Nuevas tensiones y viejas materias pendientes
En Uruguay hay varios indicios de freno en la recuperación del consumo interno. El escenario de mayor inflación dilató la recuperación del salario real y el crecimiento del empleo se quedó sin combustible.

La economía uruguaya transitó una recuperación contundente en los últimos dos años. El PIB acumula un rebote de casi 20% desde el shock inicial de la pandemia y el empleo retornó a los niveles pre-COVID sobre fines del año pasado, bastante antes de lo previsto inicialmente. 

En Exante sistematizamos los estados financieros de más de 2.000 empresas uruguayas y la conclusión es la misma: el ejercicio 2021 cerró con un fuerte repunte de las ventas y una recuperación de la rentabilidad muy extendida a nivel de sectores, aunque con matices de intensidad.

En los últimos meses, sin embargo, el contexto internacional se tornó notoriamente más complejo. Con una inflación alta y persistente, los principales bancos centrales del mundo están endureciendo las condiciones monetarias. 

Si la Fed actúa en forma consistente con las señales que envió al mercado, para finales de 2023 habrá subido su tasa en más de 400 puntos básicos desde los niveles de 2020. Se trata del ajuste más agresivo en 40 años y los mercados financieros, que se habían habituado a tasas de interés ultra bajas, reaccionaron violentamente al cambio de escenario.

Por otro lado, las proyecciones de crecimiento global se siguen revisando a la baja. La OCDE estimó que más del 60% de los países del G-20 crecerá menos de 2% en 2023. Eso solo tiene dos antecedentes recientes, en 2008 (crisis Lehman Brothers) y en 2020 (COVID-19). 

Desde la perspectiva de nuestro país, importa destacar que asistimos a una fuerte corrección de los precios de las materias primas, aunque siguen siendo altos en términos históricos.

Al mismo tiempo, en Uruguay hay varios indicios de freno en la recuperación del consumo interno. El escenario de mayor inflación dilató la recuperación del salario real y el crecimiento del empleo se quedó sin combustible.

Por otro lado, el fuerte desequilibrio de precios relativos con Argentina alienta “fugas” de consumo y hace que el sector turístico esté lejos de recuperar los niveles de actividad pre-pandemia.

A la luz de todo lo anterior, la economía crecerá menos en 2023. Habrá un efecto positivo de la apertura de la nueva planta de celulosa, pero al mismo tiempo la construcción sentirá el fin de esas obras y es de prever que la actividad agropecuaria ceda desde niveles récord este año.

El cambio de escenario global nos pondrá a prueba. Uruguay está mejor preparado que en otros momentos de revés en las condiciones externas. 

El gobierno bajó el déficit fiscal y se encamina a cumplir holgadamente con su meta para 2022, el perfil de la deuda pública es robusto y en la última década se produjo una mejora “estructural” del saldo de cuenta corriente a instancias de nuevos flujos de exportación de bienes (ej. complejo forestal-celulósico) y del desarrollo de la exportación de servicios globales. 

Los mercados pueden cambiar rápido de opinión, pero no en vano asignan a los bonos uruguayos una prima de riesgo país menor a 120 puntos básicos al momento de escribir estas líneas.

El clima de expectativas empresariales, que medimos regularmente en Exante, también distingue a Uruguay de la región y viene siendo un activo para el país. Sin embargo, le impone al gobierno una “vara alta” para la gestión de la agenda económica, que en 2023 se verá tensionada por el nuevo entorno internacional. 

Tampoco debemos perder de vista que Uruguay está sumamente caro en dólares, que su matriz exportadora está muy expuesta al ciclo de commodities y que el país no está blindado si el escenario global se sigue deteriorando.

En cualquier caso y más allá de factores cíclicos, el “segundo tiempo” del gobierno sigue con el crucial desafío de avanzar en reformas necesarias para apuntalar la tasa de crecimiento de mediano plazo. Al fin y al cabo, un ritmo de 2% por año no basta para generar empleo en suficiente cantidad ni calidad, ni para atender las múltiples aspiraciones que tenemos como sociedad. 

Aprobar la reforma de la seguridad social y avanzar en la apertura comercial son dos componentes clave de esa agenda de reformas, pero la lista de materias pendientes es larga y se requiere construir acuerdos que hasta ahora han probado ser esquivos.
 

Por Tamara Schandy, socia de Exante

*Esta columna de opinión ya fue publicada en la Edición de Octubre de Forbes Uruguay