Un salto al desarrollo
Agustín Iturralde Economista, Director Ejecutivo en el Centro de Estudios para el Desarrollo
Agustín Iturralde Economista, Director Ejecutivo en el Centro de Estudios para el Desarrollo
Es un lugar común decir que estamos en un cruce de caminos, pero la realidad es que muchas veces nos encontramos como sociedad ante disyuntivas relevantes. Creo que en los próximos años volveremos a tener que optar.
Uruguay es un país con una institucionalidad política asimilable a la de un país desarrollado, así lo muestran los índices de democracia, de libertad de expresión o de corrupción. Sin embargo, cuando miramos nuestra institucionalidad económica la realidad es distinta; tenemos instituciones económicas de país en vías de desarrollo.
Claro que no hemos sufrido el “terraplanismo” económico que se implementó en Argentina o Venezuela, pero los índices de competitividad, de facilidad para hacer negocios o de libertad económica nos muestran que quedan tareas pendientes en materia de regulación del mercado laboral, apertura económica y temas regulatorios.
No es que tengamos que hacer una revolución económica, lo que necesitamos es darle un nuevo impulso a una agenda en la que el país viene avanzando. Uruguay es hoy un país mucho más rico, abierto, estable y con menos pobreza que a la salida de la dictadura.
En gobiernos de todos los partidos hubo logros relevantes y, lo que es más importante, no se ha dado marcha atrás en lo que otros hicieron. En este mismo gobierno sin dudas se le dio un impulso a la agenda. Los avances en materia de estabilidad macroeconómica y la reforma del sistema de seguridad social son hitos indudables.
Pero a no confundirse. Que hayamos avanzado no quiere decir que vayamos a seguir haciéndolo. Hay dos caminos opuestos que podemos imaginar. Uruguay puede en las próximas décadas convertirse en el primer país desarrollado de América Latina; es un objetivo ambicioso pero no imposible en un horizonte de pocas décadas. Para eso hay que encarar reformas pendientes que son complejas y no siempre populares.
Pero también podemos tomar un camino inverso, cayendo en un círculo vicioso de estancamiento económico y demandas insatisfechas.
El caso de Chile es muy emblemático al respecto, su élite pasó de creer que caminaban derecho al desarrollo a profesar el más profundo pesimismo en menos de cinco años. Muy rápidamente las circunstancias económicas nos hacen pasar de un extremo al otro.
Si hubiera que definir cuál es el gran desafío de Uruguay sería ganar competitividad sin renunciar a niveles de bienestar. Este reto ha sido denominado por la literatura económica como “la trampa del ingreso medio”.
Esta “trampa” ocurre cuando una economía es “muy cara” para ser competitiva de la forma que suelen serlo los países pobres, es decir, en base a costos bajos. Pero las economías en esta “trampa” tampoco son suficientemente sofisticadas y productivas para ser competitivas, como lo son los países ricos, en base a una muy alta productividad de sus factores (capital humano muy formado, infraestructura de primer nivel, etc.).
En otras palabras, parece claro que Uruguay no es el destino ideal para una inversión en búsqueda de abundante mano de obra barata; pero tampoco para captar inversiones muy sofisticadas y que requieren altos niveles de productividad y eficiencia.
En los próximos cinco años Uruguay requerirá coraje político y claridad de ideas para procesar las reformas pendientes. Estas reformas no siempre serán populares, e implicarán afectar intereses.
El 29 de noviembre, con la presencia del Presidente de la República, desde el Centro de Estudios para el Desarrollo publicamos un documento de 20 páginas que pretende aportar algunas ideas al respecto, proponiendo una ambiciosa agenda económica y social.
Ojalá el próximo gobierno tenga la claridad de ideas y el coraje político para animarse a intentar dar ese salto al desarrollo. Las empresas y las personas lo necesitan.
*Este artículo se publicó originalmente en Forbes UY del mes de Diciembre de 2023