El empresario y director ejecutivo de ADP Agronegocios del Plata, Marcos Guigou, repasó sus inicios como agricultor, cómo aprendió a lidiar con variables que son exógenas como el tipo de cambio y contó por qué elige vivir en el campo. Lo que sigue es un resumen de la entrevista realizada durante la primera edición local de Forbes Agro Summit.
¿Qué aprendiste tras convivir varias veces con etapas de atraso cambiario?
Como productor de commodity no tengo otra alternativa que ser el campeón mundial en el costo de producción por tonelada. Pasa por la aplicación de tecnología, mecanización, simplificación de los procesos. Uruguay tiene atraso cambiario, pero también tiene cosas muy buenas. Por ejemplo, tiene una ley de Promoción de Inversiones y aranceles muy bajos para traer maquinaria de última generación. Eso permite ser mucho más productivo y eficiente y de alguna manera contrarrestar los efectos de un tipo de cambio deprimido.
Estamos un país que tiene previsibilidad y financiamiento a largo plazo con tasas competitivas a nivel global. Estas cosas también entran en juego en el negocio. No te voy a dar la sellada de las cosas que estamos haciendo, pero sí estamos trabajando con los equipos constantemente en la vocación de cambio permanentes. Uruguay va a seguir siendo caro porque tenemos pocos votos; el agro tiene poca gente. En la década de 1990 hubo una situación parecida donde el problema era el costo del gasoil. Ahí apareció la siembra directa, que reducía en cinco veces el consumo. La solución pasó por incorporar esa tecnología.
Ya hace casi 30 años, instalaste un silo en tu campo familiar y fue un mojón importante en tu carrera. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión?
Hacer una planta de silos cuando prácticamente en Uruguay ningún productor tenía fue todo un desafío. Sin embargo, si lo miro en el marco de las cosas que van pasando fue un paso más en pos de abrir la cabeza y gestionar mejor la cadena de valor. Me generó mucho estrés porque tuve que aprender y ejecutar en aquel momento a quién comprarle. Y después mucho estrés porque el negocio cambió.
Mi objetivo era desenganchar el período de cosecha con la venta de grano, por lo menos para poder tener un tiempo para pensar y buscar mejores opciones comerciales. Por ahí a veces escucho a voces que me dicen: “Vos tenés mucho trigo, tendrías que tener un molino”. Hoy cosecho y cargo el barco. Ahora, si produzco harina, tengo que ir a la panadería a ver la cobranza, por ejemplo; es otro negocio, aunque siga la misma cadena de valor. Para mí y mi familia la etapa de los silos fue un mojón muy importante, al igual que lo fue la siembra directa. Ese fue un cambio más dramático que me permitió liberar tiempo y, al tener tiempo, pude inventar más cosas.
Sumaste a la ganadería como una fuente alternativa al negocio de la agricultura. ¿Tiene menos riesgos?
No veo a la ganadería con menos riesgos que la agricultura. Para nosotros es un negocio muy importante e interesante. Nuevamente en una cadena de valor donde los granos en el mercado internacional están bajando y en un país que está caro, ¿qué haces?, ¿apagás?, ¿te vas? La pata ganadera en la empresa ayudó un poco en esa línea. Pero si uno valuara el activo ganadería cada tres meses, por ejemplo, hoy se encontraría con una caída del 40% en su valor.
Desde mi punto de vista el negocio agrícola es menos riesgoso, porque uno puede hacer más cosas. El mercado de futuro, por ejemplo, te permite tomar distintas opciones en Chicago, Argentina, o en la bolsa de Brasil. Hay seguros, un tema que hoy está muy en boga después de la última sequía. También es cierto que un animal es mejor garantía para el banco que una hectárea de un cultivo.
ADP comenzó a realizar un balance ambiental. ¿Por qué decidiste recorrer ese camino?
Una razón puede ser que vos estés convencido de que el cambio (climático) lo estamos haciendo nosotros y que vamos a salvar al planeta si hacemos cosas. Además, la realidad indica que los mercados están comenzando a fijar medidas pararancelarias vinculadas al ambiente. Por eso tenemos que entender y tratar de hacer las cosas lo mejor posible. Eso hoy no está siendo fácil, porque la información está un poco dispersa.
En nuestro caso, nos pusimos a trabajar en un modelo, que se llama capital natural. Mi hija Sofía viajó a Brasil y aprendió cómo estaban midiendo allí el impacto ambiental. Participamos con la ANII y contratamos a una empresa inglesa. Ese también es un tema, porque al final gastás en un auditor con el objetivo de que al final vas a obtener un precio mejor, y muchas veces eso no está. Por eso, nuestro principal objetivo es comenzar a hacer las cosas mejor. En ese camino, el año pasado terminamos armando un primer balance ambiental que se parece mucho a uno contable, porque termina en números.
Todo lo que hacemos en la compañía (agricultura, ganadería y semillas) está condensado y medido. Todavía no está perfecto, pero es una muy buena aproximación. Pensamos que ese puede ser un valor para la empresa, pero no estoy seguro si lo podremos aprovechar… quizás es algo más holístico e impactante porque termina en un número. Desde que empezamos con ADP en 2003 tenemos trazabilidad de todas las chacras. Supuestamente eso me iba a permitir vender la soja a mayor valor si yo demostraba qué pasaba en ese campo; nunca pude obtener ninguna prima de precio por eso.
Tres de tus cuatro hijos trabajan con tu empresa. ¿Qué pros y contras tiene?
No fue planificado, se fue dando naturalmente. Con mi señora siempre tratamos de transmitirles a nuestros hijos lo positivo con cada sequía, cada viento que te golpea los cultivos y te desacomoda. No podés dejar que esas cosas afecten el sentido de tu casa.
Mis hijos están al tanto de todos los números y saben si nos va bien, mal. Han tenido que remar mucho para pasar los momentos difíciles. Lo que me ha ayudado mucho es contar con un directorio con personas externas a la empresa que te desafían el estándar. Ahí la relación no es con tu papá sino con un directorio que te pide cosas complejas, desarrolladas y tenés que argumentar bien. Esto es un final abierto. Espero que la empresa pueda seguir funcionando por muchos años más, pero las cosas van a ir cambiando. Siento que estamos en un muy buen momento en todas las cosas que estamos haciendo. Es un orgullo ver trabajar a mis hijos y que ellos estén buscando soluciones a los problemas.
Toda una vida en la campaña, escuela, liceo. Viniste a Montevideo solo para estudiar la carrera de ingeniero agrónomo. ¿Qué ventajas tiene para vos vivir en el campo?
La capital tiene obviamente su importancia a la hora de gestionar un negocio. Para mí fue bastante duro venir a Montevideo en su momento a estudiar. Siempre fui muy casero y mimoso con mi casa en la campaña. Recuerdo que una vez los Reyes Magos nos trajeron una moto para poder ir a tomar la Onda a la calle y tuvimos que esperar una semana para usarla porque no teníamos quién fuera a buscar nafta. Hoy igual vamos siete veces al día a la ciudad, pero para mí sigue siendo hermoso el contacto con la naturaleza.