Cuando la mayoría de la gente escucha la palabra resiliencia, piensa en recuperarse de algo. Pero esa definición resulta un poco anticuada en una época en la que industrias enteras pueden verse trastocadas de la noche a la mañana por la innovación tecnológica o en la que un evento que sucede a 3.000 kilómetros de distancia puede afectar a nuestros medios de vida casi instantáneamente.
Hoy en día, nuestra experiencia colectiva transformó la capacidad de recuperación de una respuesta a la crisis a una necesidad constante. Y eso es algo bueno.
Si la transición es la nueva normalidad, debemos dejar de pensar en cómo podemos recuperarnos de ella. En su lugar, empecemos a pensar en cómo podemos impulsarnos hacia delante. ¿Y si vemos la resiliencia no como una reacción a las dificultades sino como una mentalidad que podemos adoptar?
Reformulá tu historia
En la consultoría ejecutiva global y de Recursos Humanos, formé parte de algunas de las mayores fusiones sanitarias de la historia; ayudé a alinear empresas que antes competían entre sí para convertirlas en versiones mejores y combinadas de sí mismas; y dirigí equipos a través de despidos, expansiones e incluso pandemias. Pero en realidad, Recursos Humanos no fue mi primera carrera. De hecho, ni siquiera era la que yo quería seguir.
Antes de dedicarme a este área, fui el investigador científico más joven contratado por una importante institución académica. Tenía grandes sueños de dirigir el CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades en Estados Unidos), y entrar en el mundo de los Recursos Humanos no estaba en mis planes. Pero entonces, una gran reorganización de la empresa cambió la estructura jerárquica al descentralizar todas las grandes funciones. De repente, cada región era responsable de todos sus servicios de apoyo, como IT, RR.HH., etc.
Al llegar mi revisión anual de rendimiento, unas dos semanas antes de que se realice el cambio, mi jefe me convenció para que asuma como jefe de Recursos Humanos de nuestra región. Tal y como él lo veía, me llevaba bien tanto con los trabajadores administrativos como con los operativos. Aunque en aquel momento no tenía experiencia en RR.HH., fue lo mejor que me pudo pasar.
La transición no fue fácil. En el laboratorio, estaba acostumbrado a variables que podía controlar; aunque los experimentos eran impredecibles, seguían leyes naturales. Los RR.HH. eran un campo completamente distinto. Me introdujo en las complejidades del comportamiento humano, la política organizativa y el dinámico escenario de la cultura corporativa.
Más que un cambio en el puesto de trabajo, pasar a RR.HH. requirió ajustar por completo la forma en que entendía mi identidad profesional y mi propósito. Aunque me llevó a vivir algunos de los momentos más maravillosos y satisfactorios de mi carrera, requirió un realineamiento.
Con el mundo cambiando a un ritmo tan rápido, mucha gente se enfrenta a una encrucijada similar. LinkedIn informó de que el 64% de las personas se sienten abrumadas por los cambios relacionados con el trabajo, y casi la mitad de los encuestados se preocupan por su capacidad para afrontarlos.
El cambio se ve con frecuencia como una desviación de nuestro plan y, por tanto, como una especie de desgracia. Pero no tenemos por qué pensar así. Podemos ajustar nuestra mentalidad para transformarnos con el cambio. Según McKinsey, los empleados que muestran rasgos como la flexibilidad ante variaciones (también conocido como resiliencia) se sienten más seguros y relajados cuando se enfrentan al cambio.
Reconstruí y redefiní tus puntos de referencia
Tanto si el cambio se produce por elección propia como por las circunstancias, es una oportunidad para crecer.
No digo que no puedas tomarte tiempo para sentirse mal si te despiden o si tu plan no sale como esperabas. El año pasado, eras médico; hoy, sos un padre que se queda en casa. El mes pasado, dirigías tu propio laboratorio; ahora, te ganás la vida explicando astrofísica en TikTok. Ayer eras otra persona; ahora estás aprendiendo a ser quien sos hoy. Estos cambios no son necesariamente negativos, incluso si al principio te sentís desorientado.
En una cultura obsesionada con las métricas y los hitos, es fácil olvidar que el éxito es profundamente personal. Los logros que nos aportan una auténtica satisfacción pueden no encajar perfectamente en un currículum o en un perfil de LinkedIn. Pueden parecerse a la alegría de presenciar los primeros pasos de tu hijo porque elegiste trabajar desde casa o a la satisfacción de dominar un nuevo oficio totalmente ajeno a tu carrera anterior.
Una vez que encuentres un nuevo camino, te invito a que pienses en lo que puede hacerte avanzar de la forma que más te convenga. ¿Y si estos giros inesperados no son desvíos sino comienzos de una vida plena? ¿Qué aspecto tiene el éxito en este nuevo camino?
Si no hubiera ajustado mis sueños profesionales tras la transición a RR.HH., quizá no me sentiría orgulloso de todo lo que conseguí, como ser CHRO (Chief Human Resources Officer) seis veces y dirigir mi propia consultoría.
Un recordatorio: la vida pasa
Hay un viejo dicho que dice que la vida es lo que sucede cuando estamos ocupados haciendo otros planes. Creo que la resiliencia es lo que ocurre cuando aprendemos a apoyarnos en eso. Es cuando apreciamos y abrazamos las transiciones, utilizando cada experiencia como impulso para el crecimiento.
Abrazar el cambio no significa renunciar a nuestros objetivos; significa adaptarlos a nuestras realidades actuales.
El momento de practicar la resiliencia no es cuando se producen los cambios en la vida. Es cuando todo se presenta estable. Al cultivar esta mentalidad durante el presente, construimos una base sólida para manejar las transiciones futuras. También mejoramos nuestra capacidad para apreciar y maximizar nuevos caminos hacia el éxito.
Nota publicada en Forbes US.