El primer objetivo de un político es alcanzar el poder, y el segundo es conservarlo; por lo que al presidente del Uruguay no le alcanza con lograr una muy buena gestión para sentirse satisfecho al final de su mandato, sino que aspira a un resultado en las urnas con un voto por la continuidad. No alcanza el aplauso, sino que busca pasarle la banda presidencial a uno de su coalición.
¿Cómo se propone hacerlo?
Luis Lacalle Pou tiene un gran pizarrón en su despacho del piso 11 de la Torre Ejecutiva, que está en blanco de un lado y, cuando gira, el reverso permite ver un collar de planes y obras; grandes y chicas, pero todas conectadas entre sí. Ese pizarrón se vincula a un dibujo anterior: el cronograma que tenía en las paredes de su despacho de senador (2015-2019) con giras, actos, acciones, encuentros y negociaciones de una campaña de 60 meses para llegar al poder. Día por día, acto por acto; una línea de tiempo para llegar al sillón presidencial.
Un plan para ganar, otro para gobernar y… para volver a ganar.
Es pragmático y rechaza la improvisación. Quiere todo planeado, pero no le hace drama si debe adecuar planes, corregirlos, abandonar algunos o ajustar otros. Lacalle Pou piensa así: la meta hay que cumplirla y ahí no se cede; pero, si el camino debe alterarse, eso es parte de la política. El presidente se entusiasma con el pizarrón y asume que la checklist de cada obra es un desafío más complejo. La base política es una amplia coalición de varios partidos, algunos de los cuales tienen fallas de conducción y liderazgo, por lo que está obligado a ser paciente para zurcir, tejer y acordar. Imaginen el país lleno de cascos amarillos, en cada punto, en todos lados, dice a su entorno el jefe de Estado, en alusión a una legión de obreros de la construcción, desparramados por el país.
Uruguay nació como ciudad puerto, y Lacalle Pou lo ajusta al siglo XXI no solo como puerto, sino como un centro logístico: rutas, ferrocarril, puertos, aeropuertos, apertura comercial.
Asumió costos políticos por ofensiva de la oposición por el acuerdo con la empresa belga que tiene la concesión de la terminal de contenedores, para liquidar una controversia judicial, pero sobre todo para activar una gran inversión en el Puerto de Montevideo. Pero eso no le alcanza. Ahí se construye la nueva terminal para exportar la celulosa, que se fabricará en la nueva mega planta del centro del país y cuya producción llegará por el nuevo Ferrocarril Central. El plan comprende extender ese moderno tren desde el centro (Durazno) hasta el litoral norte (Salto), para que sea vía de salida al mar de productos que lleguen de Argentina o Paraguay. Y que salga al mundo también por el lado brasileño y la unión de lagunas. Mientras, se gestiona la iniciativa privada para la nueva terminal de barcos de pasajeros para cruzar el Plata y el muelle para recibir cruceros turísticos, con nuevo paseo marítimo, centro gastronómico y comercial, y desarrollo inmobiliario.
Eso se suma a otra iniciativa para potenciar el puerto de Colonia. Y la posible concreción de una ciudad para argentinos proyectada en esa zona, con centros educativos, polideportivos y espacios culturales. El pizarrón presidencial muestra que las obras en rutas comprenden 4.692 kilómetros de norte a sur y de oeste a este; y que habrá 227 nuevos puentes: un récord.
Esto es simultáneo a las obras de modernización de los aeropuertos de Carmelo, Cerro Largo, Durazno, Paysandú, Rivera y Salto. Los cascos amarillos de obreros por todos los rincones están en obras de salud (Hospital del Cerro y el nuevo Hospital Filtro) y de educación (96 escuelas y jardines preescolares, 25 liceos, 10 polideportivos, 13 tecnológicos y 90 locales CAIF-Centros de Atención a la Infancia y a la Familia).
Para Lacalle Pou, uno de los planes de mayor impacto es el de mejora de viviendas para resolver 120 asentamientos con 15.845 hogares (unos por el Ministerio de Vivienda y otros por las intendencias). Y una obra potente que es para dar saneamiento para 60 ciudades del interior.
Además, doble vía completa desde el ingreso del lado argentino por Gualeguaychú hasta Punta del Este o Rocha, y sin entrar a la capital. El Plan Arazati con la nueva toma de agua y planta potabilizadora es otra mega apuesta en la que Lacalle Pou deposita confianza.
Cascos amarillos son obreros, puestos de empleo, pero además es un país en obra, un gobierno en marcha, que se une a su consigna electoral de todos hacia adelante. Nada de eso es fácil y tampoco asegura una elección, pero es la apuesta de un presidente que además es un caudillo político perseverante, de los que no se rinden.
*El autor es periodista, docente y escritor