Unas vacaciones en Nueva Zelanda lo inspiraron a crear una empresa de snacks saludables: la historia de los pochoclos Bamboo
Aldo Antonutti fundó la empresa junto a Pablo Mauto y Christian Bonfiglio, con la que proyectan facturar más de $ 1.600 millones y extender la línea de productos. Él, además, es el creador de Rebelde, un queso crema "como los de antes".

La historia de Aldo Antonutti, y la inspiración para sus diferentes emprendimientos, cruza a Nueva Zelanda con Tandil, pero también el deseo de consumir cada vez más "alimentos reales". Se crió en Tandil, donde sus padres tenían el primer tambo certificado orgánico del país. Equipado con su carrera de Comercialización, estudios de Marketing en Barcelona y un MBA del IAE, el primer paso en el mundo empresario de Antonutti fue en ese tambo, junto a sus hermanas, años después del fallecimiento de su padre y cuando su madre decidió retirarse.

"Un poco sin querer, encontré mi pasión y propósito, crear o desarrollar alimentos, en un sector que me encantó", cuenta Antonutti. Junto a sus hermanas hicieron una reorganización del negocio y lanzaron la marca Santo Padre, con foco en quesos, que fue creciendo y que hoy continúa al mando de sus hermanas. Él se fue en agosto porque, en este camino, siguió profundizando su pasión y nacieron Bamboo Snacks y Rebelde, sus otros dos emprendimientos. "Santo Padre me dio todas las herramientas y confirmó mi visión de que se puede desarrollar productos de consumo masivo que sean diferenciales y con ingredientes reales", explica.

En 2018, cuando estaba de luna de miel con su mujer en Nueva Zelanda, pararon en un supermercado en la ruta a comprar snacks para el camino. Su mujer, fanática de los pochoclos, eligió ese producto, que allí se comercializaba empaquetado en el retail. "Me encantaron y me quedé maquinando. Así que ni bien volvimos a Argentina fuimos al cine, porque quería ver qué máquina usaban para hacer los pochoclos ahí", cuenta.

Los pochoclos son los primeros snacks lanzados por Bamboo, en tres versiones (dulces, salados y agridulces). En los próximos meses planean sumar nuevos productos, siempre bajo el concepto de "alimentos reales". 

La marca -Cretors, oriunda de Chicago- tenía un representante en Argentina. Tocó el timbre y lo atendieron Pablo Mauto y Christian Bonfiglio. Les contó a rasgos generales qué máquina necesitaba (sin develar su proyecto) y quedó en contacto con ellos, mientras buscaba financiamiento para su proyecto. Mauto lo llamó cuando llegó la máquina desde EE.UU. y Antonutti fue sincero: no tenía la inversión necesaria, pero sí la marca (Bamboo), un plan de negocios y mucha fe (en Chile y EE.UU., el pochoclo es el snack más consumido). Mauto y Bonfiglio se convirtieron en sus socios. "Fue un poco de suerte y un poco de intuición", dice Antonutti.

Antonutti tenía tanta fe en el proyecto que, en paralelo, había comprado una envasadora automática vertical -en MercadoLibre, de un productor de nueces pecán. Hacer pochoclos parece una tarea sencilla (maíz y calor), pero tiene sus secretos, dice Antonutti. Por ejemplo, en una hora se pone húmedo, entonces hay que envasarlo en una atmósfera modificada. Y, por ende, el packaging también tiene que ser especial, porque si entra oxígeno, se humedece. La logística, entonces, implicaba radicarse en una planta industrial y formar equipo. En marzo de 2020 firmaron el contrato de alquiler en Tigre. Y llegó la pandemia. A medida que se empezaron a levantar las restricciones, aprovecharon para hacer todas las pruebas necesarias. Tardaron casi 10 meses para llegar al producto que querían.

En mayo de 2021 fue el lanzamiento oficial de Bamboo, los pochoclos orgánicos que componen la primera camada de productos de la compañía, en sus versiones dulce, salado, y sweet & salty (el sabor más vendido), en dos tamaños (mini pack y grande). Sus ingredientes son pocos: maíz orgánico, aceite de coco, azúcar orgánico y sal marina. Hoy está presente en diferentes tipos de canales, desde supermercados (con grandes cadenas como Carrefour, Coto y las de Cencosud) y dietéticas hasta colegios, estadios de fútbol, teatros y hoteles. Con una producción de alrededor de 160.000 paquetes por mes, proyecta el año que viene una facturación de $ 1.600 millones. Exporta a Uruguay y Paraguay, con el objetivo de llegar a Chile en 2025.

Aldo Antonutti combina en Bamboo y Rebelde su pasión por diseñar y crear alimentos "reales" pero que lleguen a quienes quieran consumirlos: "Queremos que sean productos de impacto, pero masivos". 

En este proceso, además, Bamboo está en una ronda de inversión de US$ 500.000 para financiar la expansión de su planta (de 600 a 3.000 metros cuadrados) y lanzar nuevos productos. "Vamos a sumar un sabor nuevo en la oferta de los pochoclos pero, además, tenemos previstos nuevos snacks, para dar el siguiente paso y afianzarnos como una compañía de snacks reales", adelanta Antonutti.

Otro objetivo de cara hacia adelante es instalar una planta en San Pablo, para llegar al mercado brasileño, que además de tener 200 millones de consumidores es uno de los países que más pochoclo consume en el mundo. "No hay marcas orgánicas o saludables, así que estamos armando el proyecto. Es todo un desafío porque, además, la producción orgánica tiene una norma diferente a la argentina", resalta.  

"Hay una frase de Narda Lepes que tengo grabada, que dice que los chicos nacen con el paladar virgen y depende de nosotros -los padres pero también las empresas de alimentos- moldearlo. El paladar se puede volver a acostumbrar, pero hay que ser consistente. Estoy muy orgulloso de los productos que desarrollamos, porque pensamos cada ingrediente, con qué y cómo los hacemos. Pienso primero en el ingrediente", asegura Antonutti.  

Con este propósito también surgió Rebelde, un proyecto que va en paralelo a Bamboo, pero con un foco similar: alimentos reales. En este caso, un queso crema que, a diferencia de lo que se encuentra en las góndolas, tiene solo de ingredientes leche, crema, cuajo y fermento láctico. "Llamé a un colega de la industria láctea y me abrió las puertas de su fábrica. Lo primero que decidí fue sacarle el sorbato de potasio y todos los estabilizantes y gelificantes que están en todos los productos hoy. ¿Qué estamos comiendo?", se preguntó. Por eso, Rebelde usa un fermento con un bioprotector natural.

Para lanzar Rebelde, un queso crema "como los de antes", sin estabilizantes ni aditivos, Aldo Antonutti se asoció con un compañero de su MBA. Rebelde tiene dos versiones (la original y una descremada) y planea también nuevos lanzamientos. 

Rebelde, en el que se asoció con un compañero del MBA, factura unos $ 900 millones al año y también tiene potencial de extensión de línea (por ejemplo, a yogures y manteca). Por ahora, por capacidad y su vida útil (30 días), está disponible en el canal saludable. "Surgió por querer ir contra la corriente de lo que estaba haciendo la gran industria, que no se preocupa por los ingredientes o los maquilla y te los vende como artesanales cuando poco tienen de eso. Me enoja un poco que teniendo los presupuestos que tienen no trabajen en mejorar los ingredientes. Es un desafío, pero nada que no puedan resolver", sentencia.

"En líneas generales, las marcas crecieron 35% comparado con el año pasado, y planeamos seguir creciendo a doble dígito el año que viene. Por un lado, al ser empresas nuevas, crecen. Pero también porque la gente se dio cuenta que pueden elegir otros productos", dice Antonutti. "Nuestro desafío es que los productos sean mejores pero no imposibles de pagar. Que sean productos de impacto pero masivos. Cuando voy al colegio de mi hija y los chicos están comiendo Bamboo para mí es espectacular", concluye.