir Zelensky, Donald Trump, entre otros: "Los líderes de hoy en día están tratando de resolver los conflictos a través de las armas, de la guerra, de la fuerza. Yo lo que les diría es que primero pregunten al otro, consulten qué es lo que quieren, qué es lo que desean. Que haya un diálogo".
Yahata también busca activamente inspirar a las nuevas generaciones de líderes. "Lo que quisiera es que vengan a Hiroshima, vengan al museo, y vean la realidad de lo que fue el bombardeo atómico. Van a sentir lo que sucedió y entender que no podemos seguir utilizando armas nucleares", expresa con esperanza.
Cuando se le preguntó sobre qué le diría al argentino Rafael Grossi, el Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Yahata respondió: "Ante todo expreso mis respetos ante la labor del señor Grossi. Le solicitaría que avance con su labor del desarme, y transmita la voz del pueblo que ruega por paz. Entiendo que los líderes parecen luchar contra los líderes, y el pueblo es la víctima, con lo cual solicito que también transmita la voz del pueblo".
Mientras el mundo sigue enfrentando tensiones nucleares con las guerras en Europa y en Medio Oriente, la voz de Teruko Yahata invita a la acción: "Incluso cuando nuestros países e idiomas son diferentes, todos vivimos la misma época. Durante los 100 años que dura la vida de una persona, cada día es irremplazable, como el amanecer o la puesta del sol. ¿A quién amas? ¿Y a quién deseas proteger? Tengo verdadero temor de que vuelva a ocurrir algo similar a lo que ocurrió en Hiroshima. Mientras existan las armas nucleares, el riesgo existe siempre".