Décadas de investigación, mucha paciencia y resiliencia para sortear una inimaginable cantidad de obstáculos fueron parte del camino que llevó hace pocos días a la Dra. Karikó y al Dr. Weissmann a ganar el Nobel de Medicina por el desarrollo de vacunas basadas en ARN, que en 2020 fueron clave para combatir el COVID-19.
Esa misma constancia es la que marca la vida profesional de todos quienes nos dedicamos a hacer ciencia básica, cuyos frutos demoran años en verse, pero son la base fundamental para impulsar la innovación.
El desarrollo de vacunas basadas en ARN, la tecnología CRISPR para la edición genética o la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) para la amplificación de ADN no habrían sido posibles sin una comprensión profunda de la biología molecular y celular, o sea, sin ciencia básica.
Esto ilustra claramente cómo la ciencia básica proporciona el conocimiento y los principios fundamentales para impulsar avances revolucionarios que tienen un impacto significativo en la sociedad y la economía.
Ese concepto se resume en la frase de Bernardo Houssay (Premio Nobel de Medicina, 1947) que titula esta columna. Para alcanzar una sociedad inclusiva, sostenible y basada en el conocimiento Uruguay debe replantear su enfoque hacia la investigación científica y la innovación.
Mientras que en las economías más dinámicas el principal financiador de la Investigación y Desarrollo (I+D) es el sector privado y la financiación pública representa solo entre el 23% y 35% de la inversión con este destino, Uruguay depende en gran medida de fondos públicos, que son el 88% del total.
Esto resulta en una financiación insuficiente para abordar las necesidades de I+D, frenando el progreso y la innovación.
Esta situación afecta, además, la inserción laboral de nuestros científicos, quienes mayoritariamente trabajan en instituciones públicas (más del 80%) y muchos optan por buscar oportunidades en el extranjero, donde a menudo encuentran entornos de trabajo más avanzados y mejor remunerados, o simplemente consiguen trabajo.
La diáspora de talentos es una pérdida significativa para el país y el proceso de retorno puede ser complicado debido a la falta de infraestructura y financiamiento adecuados.
Fomentar el retorno de científicos requiere una combinación de medidas, como la creación de programas de becas y subvenciones específicos para investigadores que deseen volver, el fortalecimiento de los vínculos entre instituciones académicas y empresas para ofrecer oportunidades de empleo atractivas y la mejora de las condiciones de investigación y desarrollo en el país.
Para esto Uruguay necesita mejorar la inversión en I+D (que nunca ha superado el 0,48% del PIB). Es esencial crear un entorno propicio para la colaboración entre el sector público y privado.
Podría lograrse a través de incentivos fiscales para las empresas que invierten en I+D, la promoción de asociaciones entre universidades y empresas, así como facilitar el acceso a financiamiento para la creación de startups biotecnológicas.
¿Qué papel puede jugar cada uno de nosotros para apoyar el desarrollo científico y tecnológico de Uruguay?
¿Qué beneficios podemos obtener como sociedad si logramos impulsar la inversión en I+D? ¿Qué desafíos y oportunidades se presentan para el país en un mundo cada vez más globalizado y competitivo?
Estas son algunas de las preguntas que debemos hacernos como ciudadanos, empresarios, académicos y políticos, si queremos ser un país referente regional e internacional en ciencia y tecnología.
Uruguay tiene la oportunidad de elegir su destino. No puede conformarse con medidas paliativas. Debe adoptar una visión estratégica de largo plazo que comprometa al sector público y al privado en la inversión en I+D.
Solo así podrá potenciar sus capacidades en áreas clave y estimular la cooperación, para construir un futuro más próspero y sostenible, basado en la innovación y la investigación científica.
*Este artículo fue publicado en Forbes Uruguay del mes de Octubre de 2023