Teresa Cometto tiene una larga historia alrededor Unilever Uruguay. Durante sus 38 años de trayectoria, la química farmacéutica y doctora en Administración volcó toda su expertise y su capacidad de liderazgo en la empresa, y creció a la par de la multinacional de consumo masivo.
Empezó trabajando en el área de planta, luego ocupó diferentes cargos de jerarquía -como gerente de Desarrollo y Calidad y de Trade Marketing Cuidado Personal y del Hogar- y durante los últimos dos años se dedicó de lleno a su rol de country manager. Hoy, a sus 62 años, le pasa la posta a Fernando Barreto, quien forma parte del equipo de Unilever desde hace 26 años.
Me llena de orgullo haber aportado mi granito de arena para que Unilever Uruguay tenga hoy un rol tan relevante en la aplicación del Plan de Vida Sustentable, impulsando acciones y políticas dirigidas a construir un mejor futuro para las próximas generaciones, afirmó la ejecutiva saliente.
A partir de estos anuncios, Unilever busca apuntalar los cambios organizacionales para hacer de la sustentabilidad algo cotidiano para contribuir a cuidar el planeta, mejorar la salud, la confianza y el bienestar de las personas.
A partir de ahora, la ejecutiva seguirá dedicándose a la docencia -es catedrática de Marketing en la Universidad ORT- y a su trabajo en las cárceles con personas privadas de la libertad.
¿Cómo era un día al frente de Unilever?
Usualmente me levantaba muy temprano. Me gusta y me hace bien ir a nadar tempranito. Después, trabajaba desde mi casa o desde la oficina. Me encargaba del seguimiento de proyectos, reuniones y avances del negocio, análisis de ventas, o reuniones para delinear los proyectos prioritarios de los próximos meses… En mi rol de country manager, además, mantuve el sombrero de marketing, y eso implicaba hacer el seguimiento de los proyectos de comunicación de innovación y comunicación, de lo que llamamos las grandes apuestas (big bets): los proyectos claves con el equipo de marketing.
Se retira de la empresa, pero va a seguir activa. ¿Cuáles son los planes para esta nueva etapa?
Sí, voy a seguir en actividad. Voy a seguir en la Academia, que la adoro, y también quiero retomar algo de investigación. Me parece que, con todos los cambios que se están dando en el mercado, es una posibilidad que no podemos perder. Debemos seguir trabajando en lo que tiene que ver con comportamiento, ya sea frente a los medios o frente a distintos productos. Todo lo que podamos estudiar, avanzar y analizar es conocimiento que se vuelca después al mercado, a las empresas y a los estudiantes. Creo que esa es una contribución bien importante.
Además de nadar, ¿qué otras pasiones o actividades no conocemos de Teresa Cometto?
No soy muy deportista, lo único que hago es nadar, en realidad. Tampoco tengo mucho tiempo porque estoy todo el día trabajando. Cuando me preguntan cómo proyectaba que cambiaría mi día al retirarme, lo que sí sé es que me gustaría nadar un rato más. También quiero dar un poco más de horas de clase, dedicar más tiempo a leer. Me encanta leer. Tengo un e-book lleno de libros, que me estaban esperando guardados para esta nueva etapa. Otra cosa que quizás no saben de mí es que hace un tiempo trabajo en la Pastoral Penitenciaria y voy a visitar personas privadas de libertad, en la Cárcel de Mujeres y también estuve un tiempo en Punta de Rieles.
¿En qué consiste su trabajo allí?
En la Pastoral Penitenciaria lo que hacemos es básicamente escuchar a las personas privadas de libertad y llevar un mensaje de esperanza. Ellos están ahí porque cometieron un error, pero no les preguntamos sobre eso salvo que nos cuenten. Les llevamos un mensaje de esperanza, un mensaje de amor, que hay un camino que se puede retomar mejor. Y quizás en algún momento trabajemos en algo de rehabilitación, que hay que empezar a trabajarlo desde el día uno. No desde que salen, sino desde mucho antes.
Todos dicen que es una trabajadora incansable y que suele afirmar que se lo debe a su familia. ¿En qué medida la marcó su infancia?
Es algo que tengo como en el ADN porque proviene de mis padres, que eran inmigrantes italianos. Fui a la escuela pública, mis dos padres trabajaban y mi casa era muy pobre. Un momento importante, y que me marcó muy fuerte, fue cuando mi padre me dijo: Siempre tenés que ser autosuficiente. Tenés la capacidad de hacer una carrera que es difícil, no te alejes porque te vas a casar o porque te aburrís. Siempre le hice caso en ese camino de ser responsable, pero sobre todo el ser trabajador con pasión. Porque, más allá de aquel verticalazo, después todas las elecciones las tomé yo. Años después decidí hacer la carrera en la Facultad de Química y agradecí que mi padre me hubiera aconsejado muy bien. Mi padre tenía solo dos años de escuela. El tema del esfuerzo para mí es un mérito y está bueno cuando detrás hay algo que nos gusta. Empezó trabajando en el área de planta, luego pasó a gerente de Marketing y los últimos dos años fue Country Manager.
¿Cómo fue esa reconversión de la química al marketing?
Comencé cuando era Sudy Compañía, en la planta de jabones que estaba en la calle Llupes. Hacíamos jabones de tocador y jabones de lavar. Yo entré como jefe de calidad, en Investigación y Desarrollo. Desarrollábamos nuevos productos. Hacíamos todos los testeos de cracking o nuevos productos. Me iba a la biblioteca de la Facultad de Química a ver cómo desarrollar los testeos y tenía un jefe de taller divino. Su trabajo era hacer el mantenimiento de la planta, pero yo le iba con mis proyectos de cómo medir el nivel de espuma de los jabones, cómo medir el nivel de craqueo… O sea, en distintos indicadores de calidad que son importantes para los jabones. Después, cuando se compró la compañía (Lever), nos facilitó mucho el trabajo. Fue tremendamente bueno, porque ahí teníamos manuales de mejores prácticas, procedimientos, equipos… Teníamos otros elementos. Fue una etapa linda. Para ese puesto habló con Luis María Rodríguez, quien llegó a ser Country Manager y con quien trabajó muchos años. Fue un súper referente para mí y él también se reconvirtió. Él es ingeniero químico. En ese momento estaba en Investigación y Desarrollo, después pasó a ser el gerente técnico, o sea, el responsable de la planta. Y terminó siendo gerente general. Con él fue con quien fui a hablar para proponerle y preguntarle si le parecía bien que yo pasara al área de Marketing. Pensé que me iba a decir que estaba loca y no, me dijo que que le parecía bárbaro y arregló ahí una entrevista con Anthony Jordan, que era gerente general inglés.
¿Qué la sedujo del área de Marketing?
Yo trabajaba mucho en equipo con el área de Marketing desde el área de Investigación y Desarrollo. Sabía que el futuro de la planta, o el futuro de mi trabajo, peligraba bastante: veía que se estaba aumentando la interacción con los equipos de Investigación y Desarrollo, sobre todo de Argentina, y eso se podía centralizar perfectamente allá. Ya tenía allí 10 años de trabajo en el área técnica, había cambiado la planta de jabones a la planta de donde hacíamos champú, desodorantes, por ejemplo. Todos los tests de estabilidad, fórmulas nuevas, todo eso lo hacíamos en Investigación y Desarrollo. Entendí que era un buen momento para mirar la innovación desde otro lado. Está bueno conectar con la mirada del consumidor, de las personas. A mí me gustaba mucho, por ejemplo, desde el área técnica participar de los focus groups, escuchar lo que decían las personas cuando probaban los productos. Tenía esa inquietud de poner en el centro al consumidor. Cuando Luis María me dijo que le parecía bárbaro y Anthony dio el aviso bueno, me propuse aprender de marketing.
El lanzamiento de Dove fue su primer gran desafío. ¿Cómo marcó su carrera dentro de la compañía?
Pasé al área de Marketing a trabajar en desodorantes y jabones. Esa fue mi primera incursión, en el año 1993. Fue el año en que nació mi segundo hijo, y cuando volví de la licencia maternal pasé al área de Marketing; ahí lancé nada más ni nada menos que Dove. Ahí combiné el conocimiento técnico porque esa era una fórmula muy particular, muy diferente a los jabones que existen, al menos, en nuestro mercado. Tuve ese orgullo de haber lanzado una marca así, con la que me conecto mucho también por la filosofía de la marca, por su propósito.
A tal punto se formó en marketing que hizo un doctorado. No es común eso en el mundo corporativo…
No conozco mucha gente que lo haya hecho en paralelo a un trabajo full time. Creo que pude hacerlo porque mis hijos ya eran grandes y porque mi marido estaba con ellos. La gente en general no lo hace porque el PhD requiere transitar una etapa de investigación muy fuerte, que además luego tiene que llevar a publicaciones de artículos en revistas que son de cierto nivel, revistas indexadas. En general, la gente deja su trabajo y se dedica al PhD, que lleva entre tres y cuatro años, y después vuelve a insertarse en el Uruguay. Muchos son del área académica y no es tan común en este país en el área corporativa. Yo lo hice porque tuve la oportunidad. Me llevó 10 años… Y me demandó encerrarme muchos fines de semana. En algún momento dije: ¿Para qué me habré metido en esto?. La realidad es que me gusta muchísimo tener una base sólida de conocimiento. Por eso, al principio, lo de estar en marketing me costó horrores, porque no tenía la base de conocimiento y sentía que realmente necesitaba formarme. Antes del PhD hice varios cursos en Unilever, porque es una gran escuela muy formativa. Es como una universidad del marketing llevada a la acción; entonces es fantástico. No tienen más de 30 marcas acá en Uruguay, pero la compañía tiene cientos de marcas en el mundo.
En 38 años en una compañía tan global, ¿nunca se planteó irse a vivir a otro país para seguir con su carrera corporativa?
Nunca me quise ir de Uruguay. Mi marido no quería. Irse del país es un proyecto que tiene que ser familiar, no de uno y llevar a todo el resto. Pero a mí me encanta este país. Mis padres eran italianos y siempre decían que este país nos recibió con los brazos abiertos. Mis padres, como muchos inmigrantes que vinieron, se afincaron y, de hecho, mi madre nunca volvió a Italia; mi padre, una sola vez. Y con mi marido no nos quisimos ir: pasa bastante. Te diré que en Unilever Uruguay la gente no se quiere ir del país. Incluso en las generaciones más jóvenes. Ahora no tenés por qué mudarte. Se abrió como un horizonte, porque acá tenemos un talento muy bueno en Uruguay.
Quienes trabajan o han trabajado con usted dicen que es muy exigente. ¿Cómo compatibiliza empujar los límites y desafiar a sus equipos con un liderazgo amable y que siembre confianza?
Sí, todo el mundo lo dice. No puede haber tanta unanimidad si no fuera cierto. Pienso que siempre se puede avanzar un pasito más, hacer las cosas mejor, aprender de lo que no hicimos. No como un pecado o como algo tremendamente horrible, sino que si hicimos algo mal está bueno reconocerlo para no tropezar otra vez con esa misma piedra. Pero, al mismo tiempo, busco dar contención a la gente. Creo que por eso también la exigencia no la viven como si fuera un verdugo, sino de una manera más natural de ir mejorando y buscando llegar a más. Algunos me dicen que parezco como la madre de todos. Busco ir acompañándolos en ese camino. Muchas veces me piden consejos porque soy docente, entonces me consultan sus posibilidades de desarrollo profesional y les comparto dónde yo veo que tienen fortalezas.
¿Y cómo se transforman esas debilidades en fortalezas?
Eso es algo que aprendí, porque al principio no lo tenía tan claro. Las personas tienen fortalezas y debilidades, entonces al principio pensaba que teníamos que enfocarnos en las debilidades para mejorarlas. Después me di cuenta de que en realidad uno tiene que enfocarse en las fortalezas para así lograr que las personas vayan por más. Eso me cambió bastante la óptica. Entendí que las debilidades se pueden compensar con la formación de equipos, porque transformar debilidades en fortalezas es muy difícil. Está en la naturaleza de cada uno. Liberar las fortalezas también ayuda a la autoestima de las personas, porque sienten que están colaborando, que están aportando desde lo que saben y son mejores.
Trabajó mucho con marcas. ¿También en su marca personal, o nunca se vio como tal?
Nunca la trabajé, en realidad. Siempre puse muy enfáticamente el tema sobre la mesa de trabajar con esfuerzo, trabajar en algo que a uno le gusta y con ganas. La verdad es que siempre transité ese camino, pero nunca perseguí como un objetivo llegar a esta a esta posición. Yo creo que las cosas se fueron dando. Lo mismo me pasó con la marca personal. No la fui construyendo como un objetivo. Quizás fue un error, no lo sé, capaz que podría haber hecho más en eso, pero bueno, yo fui haciendo las cosas que entendía que me daban satisfacción y podía hacerlas bien. No fue un plan de carrera, fue algo intuitivo. Sí. A pesar de que mi base de formación es científica y soy bastante rigurosa, les digo que no nos guiemos por la intuición: tenemos que ver los números a ver qué nos dicen y después tomar decisiones, no al revés. Pero, a pesar de eso, siempre digo que un poco las intuiciones hay que seguirlas. Con el PhD me pasó eso: algo me dijo que lo tenía que hacer.
Y cuando llegó finalmente al puesto de Country Manager, ¿cómo vivió esos dos años?
Me encantó la oportunidad. Fue como la frutilla de la torta. Claramente, hay como tres ejes que hace el Country Manager y los tres me encantan. Primero la gente que integra la organización: hay que cuidarla, ver el talento y tratar de desarrollar a las personas. Segundo, el tema del negocio: que prospere y vaya en la dirección correcta porque es un negocio y tiene que ser rentable. Finalmente, la parte más institucional y la imagen corporativa de Unilever a través de sus marcas. Me encantan los tres ejes, pero sin duda es agotador. Hay que ver todas las áreas, interactuar con muchísima gente a la interna y con muchos países. Me encanta esta empresa: es divina de verdad. Yo la quiero y es buen momento para irme. Siempre digo que la vida es una calesita, porque te vas bajando del caballito y te subís al autito, y así te vas encontrando con la gente. Es mi frase de cabecera.