Un nuevo libro sobre liderazgo para los muchos que tiene publicados Andrés Hatum, PhD de la Universidad de Warwick UK y profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Di Tella (UTDT). Pero este último tiene un condimento especial: el análisis político de los últimos cuatro presidentes que tuvo la Argentina. Junto a la historiadora mendocina Luciana Sabina, autora también de Héroes y Villanos. La batalla final por la historia argentina, Hatum presentó recientemente Imperfectos. 2003-2023: una historia de liderazgos y desencantos (Galerna).
Desde allí, los autores analizan la gestión de Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Imperfectos abarca una variedad de adjetivos: bestialidad, autoritarismo, narcisismo, soberbia, inutilidad... Son imperfecciones, y por eso el título, dice Hatum en el marco de un mano a mano con Forbes, realizado semanas antes a las elecciones del 22 de octubre.
-Tomaron los últimos 20 años de la historia argentina. ¿Por qué se centraron en ese periodo?
Consideramos que el año 2003 marcó el inicio de una nueva era tras la turbulencia de 2001, conocida como el movimiento Que se vayan todos, que dio paso al surgimiento del populismo. Este fenómeno político se mantuvo predominante, salvo por un interregno de cuatro años durante el mandato de Mauricio Macri, quien no logró superar la arraigada necesidad populista que continuó ejerciendo una fuerte influencia través del kirchnerismo. Estos últimos 20 años, de 2003 a 2023, se caracterizaron por el predominio del populismo. Durante este periodo, cuatro presidentes desempeñaron sus funciones de manera imperfecta, y hoy en día estamos experimentando las repercusiones de esta situación. El surgimiento de figuras como Javier Milei no es casualidad; representa un retorno, de una manera distinta, a la insatisfacción que llevó a la gente a proclamar Que se vayan todos en 2001. Este sentimiento de descontento es una manifestación de los efectos acumulativos de 20 años de imperfecciones en el sistema político.
-Si tuvieras que pensar en caracterizar a estas figuras de la política como CEO, ¿qué tipo de gerentes generales creés que hubieran sido?
En el caso de Néstor Kirchner, el líder bestial, que arrasa todo, capaz de lograr resultados notables a costa de romper toda la organización. Recordemos la tensión que Kirchner generaba en la sociedad. Los CEO bestiales hacen lo mismo y se llevan la organización puesta. En ocasiones, son los propios accionistas quienes los designan debido a su capacidad para generar ganancias, pero ¿a costa de qué? Este es el dilema que se plantea en este contexto. Cristina Fernández de Kirchner es el peor tipo de CEO debido a su tendencia narcisista. El líder con estas características se ve reflejado en un espejo que exalta su ego, impidiendo una visión objetiva de la realidad. En su entorno, se rodea de enanitos de jardín, colaboradores que no representan amenaza alguna, ya que cualquier persona con potencial es rápidamente desplazada para mantener el control absoluto y evitar sombras sobre su liderazgo. Este rasgo de personalidad se combina generalmente con maquiavelismo y psicopatía, lo que te da un CEO muy complicado en ese sentido.
Por su parte, Mauricio Macri posee experiencia como CEO, lo que le otorga una ventaja significativa. De estas cuatro figuras, podría decirse que, debido a esta experiencia previa en posiciones de liderazgo, tiene una ventaja. Sin embargo, por un poco de soberbia, tal vez aislado de ciertas problemáticas de sus empleados que no están a su nivel, es un CEO que necesita aterrizar más en los problemas corrientes de la gente. Es un CEO que va a armar buen equipo, pero necesita concentrar poder, y delegar ciertas responsabilidades le puede costar.
El estilo de liderazgo de Alberto Fernández como CEO es... flan. ¿Viste? Es la inutilidad caminando en el sentido de que le cuesta tomar las decisiones, se arma un relato de lo que hizo cuando no hizo nada; es un CEO muy triste porque es un CEO que no te va a hacer funcionar la compañía, genera un proceso de inercia porque nadie toma decisiones porque él no toma decisiones. La falta de liderazgo y visión provoca una parálisis en la toma de decisiones, lo que a su vez fomenta un ambiente de inercia donde cada uno se preocupa por su propio interés. Los otros son distintos, tienen una visión. Cristina tiene una visión y un relato, es una CEO que genera esa cosa mítica que no cualquier CEO puede lograr.
-¿Qué se rompió desde que asumió Alberto Fernández en la construcción de liderazgo para que su imagen positiva cayera tanto?
Fue una caída abrupta. Él tuvo una oportunidad y se posicionó. Si vos ves, la imagen positiva del presidente era altísima en ese momento, estaba entre el 70% y 80%. Aprovechó esa oportunidad para tomar el liderazgo, pero los líderes no solo se sostienen por su desempeño económico (que fue un desastre), sino también por el ejemplo que brindan, y él falló en eso en dos hechos fundamentales. Porque no hizo lo que dijo que teníamos que hacer: el festejo del cumpleaños de Fabiola y el vacunatorio VIP. Si tenía alguna posibilidad de liderar algo en algún momento, estos hechos la destrozaron directamente. Esto se reflejó en las elecciones posteriores y la gente lo castigó por eso. A partir de entonces, nunca pudo remontarlo. Además, otras decisiones suyas evidenciaron su dificultad para asumir un liderazgo efectivo porque no supo o no quiso ser líder. No obstante, desde el inicio se vio condicionado ya que, si bien tenía la autoridad formal, la líder que ejerce una influencia significativa es Cristina. Esto plantea un problema de entrada.
-¿Cómo se explica que, a pesar de los comportamientos y acciones contradictorios de Cristina, su electorado y seguidores no parecen verse afectados por ello?
Si me preguntaras a cuál de esos cuatro líderes me gustaría entrevistar, sin duda sería a Cristina. ¿Por qué? Porque generó un halo a su alrededor al estilo de Eva Perón, que se vestía con oropeles y le hablaba a la gente pobre. Parece algo contradictorio pero en realidad es una construcción de imagen muy efectiva. Cristina supo armar un relato, una narrativa basada en la historia que ella quiere contar, algo que ninguno de los otros líderes ha logrado en los últimos 20 años. Entonces, ella sabe cuándo aparecer, cuándo desaparecer, echar una bomba de humo y retirarse. En comparación, Alberto no tiene el pinet intelectual de Cristina, no generó una ideología, no generó un relato, no tiene mucho que ofrecer en ese sentido. Cristina lo trabaja mucho mejor y eso hace a su imagen, también.
-¿Cuál fue la falla con Macri? Antes habías mencionado la importancia de la construcción de equipo. Cuando él asumió, lo hizo con un equipo económico que se anunciaba como el mejor de los últimos 50 años. ¿Qué salió mal?
Si observamos los gabinetes de los últimos 20 años, es probable que el de Macri destaque por las capacidades individuales de sus miembros. Sin embargo, surge la pregunta: ¿cómo se lidera a un conjunto de estrellas? Este es un desafío común en cualquier organización. Podés tener un grupo de talentos excepcionales, pero eso no garantiza que te termine yendo bien. En este caso, creo que el líder pudo haber tenido miedo a la sombra. Tenía un equipo económico espectacular, pero te parceló la economía. Había expertos en energía y transporte, pero faltaba una visión unificada. En un país caracterizado por la incertidumbre constante, el peso de la cabeza económica es crucial. Lo mismo probablemente sucederá en el próximo gobierno, donde el ministro de Economía será tan influyente como el propio presidente.
Macri optó por un modelo más similar al inglés, con secretarios del Tesoro y de Transporte que pueden tomar decisiones de otra forma debido a un contexto de estabilidad. Sin embargo, este no es el caso en Argentina. Creo que hubo una falla en la estructura, ya que simplemente organizarla no es suficiente. Se trata de liderar y ejecutar de una manera particular. Además, cabe destacar que la coordinación de ministros de tan alto calibre no es tarea sencilla. En este sentido, faltó una estructura completamente diferente, además de otras medidas probablemente económicas.
-Post PASO, previo a las elecciones presidenciales de octubre, ¿cómo ves los liderazgos, por lo menos, de los tres principales candidatos? (N. de la R.: la entrevista fue realizada antes de las elecciones generales del 22 de octubre)
Qué difícil, porque las PASO generaron más incertidumbre que realidades, ¿no? A ver, en el caso de Milei, es como abrir una caja de Pan-
dora: no sabemos qué puede surgir de ella, que puede ser negativo, no sabemos. Es alguien que se posicionó producto del hartazgo social, transmitiendo un mensaje claro proveniente de la sociedad, aunque sus métodos de ejecución aún no están definidos. Aunque no sepamos exactamente cómo lo llevará a cabo, introdujo ideas que eran consideradas tabú en la sociedad, poniendo temas en la agenda que antes no existían. Esto ha tenido un impacto significativo en todos los partidos. Pero es una caja de Pandora, te diría.
Después está Patricia Bullrich, que tuvo un proceso de refinamiento en su liderazgo, una mirada mucho más estratégica, me parece, pero con la contracara del desgaste de una interna que realmente fue (en el caso de Juntos por el Cambio) no entender qué pasaba en la sociedad o más bien qué quería la sociedad. Si bien hubo un ganador, en el fondo, parece que todos salieron perdiendo y ahora hay que remontar eso. Además, existe una responsabilidad por parte de Horacio Rodríguez Larreta de todas las cosas que fue haciendo, incluso minando las posibilidades del PRO, que era su esencia, pero por necesidad de poder propio.
Y después tenés a Sergio Massa, que es un tipo muy hábil, pero su identidad es muy maleable. Por eso hablan del panquequismo de Massa: es absolutamente versátil y maleable a la necesidad de ubicarse donde corresponde. Si vos ves la trayectoria política de Massa, estuvo en todos lados. Pero ¿quién es Massa en realidad? Lo vas a saber el día que asuma el poder y con sus decisiones, que puede ser cómo se va a plantar desde el punto de vista económico. Ahora no puede tomar decisiones de profundidad porque no tiene tiempo, entonces vamos a ver ahí qué pasa. Y vas a ver si, en caso de asumir en algún momento, mantiene la relación con sus socios políticos actuales o quiere borrar al kirchnerismo de cuajo. Massa es otra caja de Pandora.
-¿El kirchnerismo es el gran perdedor?
El kirchnerismo está rezando por sobrevivir y su capilla queda en la provincia de Buenos Aires.
-Mencionaste a Milei y a Massa como cajas de Pandora. ¿Te parece que Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, tiene una postura más definida y transparente en cuanto a sus posibles acciones y medidas a tomar?
Vos fijate, hablando de transparencia, Milei es recontra transparente y brutal en la forma de decir las cosas y lo votan pobres y lo votan ricos. Patricia tiene algo diferente de Milei, que es que es transparente, es directa, pero tiene un conglomerado atrás de Juntos por el Cambio que tiene que negociar con todos, ¿no? Mientras que Milei es él, con los pros y las contras que tiene eso, hoy en la campaña, en el discurso te sirve, pero después sos Milei-dependiente, entonces es diferente a tener una estructura partidaria, a tener diputados, a tener un montón de cosas. Creo que hoy Milei es el grito de desesperación de una sociedad harta de ser pobre para todos, porque para todos es una caída social en todo sentido, para algunos es hambre, para otros es caída.
-¿Cómo ves la percepción de lo nuevo en la figura de Milei? Considerando que, aunque su estilo y apariencia puedan ser distintivos, sus asesores y su enfoque en la dolarización no necesariamente representan una novedad en el ámbito político y económico…
Así es la política. Una cosa es el discurso y otra es el ejercicio del poder. Cuando estás en el poder, la realidad te confronta y te impone limitaciones. Es como un baldazo de agua fría. Creo que el problema radica en la pendularidad, como vemos en el libro: pasamos de un populismo recalcitrante, encabezado por una persona ideóloga como Cristina de izquierda, a alguien de derecha o centroderecha pragmático. Esta pendularidad parece repetirse y, si Milei gana, arrasa con todo y después vendrá otro. Lo que nos falta es dejar de ser un país pendular y avanzar hacia una dirección donde se construyan cosas duraderas, como políticas de Estado. Eso es lo que necesitamos.
-Y dentro del termómetro Hatum de optimismo-negativismo, ¿qué expectativas tenés?
Yo soy más realista, te diría, más que negativo u optimista. Creo que la Argentina está en el horno, entonces me parece que necesitás 20 años para poder sacar un país adelante y somos muy exitistas, como en el fútbol, esto de metí gol y están todos contentos y después se acaba. En la medida en que no tengamos esa visión de que las cosas necesitan tiempo, no se puede cambiar nada... Me parece que hoy estamos en esa circunstancia.
*La entrevista fue realizada semanas antes de las elecciones generales del 22/10 y publicada en la edición de octubre de Forbes Argentina.