Uruguay es un país agroexportador. De cada US$ 4 que se generan por exportaciones de bienes, US$ 3 tienen origen en el sector agroindustrial. Esos destinos a los que volcamos el 75% de nuestras exportaciones que son de origen agropecuario representan en sí mismos desafíos y oportunidades.
Uno de los mayores desafíos es atender la demanda interna e internacional de productos de calidad e inocuos en un proceso productivo sostenible.
La demanda internacional viene creciendo y estamos frente a un panorama mundial desafiante en cuanto a los riesgos de inseguridad alimentaria que se procesan a través del encarecimiento de los productos finales, pero también de los insumos y los costos de producción.
Se registra una escalada inflacionaria mundial exacerbada por la guerra en Europa y los problemas logísticos internacionales que traen aparejado el encarecimiento de los insumos, tanto de la energía como de los fertilizantes, y que imponen una ecuación económica que para algunas producciones agrícolas pueden determinar un descenso y una reducción de la propia área de cultivos.
Eso genera otro reto, el de generar cadenas productivas eficientes, tener la necesaria resiliencia al gran desafío productivo de las próximas décadas, que es el cambio climático.
Debemos pensar cómo hacer sistemas productivos sostenibles, que estén pensados desde la mejora de la productividad asociada a una reducción de las emisiones. No solo por los compromisos que hemos asumido internacionalmente, sino también para autoprotegernos de los efectos del cambio climático.
Para enfrentar el efecto climático adverso debemos construir políticas públicas, como gestionar el recurso del agua, estimular los sistemas de riego, donde el equilibrio fundamental es el aumento de la productividad reduciendo las emisiones, pero al mismo tiempo preservando el recurso natural.
Para esto debemos poner el foco en tres elementos fundamentales para la producción: el suelo, que es el gran patrimonio que tiene Uruguay y debemos cuidar; el uso adecuado del agua, porque tenemos abundantes cursos de agua y precipitaciones pero problemas de distribución; y el tercer aspecto, que es esencial, es el tema de la sanidad y el mejoramiento genético a través de recursos biotecnológicos que queremos desarrollar como elementos fundamentales.
Este desarrollo permitirá enfrentar el desafío de elevar la productividad, aumentar la eficiencia, reducir emisiones, y así incrementar la oferta productiva y exportable.
Esto que se presenta como un gran desafío no es solo de Uruguay, sino del mundo.
Dentro de 25 años la población mundial se incrementará un 30%, al mismo tiempo crecerá el fenómeno migratorio de cientos de millones de habitantes que salen de sistemas de consumo de subsistencia del medio rural al medio urbano y con ello la demanda de alimentos.
Por ello, debemos contar con herramientas de mejora de la productividad a través de la biotecnología, buscando la preservación del recurso y utilizando menos insumos, para tener un sistema más sustentable y productivo, y así poder atender la demanda de alimentos.
Además, generan procesos inflacionarios e inestabilidad política y social, como se pueden observar alrededor del mundo, donde han llegado a provocar en algún caso la caída de los propios gobiernos por no poder asegurar el abastecimiento de estos productos de manera suficiente.
El mundo hoy demostró, a través de los conflictos que vivimos, que muchas de las asociaciones estratégicas en materia de alimentos y energía fueron rotas por cuestiones de carácter político, que ponen de rehenes a algunos países en situaciones de emergencia.
El escenario mundial instaló una nueva prioridad: la necesidad de contar con socios confiables más que cercanos.
Por lo tanto, Uruguay, a pesar de estar lejos de las fuentes de demanda del mercado internacional, es un país confiable, que cumple los compromisos y los contratos, que genera seguridad jurídica, y por lo tanto es un país receptivo a las inversiones.
Ese es un factor esencial para generar una mejora continua de incorporación de tecnología, investigación e innovación en nuestros procesos productivos, y por eso es el gran motor del desarrollo que queremos para el futuro de Uruguay. Ningún proceso de inversión y desarrollo en Uruguay puede estar ajeno al sector agropecuario.
Existen sectores y rubros pujantes en la economía, pero lo que ha escrito la historia del desarrollo económico de Uruguay ha sido el desarrollo económico del agronegocio y de la agroindustria, y esto toma relevancia especialmente en los tiempos de hoy, donde crecen las necesidades de generación de excedentes exportables, de productos sanos, inocuos, que respeten el ambiente y el bienestar animal, y que no sean producidos a partir de la deforestación.
Tenemos el compromiso de generar sistemas productivos sostenibles que le den garantías al nuevo consumidor que valora y premia estos sistemas de producción.
*Por Fernando Mattos, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca