Es muy común la idea de que para aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece la vida, hay que migrar hacia las grandes ciudades o centros tecnológicos. Y, en muchos sentidos, se puede entender por qué ha sido así. El lugar de nacimiento es el principal factor determinante del salario al que uno puede aspirar. Según el Foro Económico Mundial, el 97% de las personas vive en el país que nació; y el lugar de residencia determina dos tercios de todas las diferencias de ingresos. Los economistas de Oxford también están de acuerdo: Lo que más influye en tus condiciones de vida no es quién eres, sino dónde estás.
Esto fue lo que promovió el surgimiento del famoso sueño de hacer la América. Más de 15 millones de personas llegaron a los Estados Unidos entre 1900 y 1915 en busca de una vida más rica y plena. Un fenómeno muy similar ocurrió en Argentina y en otros países latinoamericanos. Pero en 2023, parecería que el sueño americano llegó a su fin -afortunadamente- frente a las nuevas tecnologías que hoy existen, que ofrecen al talento de todo el mundo, independientemente de sus fronteras geográficas, la oportunidad de alcanzar el éxito profesional.
Pensemos en los profesionales que estudian en los Estados Unidos y buscan insertarse en su mercado de trabajo. Mientras los extranjeros se gradúan y vuelven a casa por empleos que pagan mucho menos, los estadounidenses y todos aquellos que tienen la posibilidad de quedarse en el país pueden acceder a los empleos tecnológicos que ofrece Silicon Valley, con remuneraciones mucho mayores. La elección no es sencilla: desarraigo o (más) dinero. Pero, ¿las posibilidades laborales están al alcance de quienes viven cerca de las sedes de la empresa? ¿Solo aquellos que tienen los medios para relocalizarse y la valentía para dejar atrás a sus seres queridos pueden aspirar a los mejores empleos?
La respuesta radica en dar vuelta la pregunta: ¿Qué impide a las empresas contratar más internacionalmente? Es cierto que existe un gran número de obstáculos que se interponen a la contratación transfronteriza: creación de entidades legales, cuestiones de compliance, complejidad fiscal, administración de nóminas, barreras de inmigración y muchos más. Pero también es verdad que es poco convencional contratar a la mitad del equipo de una empresa en el otro extremo del mundo. Se necesita un cambio cultural.
Ben Horowitz habla a menudo de cómo Internet, por su diseño, va en contra del concepto de fronteras nacionales. Una de las grandes verdades de Internet, aunque a menudo tácita, es la capacidad de llegar a los mercados laborales de cualquier parte del mundo. Lo que ocurrió con el comercio electrónico transfronterizo está empezando a tener su punta de lanza para los RR.HH.: proliferan nuevas plataformas en línea, que eliminan las barreras a la contratación, actuando como empresas empleadoras registradas (Employer Of Record, EOR), de modo que las empresas más pequeñas pueden contratar y sortear los obstáculos de compliance específicos de cada país sin poseer entidades propias.
Además, para las grandes empresas que desean ampliar su presencia mundial, se han desarrollado innovadores sistemas globales que unifican a los proveedores de nóminas de cada país bajo una misma perspectiva. Incluso el apoyo a la inmigración se está acelerando gracias a los nuevos servicios digitales.
Este nuevo mundo laboral promete que la gente no tiene que, por ejemplo, trasladarse a Silicon Valley para ser ingeniero. Pueden quedarse donde están. El resultado es que en los países locales aumenta la demanda de determinadas cualificaciones laborales, junto con los salarios. Hace un par de años, en Argentina, el salario medio de un ingeniero que trabajaba a distancia era de 33.000 dólares anuales. Ahora supera los 40.000 dólares, según datos de Deel. Multipliquemos este fenómeno por todo el mundo y empezaremos a entender el impacto, en términos económicos, pero también en nuestras nociones de lo que implica el trabajo en el extranjero en la industria tecnológica.
En un futuro no muy lejano, empresas de todos los tamaños y sectores no tendrán que dudar ante la posibilidad de contratar a alguien en el otro extremo del mundo. Será igual de fácil que contratar a la persona sentada en el cubículo de al lado. Las cualificaciones, no la ubicación, serán el factor determinante de las oportunidades de empleo. Todos, vivan donde vivan, tendrán las mismas posibilidades de acceder al mejor puesto de trabajo. Sin tener que mudarse a los Estados Unidos, será posible alcanzar el sueño.
*La columna fue escrita por Alex Bouaziz, CEO y cofounder de Deel.