¿Presencial, híbrido o full remoto?: en búsqueda de la solución ideal
Los aspectos positivos que se pueden reforzar tanto en la presencialidad como en la virtualidad. Qué tipo de hibridez se implementará en el futuro y cómo lograr que todos ganen con esa transformación.

Eleonora tiene 38 años, es madre de dos chicos y se desempeña como jefa de Investigación y Desarrollo de un laboratorio. Cuando empezó a trabajar en forma remota por la pandemia, su vida dio un giro de 180 grados y se dio cuenta de que había encontrado el balance perfecto. Buscar a los chicos al cole y cumplir con las diferentes obligaciones familiares no hizo mella en su productividad sino todo lo contrario: la potenció. “Al principio tenía dudas porque pensaba que se me iba a mezclar todo; sin embargo, estoy logrando un equilibrio que nunca imaginé. No lo cambiaría por nada del mundo”, se entusiasma al narrar su experiencia. A diferencia de Eleonora, también sucede que no todos prefieren trabajar en forma remota de lunes a viernes y que -por factores propios de cada actividad- muchos no podrían hacerlo aunque quisieran. En estas líneas veremos qué aspectos positivos se pueden reforzar tanto en la presencialidad como en la virtualidad. El objetivo es distinguir qué tipo de hibridez se implementará en el futuro y cómo lograr que todos ganen con esa transformación.

A la hora de trabajar, todas las modalidades son válidas en la era post-Covid: presencial, virtual, híbrido, full remoto, desde cualquier lugar… En el caso de Alfredo, un profesional del área contable con diez años de experiencia, se dio una situación muy especial porque no aguantaba más tener que estar todos los días en su casa, sin poder conectar físicamente con sus colegas y jefe. “No fue una decisión fácil, pero sentía que así no podía seguir”, afirma, y cuenta que actualmente trabaja tres días a la semana de forma remota y dos en la oficina, lo cual le permite interactuar personalmente con su equipo y conocer a todos en profundidad.

Las posiciones varían mucho en función de las expectativas y realidades de cada uno de los actores. No existen soluciones que satisfagan a todas las partes por igual. 

Por su parte, Natalia brinda una perspectiva complementaria desde que conoció las mieles del home office. Ella trabajó durante siete años como líder en proyectos de arquitectura en una desarrolladora inmobiliaria. Viajaba más de una hora de ida y otra de vuelta para sentarse en su computadora a dibujar planos, mandar mails y revisar hojas de cálculo. Cuando empezó la pandemia, comprendió que todo le resultaba más sencillo desde su casa y fue feliz (y productiva) trabajando en modalidad remota. No hubo vuelta atrás.

Hace seis meses le avisaron que debía volver a la presencialidad. “Fue entonces que decidí buscar nuevos horizontes. Tenía una excelente remuneración y el desafío era interesante, pero yo no quería volver a la oficina. Lo hablé con mi jefe, lo entendió pero me comentó que no había ninguna opción. Por suerte conseguí una excelente alternativa que, si bien es un poquito más baja salarialmente, me permite trabajar desde donde quiero los cinco días de la semana. Cuando fui a plantear que me iba de la desarrolladora no lo podían creer”, recuerda.

Estos tres casos muestran que las posiciones varían mucho en función de las expectativas y realidades de cada uno de los actores. No existen soluciones que satisfagan a todas las partes por igual. Asimismo, las tensiones se incrementan a medida que las decisiones en cuanto adónde se desarrolla la actividad laboral empiezan a efectivizarse. Las posiciones extremas de ciertos actores generan mucha controversia.

Hacia un modelo remoto y presencial

Un lugar de trabajo sostenible: hacia un modelo remoto y presencial, es una investigación liderada por Mireia Las Heras, una reconocida profesora del IESE Business School, referente global en temas vinculados a vida laboral y vida familiar.

Realizado en base a entrevistas a casi 3.500 trabajadores de 11 países, el estudio indaga en las diferentes aristas del tema que tratamos y echa luz sobre ciertas presunciones que se suelen repetir sin los fundamentos apropiados. Tomando como base este análisis, profundicemos entonces en cada uno de sus aspectos:

Mito 1. Todo el mundo elige trabajar solo a distancia 

Realidad: sólo el 12% de los colaboradores lo haría siempre. De ellos, la mayoría son mujeres (2 de cada 3) con una edad promedio de 39 años. El 70% están casados o en una relación de pareja estable y más de la mitad tiene hijos y llevan 4 años o más trabajando en su empresa. 

La opción preferida, en promedio, es la de trabajar remoto 3 días a la semana (36%), seguida de 2 días (32%). Sólo 1 de cada 10 empleados elegiría trabajar remoto 4 días a la semana. Cabe destacar que sólo un 4% querría trabajar todos los días en la oficina. Evidentemente, existen visiones y realidades bien diferentes.

Mito 2. Todo el mundo puede trabajar en remoto

Realidad: diferentes profesiones y actividades, como las relacionadas al cuidado personal y las que requieren manipulación física, exigen presencialidad (pensemos en un odontólogo o en un piloto de avión). Por otra parte, cuando el componente afectivo-social es de gran importancia o se requiere de una cooperación inmediata presencial, se pierde gran parte de ese valor agregado si la tarea se realiza a distancia (como docentes o ciertos equipos de innovación). Sin dudas son muchísimas las actividades que sólo se pueden realizar presencialmente.

Mito 3. Se rinde menos y hay menos compromiso cuando se trabaja en remoto

Realidad: a diferencia de lo que muchos piensan, cuando se trabaja a distancia entre 2 y 3 días a la semana, en muchas actividades se produce durante ese período un incremento de casi el 20% en la productividad y la calidad del trabajo.

Por otro lado, el análisis demuestra que se genera un incremento de hasta un 10% del sentido de pertenencia y disponibilidad para hacer lo que la empresa o los clientes demanden. Bien ejecutado culturalmente, el trabajo virtual puede incluso incrementar también la fidelización y el compromiso de los colaboradores.

Trabajar desde casa disminuye hasta un 63% el estrés por los traslados mientras incrementa hasta un 10% los niveles de felicidad.

Mito 4. El trabajo remoto dificulta la innovación

Realidad: otra sorpresa fue descubrir que para muchas personas que son, en general, altamente creativas, trabajar desde casa ayuda a ser un poco más creativas aún que estar en la oficina. Muchos de ellos necesitan concentración y evitar las distracciones. Y es el opuesto con aquellos a los que habitualmente les cuesta ser creativos: en la oficina son un poco más creativos que cuando están solos.

Según la investigación, por lo tanto, la virtualidad en sí misma -y al contrario de la creencia popular-, no facilita o dificulta el proceso creativo. Todo depende mucho del proceso y de los perfiles que participan del mismo.

Mito 5. No aporta nada reunirse en persona. Todo se puede hacer en remoto

Realidad: aquí también es importante distinguir: ¿qué se suele valorar de las reuniones? El contacto visual (86%), la eficacia (83%), la empatía (79%) y la creatividad (77%). Todos estos factores se dan, por supuesto mayormente, en las sesiones presenciales. Pero la eficacia se eleva al 68% en las reuniones online, frente al 59% en las presenciales.

Existen dos tipos de reuniones que se valoran mucho más cuando son cara a cara: venta con clientes (en el 80% de los casos) y las reuniones de innovación y co-creación en equipo (75%). Sin dudas, podríamos agregar a las de revisión del desempeño y desarrollo profesional.

Mito 6. En la oficina se pierde mucho tiempo

Realidad: es otro aspecto muy discutido. Contradiciendo a estudios previos, se da una similitud entre las horas efectivas trabajadas en remoto y en la oficina (aproximadamente 7 horas y media). Se destaca que los beneficios del trabajo a distancia dependen mucho de la capacidad de autogestión de cada colaborador.

Sin embargo, trabajar desde casa disminuye hasta un 63% el estrés por los traslados mientras incrementa hasta un 10% los niveles de felicidad.

Desde el punto de vista cultural, la ausencia de tiempo compartido de forma presencial limita la generación de confianza y cohesión de los equipos de trabajo hasta un 11% y aumenta el aislamiento (hasta un 15%), impactando en el “capital social” que se suele generar en las charlas espontáneas entre compañeros de trabajo, ya sea en los almuerzos, los ascensores o frente a la máquina de café. 

Como dijimos, tanto la presencialidad como la virtualidad tienen aspectos muy positivos. Pero el verdadero desafío está en que cada uno pueda tener la flexibilidad y libertad necesaria para encontrar su mejor versión y que las organizaciones tengan un propuesta de valor a la oficina por la que tenga sentido asistir a ella. La pregunta, por lo tanto, ya no es “híbrido o no híbrido”, sino qué tipo de hibridez se implementará para que todos salgan ganando.

 

* Alejandro Melamed es Doctor en Ciencias Económicas, speaker internacional y consultor disruptivo. Autor de ocho libros, entre ellos El futuro del trabajo ya llegó (2022), Tiempos para valientes (2020), Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017). Su nuevo libro, de próxima edición, será Liderazgo + humano.