Omar Paganini: "En vez de la Suiza, Uruguay debe ser la Irlanda de América"
Marcela Dobal Directora de Forbes Uruguay
Marcela Dobal Directora de Forbes Uruguay
Tras el desarrollo de una industria del software pujante en los últimos 30 años, Uruguay quiere dar un nuevo salto y subirse a “la ola de inteligencia artificial, blockchain e Internet de las Cosas”. El ministro de Industria, Energía y Minería, Omar Paganini, dialogó con Forbes Uruguay sobre la oportunidad que se presenta para captar talento e inversiones de la región, que ya se ven atraídos por un “Uruguay innovador".
Con trayectoria en el ámbito empresarial y en la academia (fue decano de la escuela de negocios de la Universidad Católica, UCU Business School), el ministro compartió su visión sobre cómo la economía uruguaya puede diversificarse, apoyándose en nuevos desarrollos, que van desde el hidrógeno verde hasta la biotecnología.
—¿Cómo imagina el Uruguay productivo de los próximos años?
—Me imagino un país en que por un lado sigue haciendo la parte agroexportadora mejor, con más tecnología, que pueda avanzar en la medida en que se abran mercados y también agregarle eslabones a esa etapa de producción de commodities, distinguiéndose por la calidad, por el valor agregado.
Y también complementando esto como un centro de innovación de referencia para la región, con el software y la tecnología digital avanzada, que es la que viene ahora, con la robótica, Internet de las Cosas y la inteligencia artificial, que ya es un nuevo salto.
Ya no se trata de desarrollar software sino de crear soluciones tecnológicas para problemas asiduos, como puede ser el uso de la energía, o anticiparse a problemas médicos a partir del manejo masivo de datos. En fin, muchas otras cosas.
—¿Dejaremos de estar tan pendientes de las fluctuaciones en el precio de los commodities, como la soja y la carne?, ¿qué referencias tendremos en ese Uruguay que usted proyecta?
—Vamos a tener un mix de muchas cosas. La soja, la celulosa y la carne van a seguir estando seguramente y los lácteos también, pero esperemos que además pueda estar el hidrógeno verde, y quizás es mucho más difícil darle valor porque no es un commodity, pero también importará nuestra capacidad de generar productos innovadores. Ahí la hora de programación no es la forma de medir, pero nuestra capacidad de agregar valor en la industrias intangibles diversifica la economía y nos saca la cabeza de que vendemos un producto, como lo es la soja. No vamos a vender un producto, vamos a tener una economía más diversificada y más interesante también.
—¿Cuál es el principal reto en el sector tecnológico?
—Ya tenemos un desarrollo digital maduro y podemos profundizarlo mucho más en proveer tecnologías para el mundo. Uruguay se transformó en un centro de negocios, en un business hub, con la radicación aquí de muchas oficinas de corporaciones multinacionales en nuestras zonas francas, pero ahora está dando el salto a ser un hub de innovación. Si uno mira el desarrollo de las compañías que se instalaron en Uruguay, ya no están pensando solo en traer sus oficinas o un call center, sino en traer centros de investigación, de innovación.
Hay que asumir la nueva ola de la inteligencia artificial, blockchain e Internet de las Cosas. El gobierno puede apoyar generando ambientes donde se puedan probar cosas. Porque son ambientes que requieren tecnología de mucha escala. Por ejemplo, el laboratorio con Microsoft nos va a permitir probar inteligencia artificial sin tener que inventar toda la rueda de cero. Podemos hacerlo con la plataforma de herramientas de Microsoft.
Nos imaginamos en el LATU un laboratorio abierto que pueda ser usado por el ecosistema uruguayo para probar tecnologías y atraer empresas y startups de la región, que en el fondo es atraer inversión. Que los fondos de inversión en innovación puedan ver que en Uruguay hay empresas en las que vale la pena invertir. Es lo que inicialmente pasó en Silicon Valley. Uno entra en el mapa donde hay “semilleros” de ideas y capta fondos de inversión que pueden ayudar a esas ideas y compañías a crecer internacionalmente.
—¿Puede Uruguay soñar con convertirse en un Silicon Valley?
—Es de lo que estamos hablando, sí, salvando las distancias. No tenemos la escala ni el mercado de Silicon Valley, pero sí podemos siempre tener una visión internacional, ser un lugar de referencia en innovación como lo logró Irlanda, también Finlandia, Israel, que son el tipo de economías que se parecen a nosotros: pequeñas pero abiertas al mundo.
También podemos atraer talento de la región. Estamos en un buen momento para hacerlo porque hay mucho interés en países vecinos a instalarse en Uruguay, aprovechando esta ola del Uruguay innovador.
Cuando decimos ser un polo de innovación no es para innovar para lo que sucede acá sino innovar para el mundo. Hay que cambiar un poquito el chip y decir: “Vamos a conseguir inversión para crecer rápido”, que es lo que hizo la gente de dLocal. El Uruguay en el caso digital ya lo hizo. Ahora tenemos que dar el salto hacia la nueva tecnología y eso requiere de estos laboratorios.
—¿Espera que surjan más unicornios en Uruguay?
—Creo que Uruguay puede ser un semillero de productos que generen impacto global y por lo tanto en ese sentido el origen de unicornios, por decirlo de alguna forma. Cuando el mundo habla de unicornios se refiere a tecnología digital, pero no necesariamente aplicada las finanzas (como el caso de dLocal). Va a demorar más tiempo y tiene una lógica distinta pero creo que con la biotecnología hay una oportunidad. Es un proceso más largo, porque requiere laboratorios, inversión, maduración, formación de recursos humanos, pero también en ese sentido tenemos un camino a recorrer.
Hay que dar el salto de tener productos a tener empresas que exportan agregándole valor, generando propiedad intelectual uruguaya. La pandemia demostró que lo podíamos hacer. Rápidamente fuimos autosuficientes en los tests (de detección de covid) cuando era un problema. Eso fue porque había cierta semilla de emprendimiento biotecnológico que floreció.
Me imagino dar ese salto biotecnológico para que Uruguay pueda ser un productor de tecnología para la salud humana, para la salud animal, para los alimentos inteligentes por decirlo de alguna forma.
—¿Qué empresas están interesadas en explorar en esa área?
—Hay varias. Cuando hemos ido de viaje con (el ministro de Salud Pública, Daniel) Salinas conversamos con Pfizer, por ejemplo. Esas posibilidades existen, hay que explorarlas, pero se requieren cambios regulatorios para hacerlas viables. Generar un ambiente de pruebas clínicas y preclínicas implica ciertos cambios importantes que podrían ser un tema interesante para el país. (…) Tenemos potencial para desarrollo de vacunas. Uruguay tiene empresas que han desarrollado vacunas veterinarias hace varios años y una fue adquirida ya por una empresa multinacional. Hay potencial y no solo digital.
—¿Cómo facilitará el gobierno la llegada de talento al país?
—Hay todo un desafío de ir adecuando los mecanismos de atracción de talento para poder atraer nómades digitales. Está el impuesto a los no residentes como mecanismo, pero hay que ir ajustando la legislación que viene de la época de las zonas francas a esto que es una regulación distinta, porque en realidad esto son industrias volátiles, que tienen que atraer talento a vivir en Uruguay. Eso es un proceso en que estamos avanzando y todavía requiere ajustes, pero ya estamos viendo que hay atracción de talento importante en el país.
—¿Desde dónde viene ese talento?, ¿de Argentina?
—Sobre todo de Argentina, pero también de otros lados que se han venido a radicar a Uruguay. Somos un país atractivo para venirse a vivir desde América Latina. No tenemos las grandes congestiones de las grandes ciudades como San Pablo, Buenos Aires, Bogotá. Tenemos condiciones de seguridad y de cumplimiento de la ley y transparencia. Para un inversor da tranquilidad saber que las reglas de juego se cumplen.
Tenemos tracción de emprendedores, de talento, en el sector software y audiovisual y demás. Tenemos que seguir trabajando porque es una manera de lograr que esta visión del polo de innovación se concrete. En Irlanda pasó eso, que mucha gente de Europa se fue a vivir para allá.
Lo mismo podemos decir de Finlandia. Hay temas jurídicos, pero ya se da y se está dando bien. De Argentina, Chile, Colombia, Perú. Más de la región, pero también hay gente que se está viniendo a vivir a Punta del Este desde Europa.
—En ese proyecto. en vez de "la Suiza de América" Uruguay sería “la Irlanda de América”.
—Sí. Eso sería mi visión.
—Usted ha dicho que el hidrógeno verde “puede mover la aguja” y generar una transformación similar a la que implicó la forestación para Uruguay. ¿Qué oportunidad divisa allí?
—Estamos viendo cómo la dependencia de los hidrocarburos, y en particular de algunos proveedores de hidrocarburos, está siendo vista como un riesgo estratégico para muchos países, en especial en Europa. Uruguay puede jugar un partido exportador en la medida en que tiene mucha energía renovable y el hidrógeno puede ser un vehículo para transformarla en un bien exportable. Por eso digo que puede “mover la aguja” en el mediano plazo.
Europa está avanzando rápidamente en la decisión de importar energía por la vía del hidrógeno, porque es la forma de importar energía renovable y además no se depende de dónde está ese recurso. En Uruguay, el hidrógeno verde puede atraer mucha inversión. Estamos hablando de proyectos grandes y puede transformarse en un producto de exportación interesante. Hay que apostar al largo plazo.
Ya identificamos interés de Alemania y los países escandinavos. De hecho, hay un par de compañías que están intentando estudiar la prefactibilidad de proyectos de hidrógeno verde en Uruguay. Y nuestros mercados de destino pueden ser EE.UU., Australia, Japón y Corea.
La tecnología digital ocupa el espacio central, pasamos de los átomos a los bits y ahora resulta que aparecen de vuelta los átomos, con en estas moléculas nuevas que se quieren formar. Uruguay tiene que estar también ahí.