Para los que emigramos del país en búsqueda de mejores oportunidades de estudio y trabajo en el exterior, las últimas décadas nos jugaron a favor porque la etiqueta "Hecho en Uruguay" se ha convertido en una marca de calidad.
Eso es así gracias a que la sociedad uruguaya se curó en salud de los vergonzosos errores -y horrores- cometidos por nuestros antepasados durante 1960 y 1970, mejorando mucho la conducta, el desempeño y la reputación del país a partir de los 90. El presidente José Mujica ejemplificó muy bien esa transformación de la sociedad.
Las últimas elecciones y el buen comportamiento de los contrincantes recibieron muchas alabanzas. Sin embargo, la ausencia de propuestas de cambio ambiciosas, constructivas y prometedoras, seguramente por falta de apoyo popular para ellas, fue blanco de cuestionamientos.
Efectivamente, el contenido de las campañas electorales dejó en claro que el desempeño económico del Uruguay quedará en "piloto automático". Tal como ha sucedido en el pasado, en años de condiciones externas muy favorables el ingreso per cápita aumentará 5% o 6%; en condiciones muy desfavorables disminuirá 2% o 3%; y en promedio los ingresos aumentarán 2% a 3% por año, tal que duplicarlos llevará entre 25 y 35 años.
Y dada la victoria del candidato Yamandú Orsi y su partido, a quienes les agita más cómo se reparte la torta que cómo hacerla crecer, y su proclividad a resolver los problemas socioeconómicos dedicando más recursos públicos, lo más probable es que la inversión y la economía crezcan lentamente en los cinco años que vienen.
¿Cuáles serían las propuestas audaces para mejorar el estándar de vida con mayor rapidez? Como mínimo son dos: abaratar el costo de vida removiendo trabas a la competencia, producción, eficiencia y comercio; y aumentar la inversión en nuevos emprendimientos muy rentables que generen nuevos empleos mejor remunerados.
Los estudios muestran que Uruguay es el país más caro de América Latina. La fortaleza del peso uruguayo obviamente contribuye a esta situación, pero ahora que el Banco Central (BCU) vela por la inflación y deja que el mercado fije la tasa de cambio, es inútil esperar que la moneda se deprecie tanto que el Uruguay deje de ser caro.
La forma constructiva de abaratar al país es tomar medidas que favorezcan a los consumidores. Una es acabar con los monopolios -empezando por Ancap- y los oligopolios del sector privado. Ellos controlan la importación, producción y distribución de productos, y por ende pueden fijar precios a niveles artificialmente altos.
En forma complementaria, hay que ampliar el acceso a las importaciones a través de la reducción de aranceles y la eliminación de barreras no-arancelarias. Como dos estudios auspiciados por el BCU lo documentan, estas ahora obligan a los consumidores a pagar el doble o más por bienes como pasta de dientes, champú, celulares y computadoras, y dificultan la importación de frutas y verduras más baratas.
Con respecto a cómo atraer más inversiones rentables, la respuesta ya está dada por el tremendo éxito de las zonas francas. Por ahí deberían entrar proyectos que involucren la industrialización en escala de la pesca, los lácteos y el turismo, entre otros. Hasta que se implemente la demorada reforma del Estado que recorte su personal y gastos, reduzca la "permisología" y aumente su eficiencia, habrá que seguir atrayendo nuevos emprendimientos por esa ventajosa puerta.
Al mismo tiempo, hay que acabar con el evidente divorcio entre salarios y productividad, cuyo caso extremo es el desmedido costo de los empleados bancarios.