No es casual que haya vuelto a salir de su zona de confort. Juan Ciapessoni ahora es socio y director de GEN - Center of Arts and Sciences, un proyecto de escala global que lo tiene muy motivado.
En el marco de la primera edición de Forbes Game Changers Summit, durante una entrevista con Marcela Dobal, directora de Forbes Uruguay, compartió su filosofía de estar siempre en modo “líquido” y sus próximas metas, que incluyen revalorizar el potencial de Uruguay en las más variadas disciplinas. Lo que sigue, es un extracto de su participación.
¿Está en tu ADN crear disrupciones antes que priorizar el retorno seguro?
Sigo viendo una hoja en blanco en absolutamente todo. Con The Electric Factory (THEF) empezamos a ganar premios, a los que luego no me quise presentar más para no creernos que éramos los mejores del mundo. Entonces, nos presentamos a otro premio local, después a otro internacional. No quería muchos de uno, quería uno de todos, para mostrar que las personas pueden ser multifacéticas.
Hoy estamos todos a un paso de ser la industria, en vez de ser una oportunidad en una industria ya existente.
Fijate que se está hablando de crear una agencia espacial en Uruguay. Líderes como Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk, aparte de ser adictos al fracaso, están en proyectos que biológicamente los trascienden. Eso reduce la necesidad de ser exitoso en menos de dos años y si no sos un fracasado.
¿Por qué vendiste THEF al Grupo Cisneros cuando estaba en la cresta de la ola?
Soy adicto a salir de la zona de confort. En la pandemia no podía viajar y me di cuenta que había estado mucho tiempo de espaldas al país. Me sumé a la CUTI (Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información) y propuse que el país se vendiera posicionándose en la primera milla de la innovación, que es el prototipo.
Ahí salió Test Uruguay. Me veía como un articulador de cambios en mi país, donde mis hijos viven, y me sentí muy bien. Con Pablo Casacuberta hicimos la película “Soñar robots”, de unos chicos del interior que ganan la Olimpíada de Robótica. Estuvo 14 semanas en cartel, la vendimos a Disney, hoy está en Iberia y en United Airlines. Es impresionante todo lo que pasa en Uruguay y nadie lo sabe o valora. En THEF estaba un poco alejado de este nuevo propósito. Cuando surgió la oportunidad de vender parte de la compañía, levanté la mano.
Con THEF rompiste muchos esquemas. ¿Tuviste un ilusionista en el equipo?
Sí, THEF siempre fue pensada como un lugar de reclutamiento de gente talentosa y curiosa. Es cierto que contraté a un ilusionista, a Daniel Ketchedjian. Era el momento de las BTL, de las experiencias de marketing físicas extraordinarias. ¿Cuál es el futuro del turismo o del transporte? Capaz que es ir a B sin dejar A. Muchas de las innovaciones parten de la copia de la ciencia ficción.
¿Qué representa para vos la frase de Casacuberta: “el largo de nuestra vida es finito, pero el ancho depende de nosotros”?
La escuché en su charla TED hace siete años y cambió mi vida para siempre. Tengo 45 años y me siento de 80. Eso es por todo el tiempo haber vivido más transversalmente que en una linealidad. Con Pablo ahora montamos GEN. Nuestra motivación es ser agentes de cambio y dar visibilidad a cantidad de gente talentosa en el mundo. Que llegue a la sociedad en el formato de arte, artes escénicas, diseño editorial y audiovisual.
¿Qué tanto te hicieron crecer tus largas caminatas de golf a los 14 años con empresarios octogenarios?
Con Rodolfo Tálice, Walter Pintos Risso… El golf tiene una cosa muy buena: genera cierta paciencia, porque no se puede tirar una pelota y enseguida otra. Tenés que llegar, y en ese proceso hay un montón de pensamientos y de oportunidades de dialogar. En Asia se pone a los adultos mayores en el centro de la mesa; nosotros los mandamos a casas de salud y no conversamos mucho con ellos.
¿Cuán vinculado estás al mundo oriental?
Una de las veces que fui al festival de innovación más importante del mundo, donde ganamos en dos ocasiones con THEF, vi tres mesas al salir de una conferencia: una estaba llena de gente como yo, otra con unas chicas bonitas y otra con un chino, solo. Me fui a la del chino sin dudarlo. Resultó que era el gerente de Kodak en los '60 y se había quedado a vivir en San Francisco, pero era el que decidía qué startups terminaban en Silicon Valley.
Me sugirió ir a Hong Kong. Saqué el pasaje, fui y conocí a través de él a mucha gente del mercado asiático. Tenía 30 y pico. Diez años más tarde, soy el único inversor de una empresa de inteligencia artificial (IA) en Hong Kong, en Malasia y en China no oriental. Lo mismo hice con THEF: en vez de hacer el típico camino por Latinoamérica, fuimos directo a Chicago, New York y Los Ángeles.
¿En qué invertís tu dinero?
Algunas de mis inversiones son impulsivas, diría mi asesora. No puedo invertir a un retorno seguro. No lo haría ni a los 80. Invertí en esta startup de IA oriental y, también en una compañía de minería submarina. Cuando eso se regule, vamos a poder abastecer al mundo de muchos elementos. También invertí en real estate, en el Palacio Salvo, que en cinco años cumple 100 años.
Estoy enamorado de Montevideo. Tiene un potencial increíble.
¿Cuál es tu gran meta con GEN?
Empezar a que la gente que no ve hoy teatro, una exposición de arte, o una charla sobre ciencia, vea un retorno en esto y así crear una mejor sociedad. Hace poco trajimos 10 personas de primer nivel de EE.UU. para un encuentro interdisciplinario, junto a especialistas uruguayos. Se generó una conversación onda Bauhaus, mágica, y ellos se fueron enloquecidos con el ecosistema de Uruguay. Si hoy se creara una nueva Bauhaus, definitivamente tendría que ser en el hemisferio sur, y creo que Montevideo o Uruguay deberían estar en el top de opción, sin dudas.