Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?, decía Florinda Meza. ¡Yo, el Chapulín Colorado!, se escuchaba enseguida.
En la tan famosa comedia del siglo pasado —y también en las empresas— asomaba un problema y siempre aparecía una sola persona a la cual recurrir.
En nuestras organizaciones contemporáneas la complejidad de las situaciones problemáticas, junto a los rápidos cambios en el contexto, la aparición incipiente de nuevas tecnologías y los cambios comportamentales de las personas, ponen de manifiesto que el siempre lo hicimos así, es la mejor razón para no volver a hacerlo.
Asumir la decisión de salir del statu quo requiere coraje —reconocer nuestra vulnerabilidad—, y aparecen nuevas interrogantes: ¿Podré hacerlo?, ¿cómo lo hago?, ¿cuáles son los costos detrás de esa decisión?, ¿qué impacto tendrá en mi organización? ¿cómo me sentiré?
La visión y ayuda de alguien externo brinda una mirada desinteresada sobre nuestra realidad para poder encontrar soluciones a nuestros conflictos.
Pero ¿quién podrá ayudarme?
Aquí presentaré las diferencias entre los roles de las personas que trabajan como mentores, consultores o coaches ejecutivos.
Ante todo, si bien comparten prácticas como la creación de espacios psicológicamente seguros, estas son disciplinas distintas en el ámbito de la orientación personal y profesional.
Un mentor es un profesional experimentado que aconseja y comparte su experiencia cosechada a lo largo del tiempo, y da perspectivas para potenciar el crecimiento profesional y personal de la persona. Actúa como guía y usa su conocimiento para reforzar el talento y las habilidades de su mentoreado.
Normalmente, un proceso de mentoría se desarrolla a través de sesiones espaciadas en el tiempo en las que se trabajan los objetivos de la persona, su evolución, las decisiones que toma, los obstáculos que encuentra y los resultados que consigue en esas sesiones.
Se asegura que la persona se comprometa a dar pasos concretos y reales. Es importante que se desarrolle una relación personal entre el mentor y el mentoreado, donde nace el respeto mutuo, la admiración, el aprecio e incluso la amistad.
Un consultor es un experto en un área específica que brinda asesoramiento especializado y es contratado por un período definido.
Su trabajo se basa en ofrecer recomendaciones y soluciones concretas a uno o varios problemas. Posee un set de herramientas analíticas, que utiliza principalmente para analizar el estado de situación y la problemática en cuestión.
El observar a la empresa desde afuera —con una mirada objetiva y crítica— permite descubrir problemas que las personas que trabajan todo el día allí no habían notado.
El trabajo de consultoría debe estar muy bien definido en cuanto a sus objetivos y a sus límites.
Un coach ejecutivo se centra en ayudar a las personas a identificar y alcanzar sus objetivos personales o profesionales a través de conversaciones estructuradas.
El coach no proporciona respuestas, sino que utiliza preguntas poderosas para facilitar el autodescubrimiento y el desarrollo de habilidades. Bajo su guía, la persona trabaja para explorar sus recursos internos y encontrar soluciones a los desafíos que enfrenta.
A diferencia de una terapia a largo plazo, el trabajo con un mentor, un consultor o un coach ejecutivo es por un período de tiempo específico.
Como mentor, soy feliz cuando las personas que mentoreo aprenden las reglas de su negocio como maestros y luego las rompen como artistas. Es decir, que han podido reflexionar y cambiar su accionar incorporando nuevas perspectivas.
Trabajar con un profesional externo no es un gasto, es una inversión.
*Este artículo fue publicado originalmente en Forbes UY del mes de Abril de 2024