La muerte de Mijaíl Gorbachov nos recuerda dolorosamente el camino que Rusia no siguió después de la caída del comunismo soviético. La visión de Gorbachov era literalmente la antítesis de la de Vladimir Putin. La Unión Soviética emergió del cataclismo de la 2° GM, cuando Lenin y su banda de bolcheviques llenaron el vacío creado por el colapso de la dinastía Romanov. Fue una catástrofe para Rusia y para el mundo. El comunismo destruyó a la sociedad civil rusa. Frenó la creatividad, tanto cultural como económica. La vida económica se resumía en un refrán: Hacemos de cuenta que trabajamos y ellos hacen de cuenta que nos pagan. Ese ambiente que sofocaba cualquier iniciativa hizo del imperio de Gorbachov uno muy poco preparado para ejercer el tipo de libertad que Occidente da por sentado.
La tragedia es que, si no hubiera sido por la 1° GM, Rusia hoy sería económicamente robusta, con libertades cuyos ciudadanos solo pueden soñar. Antes de la guerra, el imperio zarista estaba experimentando la tasa de crecimiento económico más alta de toda Europa. Se industrializaba. Era el principal exportador de granos. El país avanzaba de forma lenta pero inequívoca hacia algo similar a una monarquía constitucional. Obviamente, también tenía aspectos desagradables, particularmente un antisemitismo que se manifestaba en los pogroms. Por eso miles de judíos tuvieron que emigrar. Contrario a lo que dice su propaganda, el comunismo frenó el desarrollo de Rusia. La URSS se convirtió en importadora de granos en lugar de exportadora.
Millones de campesinos murieron de hambre. Las instituciones independientes fueron destruidas. Quienes hacen apología del comunismo solían decir que las masacres y las supresiones de libertad fueron necesarias para convertir a una nación atrasada en una potencia industrial. Mentira. Rusia se estaba modernizando de forma impresionante antes de la 1° GM.
Los soviéticos intransigentes miraban a Gorbachov como uno de los suyos cuando tomó el poder en 1985. Pero él era demasiado inteligente como para no ver que la URSS estaba en aprietos. Su base industrial estaba decrépita. La alta tecnología era casi inexistente. El sector agrícola era un desastre. Durante los 70, el Kremlin obtuvo enormes ganancias cuando la inflación hizo subir más de 10 veces los precios del petróleo y otras commodities. Los bancos daban préstamos a los soviéticos y a los países satélite.
Pero Ronald Reagan terminó con ese periodo de inflación. Los precios del petróleo colapsaron y esto, sumado a la presión de Washington, frenó los préstamos. Gorbachov
decidió instituir lo que terminaron siendo reformas radicales que, de forma no intencionada, terminaron con el control del Kremlin sobre Europa del Este e hicieron caer el Muro de Berlín, lo que llevó a la reunificación de Alemania y a la ruptura de la propia URSS en 15 naciones. Florecieron los medios independientes. La libertad de expresión pasó a ser la nueva normalidad en Rusia.
Tuve la chance de experimentar de primera mano los enormes cambios que provocó Gorbachov. Durante este periodo, dirigí la agencia de supervisión de Radio Liberty y Radio Free Europe (RF y RFL), cuyas transmisiones rompieron con el monopolio de la información. RL y RFL fueron críticos en ayudar a sostener a los movimientos disidentes.
El Kremlin odiaba las radios y eran objetivos constantes de las campañas de desinformación rusas en EE.UU. y Europa. Pero en 1988 sucedió algo notable: Moscú invitó a una visita a líderes de la agencia Voice of America (VOA). Las radios eran una entidad separada incorporada en Delaware, pero estaban financiadas por el Congreso. Esa invitación fue una sorpresa.
La mañana que todos nos encontramos en Moscú con nuestras contrapartes rusas, quise probar cuán profunda era esta apertura. RL transmitía a la Unión Soviética; RFL, a países satélite en Europa del Este. En mi discurso de apertura, repasé las diferencias entre ambos servicios. Tenía un objetivo. En ese momento, los estados bálticos de Lituania, Letonia y Estonia eran parte de la URSS, luego de haber sido tomados por la fuerza en 1939. EE.UU. nunca había reconocido estas conquistas. Así que, cuando describí a RFE, dije que transmitía a países no soviéticos, como Polonia, Bulgaria, Rumania, Hungría (y luego agregué los tres países bálticos). Normalmente, esto hubiera provocado una explosión volcánica. Pero los rusos no reaccionaron; lo ignoraron. Un símbolo pequeño pero clave de las aperturas de Gorbachov.
En uno de los eventos más importantes de la historia, la URSS colapsó de forma pacífica a fines de 1991. Unos meses después me encontré con Gorbachov cuando fue uno de los invitados especiales de la celebración por el 75° aniversario de Forbes en Nueva York. Un año después, tuve el privilegio de verlo en Moscú. Fue fascinante ver su mente en acción. Parecía tener la visión de liberalizar a Rusia para llevarla a donde había estado antes de la 1° GM. Hay varios motivos por los cuales no sucedió. Pero hay que hacer una mención especial a los terribles errores que cometieron EE.UU. y Occidente en los 90. El asesoramiento económico empujado por Washington y el FMI fue desastroso, con devaluaciones que aceleraron la inflación y una exorbitante presión fiscal sobre una nación ya empobrecida. Esa época terrible armó el escenario para el surgimiento de Putin.