Estamos viviendo una época sin precedentes, siendo testigos de una aceleración en materia de transformación tecnológica que está impactando en todos los ámbitos de la sociedad. Este impulso hacia la digitalización está reconfigurando las oportunidades, los desafíos y los retos que las compañías tienen que encarar. 

Durante este proceso, se han evidenciado las diferencias en cómo, culturalmente, las empresas abrazan la tecnología. Si bien muchas de estas tecnologías ya estaban en uso hace años, su adopción era más lenta. Sin embargo, la coyuntura forzó a que esa resistencia cultural se rompiera y obligó a muchas compañías a asumir los nuevos paradigmas que se instalaron. 

Más allá de si son o no organizaciones tradicionales, lo importante es analizar qué tipo de equipos tienen esos negocios –si son multidisciplinarios, multiculturales, con diversidad generacional– y cómo todas esas diversidades se unen para liberar un mayor potencial innovador. Gracias a esto es que las empresas son capaces de resistir al cambio y adoptar una conducta disruptiva que abraza los desafíos del mercado.

La digitalización en los procesos de trabajo

Este proceso de digitalización, según revela Gartner, es una prioridad para el 87% de los directores de compañías. Durante esta época de virtualidad, experimentamos un impacto positivo al aprovechar las herramientas para fortalecer nuestras conexiones e interacciones. Sin embargo, estamos en medio de una transición donde debemos comprender el potencial que la tecnología y la virtualidad pueden ofrecer, sin olvidarnos de las interacciones físicas, las cuales podrían evolucionar hacia encuentros más significativos y de calidad.

Por otro lado, no hay que desconocer la rápida adopción de la Inteligencia Artificial (IA) en el mundo empresarial. El portal Statista señalaba que, para 2022, el 43% de las empresas en América Latina estaban explorando posibilidades con esta tecnología, cifra algo superior a la media mundial del 42%. En lo que respecta a la implementación, la región presentaba un 29%, por debajo de la tasa global del 34%.

Es innegable que estamos inmersos en la revolución de la Inteligencia Artificial Generativa, la cual nos introduce en el mundo de la colaboración donde la IA funciona como nuestro “copiloto” digital para ahorrarnos tiempo, volvernos más eficientes y generar cambios significativos en los modelos de negocio. Ser competitivos implica apropiarse y usar las tecnologías emergentes, pero para aprovecharlas hay que contar con profesionales que tengan las habilidades y los conocimientos. Es esencial que los talentos se eduquen para las nuevas oportunidades.

Un sentido sostenible y responsable

Los procesos de transformación digital traen un impacto muy positivo, vinculado al manejo eficiente de los recursos y a la disminución de la huella de carbono. En este sentido, en el horizonte veo dos grandes oportunidades. En primer lugar, que la tecnología sea usada para medir el impacto, por ejemplo, del manejo de residuos o del uso del agua. Luego está el aspecto de usar la tecnología para que los procesos y operaciones empresariales sean más eficientes y amigables con el ambiente.

Otro aspecto que hay que resaltar es con relación al consumo energético, que exige a su vez el uso de las nuevas tecnologías, por lo que el gran reto es seguir trabajando en la generación de energía limpia para que podamos hablar de una transformación digital realmente sostenible.

El proceso de aceleración es un fenómeno complejo que abarca mucho más que la adopción de tecnologías emergentes. Si bien para los próximos años las inversiones estarán concentradas en ampliar el potencial de la IA, también veremos un interés por los servicios asociados a la nube, así como los relacionados a la recolección, el refinamiento y el tratamiento de datos para la mejora de la productividad.

En esta cuarta revolución industrial, se destaca la importancia de la diversidad en los equipos de trabajo, el espíritu innovador y cómo las compañías derriban paradigmas para subirse a la ola de la verdadera transformación digital. Las empresas del futuro seguirán vigentes y competitivas en la medida en que tengan la capacidad para abrazar estos cambios de manera integral y estratégica.