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Carlos Batthyány, director ejecutivo del Institut Pasteur. Imagen: Nicolás Garri
Innovacion

Carlos Batthyány: "Logramos el objetivo de tener más dinero para hacer mejor ciencia"

Mariana Goday

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El director ejecutivo del Institut Pasteur habló de la creación del LAB+, el vínculo con las startups y del ingreso de Uruguay al Tratado de Cooperación de Patentes.

16 Septiembre de 2024 07.00

Carlos Batthyány, director ejecutivo del Institut Pasteur, aseguró que la creación del LAB+ -que ya lanzó su segunda ronda de inversión- es un "cambio de paradigma" que permite posicionar a las ciencias de la vida como motor del desarrollo económico sostenible. En entrevista con Forbes Uruguay profundizó sobre este fenómeno y resaltó que hoy en día el 20% de los científicos del instituto trabaja asociado a una startup.

¿Qué servicios ofrecen hoy?

Los más relevantes, en cuanto a la incidencia en el presupuesto, son el control de calidad de biofármacos y el bioterio (la unidad de experimentación animal libre de patógenos única en Uruguay). 

Por otra parte, tenemos el Centro de Innovación en Vigilancia Epidemiológica (CiVE) -que tuvo un rol importante durante la pandemia-, entre otros servicios que prestamos a la comunidad.

Después viene el LAB+, que pretende hacer lo que se hizo en Chile y Corea del Sur, que es tener un modelo de desarrollo de negocios basado en la creación de empresas de base científico-tecnológica, a partir de proyectos de investigación disruptivos.

LAB+ -primer company builder en ciencias de la vida en Uruguay- se inauguró en 2022, ¿cómo fue el camino hasta llegar a este hito?

Carlos Batthyány, director ejecutivo del Institut Pasteur. Imagen: Nicolás Garrido.
Carlos Batthyány, director ejecutivo del Institut Pasteur. Imagen: Nicolás Garrido.

El Institut Pasteur tiene como objetivos principales: impulsar el desarrollo de investigación en biomedicina de calidad internacional, ser un centro reconocido por sus plataformas tecnológicas y por el entrenamiento de estudiantes de ciencias y, finalmente, apoyar el desarrollo de actividades en ciencias de la vida.

Comenzó a funcionar en 2007 y este estímulo al desarrollo de ciencias de la vida estuvo muy perdido en los primeros 12 o 13 años-. 

Ya en 2015, en ese momento bajo la dirección de Luis Barbeito, empezamos a entender que no solo no estaba mal tratar de darle valor al conocimiento sino que, por el contrario, todos los países que hoy consideramos desarrollados -al menos desde el punto de vista socioeconómico- en algún momento de su historia han valorizado el conocimiento. Es decir, apoyarse en la ciencia, la tecnología y la innovación como bases y motores de un desarrollo sustentable.

¿Estaba mal visto darle valor económico a la ciencia?

Hoy le damos valor y gran parte del país está atrás de esta bandera, pero allá por 2017 - 2018, cuando modestamente desde el instituto empezábamos a hablar de esto, éramos casi unos herejes que estábamos tratando de hacer de la ciencia un negocio.

Hasta 2015 no teníamos un modelo de negocios. No se nos pasaba por la cabeza, hoy hablamos de un modelo
económico sustentable.

Y en este punto es importante hacerse algunas preguntas: ¿por qué en Sudamérica, a pesar de tener tres premios Nobel en ciencia y medicina en Argentina, la academia nunca puso un medicamento en farmacias? 

¿Por qué Uruguay se permitió desarrollar el área de tecnología de la información y la comunicación y generar mucho valor y en ciencias de la vida no? 

Creo que había una visión un poco dogmática.

¿Su visión siempre fue a favor de la valorización económica de la ciencia?

Recuerdo que en 2004 estaba haciendo mi primer postdoctorado en Estados Unidos y, en el laboratorio donde yo trabajaba, -allí hacíamos ciencia guiada por curiosidad- nos encontramos con unas moléculas novedosas.

Mi jefe me dijo de patentarlo y yo le dije por qué no dejar ese conocimiento disponible para todos los seres humanos.

Él me respondió que, si tenía inconveniente en recibir dinero de una patente, siempre podía donarlo. En esa conversación de corredor me cambió la visión sobre el tema, sobre la valorización del conocimiento.

Cuando tenemos la oportunidad de darle valor a esa ciencia, es importante no solo entender que no está mal, sino que lo que estaría mal sería no darle a Uruguay la posibilidad de crear valor sobre la plata que pagan los uruguayos y que mantiene al Instituto.

¿Cómo funciona LAB+?

El LAB + lo que hace es asociar las capacidades del Pasteur, y su deseo de mostrar que en Uruguay también es posible valorizar el conocimiento en ciencias de la vida, con las del fondo de capital de riesgo FICUS Advisory. No participa el Estado.

Esto en la práctica supone que el Instituto aporta espacios de investigación, su ecosistema de investigación, su ambiente fermental de investigación, los laboratorios para que se desarrollen estos proyectos y los recursos humanos especializados en analizar proyectos de investigación y transformarlos en una empresa de base científico- tecnológica. ¿Qué hacen los privados? Ponen la plata.

¿El Pasteur también invierte?

Sí y esto es bastante disruptivo. Nosotros no solo vamos a seguir pagando los salarios, sino que vamos a invitar a otras instituciones académicas a invertir - no en plata constante y sonante- sino con los salarios y los recursos humanos.

Un dato importante es que los recursos humanos son los inventores dela propiedad intelectual y las instituciones que pagamos los recursos humanos somos los dueños de la propiedad intelectual. El inventor tiene el derecho moral y puede tener, eventualmente, derecho económico, pero las instituciones académicas tenemos la posibilidad de licenciar o vender esa propiedad y eventualmente recibir dinero a cambio de ese conocimiento.

¿Qué se le exige y qué se le brinda a cada proyecto?

Lo que les pedimos es que ese conocimiento esté protegido por propiedad intelectual. Aspiramos a que estos neorigengocios, desde el día cero, se orienten al mercado global, y para eso tenés que tener ese conocimiento protegido. El 40% de la empresa es del científico.

Y lo que recibieron en esta primera ronda de inversión fueron US$ 750.000 para dos años de trabajo. Si al científico le va bien él hace plata, la academia también y los inversores recuperan al crecer la inversión.

¿Este conocimiento se transforma entonces en un activo del instituto?

Hasta la década del 60, la academia, cuando tenía una patente, se la daba directamente a una empresa grande. En el caso de los medicamentos, por ejemplo, se los daba a los laboratorios. En un momento los laboratorios empezaron a decir 'cuidado que la academia nos está vendiendo fruta'. Ahí se crearon las startups, que eran el eslabón que faltaba.

Entonces, vos tenés ahora al investigador en la academia, que hace un descubrimiento. La universidad le dice que lo quiere patentar. El dueño de la patente es la academia, el inventor es el científico.

Pero hasta ese momento la propiedad intelectual tiene un valor potencial, ahora hay que mostrar que funciona. Entonces se crea una pequeña compañía. 

Si esa startup logra trabajar sobre esa propiedad intelectual y demostrar que en la vida real funciona, la institución académica le alquila la propiedad intelectual a la startup contra cumplimiento de hitos y pago de hitos y regalías. Ahí la academia recupera lo que invirtió.

Nosotros con LAB + fuimos más agresivos, nos definimos como un creador de compañías. El Instituto toma acciones de todas las startups que se creen en este marco: el 10% del valor total de cada compañía es del instituto. Un cambio de paradigma total.

Carlos Batthyány, director ejecutivo del Institut Pasteur. Imagen: Nicolás Garrido.
Carlos Batthyány, director ejecutivo del Institut Pasteur. Imagen: Nicolás Garrido.

¿Este cambio de paradigma les permite pensar en un crecimiento exponencial?

Lo que buscamos es hacer más y mejor ciencia. Y ahí tenés dos modelos. Uno donde el Instituto se queda esperando a que el Estado lo financie. Y ahí hay un problema. 

Uruguay invierte 10 veces menos de lo que está aconsejado que tiene que invertir para transformar a la ciencia en un motor del desarrollo. En este modelo el Instituto quedaría en un estado estacionario con tendencia a decaer.

El segundo es un modelo económico alternativo, donde el Instituto recibe del Estado lo fundamental para funcionar, pero el crecimiento y la prosperidad la voy a tratar de co-construir con el Estado, desarrollando un modelo económico sustentable.

Este modelo tiene otro elemento muy importante y es que Uruguay tiene 10 veces menos científicos de los que debería tener y la mayoría estamos trabajando en el sector público. En los países desarrollados, el 70% de los científicos trabajan en el sector privado y en los países sudamericanos -no desarrollados- más del 90% trabaja en el sector público, en la academia. 

Y la academia está llena, entonces los científicos jóvenes se tienen que ir del país.

¿Esto se revierte únicamente con soluciones como LAB+?

Hay quienes dicen que tenemos que lograr que las empresas que existen en Uruguay comiencen a hacer tareas de innovación. Eso no va a pasar porque las empresas que funcionan ya tienen un modelo económico que es rentable, por algo están. 

La alternativa que se ha visto en el mundo que funciona es crear nuevas empresas y que desde el origen esas empresas tengan a la investigación y la innovación como la razón de ser. Por eso queremos crear empresas de base científico tecnológicas que tienen al científico como emprendedor y como empleado de alta calidad.

Es importante destacar que los temas a investigar son los que los científicos decidan. No queremos transformar el valor de la ciencia en las necesidades o el valor del mercado, todo lo contrario.

¿Cuál es el impacto que ha logrado LAB+ desde su puesta en funcionamiento?

En los últimos dos años, desde que empezamos, el 20% de los científicos que trabajan en el Pasteur, lo hacen asociados a una startup. Es decir que el Pasteur hoy -apenas empezado el modelo- ya tiene un indicador que es bastante superior al de Uruguay.

Estamos logrando los objetivos: tener más dinero para hacer más ciencia, generar empleo de calidad en empresas privadas y tener científicos trabajando en el sector privado. Es decir, que estamos logrando cerrar el círculo virtuoso entre investigación e innovación, entre inversión pública y privada, y demostrar que es más que redituable y eficiente.

¿Cuáles serán los próximos movimientos del LAB+?

En marzo de 2023 presentamos a un comité de inversión los cuatro proyectos que queríamos trabajar con ellos.

Todo salió bien y en febrero de 2024 anunciamos que habíamos cerrado la primera ronda de inversión cien por ciento privada de US$ 5 millones.

Tres de las seleccionadas están trabajando en salud humana y otra en salud animal. Todas con jóvenes investigadores de la Universidad de la República y del Instituto Pasteur.

Ahora estamos creando comité de inversión donde vamos a evaluar los primeros seis meses de trabajo de las startups y a analizar la posible inversión en una compañía uruguayo-americana.

¿Se trabaja únicamente a nivel local?

A fines de julio lanzamos el segundo llamado internacional para reclutar proyectos.

Es importante señalar que el Pasteur no está haciendo esto solo para investigadores del Instituto, se pueden presentar proyectos de cualquier parte del mundo. Ahí vamos a financiar hasta cuatro proyectos más y, a fin de año, la idea es cerrar otra ronda de inversión por US$ 5 millones.

Es una forma de repatriar talento uruguayo también; tenemos un 20% de nuestros científicos en la diáspora que están muy bien formados.

¿Qué impacto tiene para ustedes que Uruguay se haya sumado al Tratado de Cooperación de Patentes recientemente?

Celebramos que Uruguay haya entrado. No te podés presentar como un hub de innovación regional y no estar en el tratado. Es un paso importante.

En particular, en el Instituto, ya teníamos resuelto el problema porque tenemos un estudio de abogados en EE.UU. Esperamos que, en los próximos años, estudios locales se especialicen en la escritura de patentes de base científica y que eso nos abarate costos.

¿Qué más te gustaría lograr a largo plazo como director del Instituto?

Me encantaría demostrar que hacer un círculo virtuoso entre la ciencia guiada por curiosidad y la valorización de los conocimientos, es real y sirve. En el camino tenemos que tener varios cuidados. El gran error acá es creer que se puede poner plata solo para innovación o solo para ciencia guiada por curiosidad.

Hay que tener mucho cuidado de balancear el sistema. Si no generás el conocimiento, no tenés nada para valorizar. Y si te dedicas a valorizar, y no generás conocimiento, en pocos años te quedás sin nada.

Mi sueño, de acá a 10 años, es ver un Instituto más grande, con un segundo edificio lleno de startups, haciendo más y mejor ciencia.

Y, además, que el Instituto impacte en el barrio, que pueda crear un bachillerato más científico-tecnológico, que esté en Malvín Norte, y empiece a generar impacto social en el propio barrio.

 

FOTOS NICOLÁS GARRIDO

*Este artículo fue publicado originalmente en Forbes UY del mes de Agosto de 2024

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