A los 15 años yo era un joven del interior de Uruguay. No conocía mucho del mundo empresarial ni sobre cómo se desarrollaba una empresa. Mi vida giraba en torno a las materias curriculares: Historia, Geografía, Matemáticas. Sin embargo, ese año algo cambió para mí: tuve la oportunidad de participar en el programa Empresas Juveniles de DESEM.
Me animo a decir, sin miedo a exagerar, que esta experiencia transformó mi vida y plantó la semilla de lo que hoy soy como empresario y líder. Todo lo que soy —ingeniero en telecomunicaciones, fundador y CEO de Qualabs y ahora presidente de DESEM— tiene sus raíces en ese programa y en la dedicación de los voluntarios que decidieron devolver a la sociedad a través de su tiempo y conocimiento.
El voluntariado genera una conexión profunda con la sociedad y con los jóvenes, recordándonos que el éxito individual no puede desvincularse del éxito colectivo. Mejora el trabajo en equipo, la empatía y el sentido de pertenencia. Esto se traduce en mayor motivación, compromiso y productividad.
Por otro lado, las empresas que lo adoptan aumentan su fidelización, especialmente entre los jóvenes que valoran cada vez más a las organizaciones comprometidas genuinamente con la sociedad. Sin embargo, la mayoría de los programas de voluntariado han sido impulsados por multinacionales, mientras que muchas pequeñas y medianas empresas locales aún no han dado este paso, al menos de manera sistemática.
Un llamado a la acción
En Uruguay tenemos una larga tradición de empresas que financian programas de impacto social, y ese apoyo es crucial. Pero quiero ir un paso más allá y hablar de una forma de responsabilidad a veces pasada por alto: el voluntariado corporativo.
No se trata solo de aportar recursos económicos, sino también de involucrar a las personas dentro de las empresas para que dediquen su tiempo y habilidades a causas importantes.
En DESEM, por ejemplo, el programa "Socios por un día" permite a jóvenes experimentar de primera mano una carrera profesional, compartiendo un día con ejecutivos y aprendiendo de manera práctica sobre su rutina y desafíos. Este tipo de voluntariado no solo beneficia a los jóvenes, sino también a las empresas, al mejorar el clima organizacional y el sentido de comunidad.
El voluntariado corporativo en Uruguay aún tiene espacio para crecer. Las empresas tienen el poder de transformar vidas, pero para lograrlo necesitamos más voluntarios y organizaciones comprometidas. Hoy, desde mi rol en DESEM, invito a más empresarios a unirse. Los jóvenes necesitan oportunidades reales para construir un futuro mejor.
Si algo he aprendido es que, cuando damos, recibimos mucho más a cambio. Democraticemos el acceso a estas experiencias para que ningún joven quede afuera por falta de recursos o contactos. Solo así construiremos un futuro donde todos podamos ser parte del éxito.
*Este artículo fue publicado originalmente en Forbes UY del mes de Octubre de 2024