Ocurrió en otro gobierno, más o menos a esta altura del período, cuando el entonces presidente miró a la persona que dirigía el Ministerio de Vivienda y le hizo un irónico pedido: ¿podrá ser que me haga algunas casitas? No le digo un barrio entero, pero tres, cuatro casitas y poder mostrarlas y entregarlas.
El episodio fue durante una sesión de Consejo de Ministros y es un reflejo típico de la preocupación de un gobernante que va camino a las urnas; una preocupación por tres puntos:
i) cumplir compromisos de campaña electoral
ii) ejecutar los planes definidos, en tiempo y forma
iii) mostrar con eficacia lo que se ha hecho, comunicar bien los logros a la población.
En esos tres puntos radica una cuestión clave de la política y de una estrategia de una campaña electoral; porque como la decisión del votante implica una disyuntiva entre continuidad o cambio, el partido que está en el poder quiere cumplir y mostrar, y para eso precisa una gestión eficaz y una comunicación política efectiva.
Si el gobierno demuestra que se encargó realmente de aquello que había prometido cuando pedía el voto a la ciudadanía, si además ejecutó los planes diseñados y lo hizo a tiempo para que puedan ser valorados por el electorado, y si también encontró la forma de transmitir eso a la opinión pública, entonces crecerá su chance. No le dará la victoria, pero lo dejará bien posicionado.
El gobierno de Luis Lacalle Pou está a un año de las elecciones nacionales, por lo que ingresa en la recta final de la gestión que puede ser valorada por los votantes, y este tiempo que se inicia corre más rápido, es un contrarreloj que presiona.
Es una etapa en la que el presidente y sus colaboradores más cercanos precisan tener muy buena información de cada ministerio o ente, para valorar realmente el estado de situación de cada plan y el cronograma para cumplir La comunicación política es clave, pero no hace maravillas, porque podrá hacer lucir las obras, pero siempre precisa obras; no puede hacer lucir lo que no se haya hecho.
Todo esto recuerda la novela O Bem Amado del escritor brasileño bahiano Días-Gomes, que trata sobre un gobernante de Sucupira, el alcalde Odorico Paraguaçu, cuya obra principal es un cementerio y se desespera por inaugurarlo, pero nadie muere en el pueblo. Odorico estaba jugado a esa obra, pero el pueblo tiene un buen médico que cura a todos los enfermos y nadie muere.
El alcalde de la novela no puede mostrar su obra inaugurada, por lo que nadie puede valorar positivamente su gestión. La terminó, pero no puede cortar la cinta de la entrada al cementerio, y esa es la bronca de Odorico.
Durante el proceso de autocrítica que realizó el Frente Amplio sobre la derrota electoral de 2019, los dirigentes asumieron que, entre varios factores, sus gobiernos no habían comunicado bien sus logros, que no habían logrado mostrar al electorado lo bueno de su gestión.
Es un reflejo rápido y una respuesta fácil, porque de alguna manera deposita demasiado en la comunicación como tal y minimiza lo que la gente valora por sí misma.
El gobierno actual tiene un plan de infraestructura vial (4.692 kilómetros de rutas y 227 puentes), educativa (96 escuelas y jardines, 25 liceos, 10 polideportivos, 13 tecnológicos y casi 100 centros de primera infancia), de salud (Hospital del Cerro y el del Filtro), aeroportuaria (las 6 terminales) y de vivienda para asentamientos (soluciones a 15.845 hogares), entre otros.
El plan es ambicioso y si se cumple es una carta fuerte para pedir el voto, pero no es suficiente, porque los logros deben calzar con los tiempos, pero también satisfacer las expectativas de la población.
Los datos que transmite el gobierno son que ese plan viene bien con ejecución eficaz en general, pero no con las casitas. Ese fue un déficit de los gobiernos anteriores y el actual corre riesgo de quedar en falta con eso, que además fue compromiso de campaña.
Ahora comienza la etapa en la que el gobierno debe demostrar, hacer y mostrar.
*Este artículo fue publicado en Forbes Uruguay del mes de Octubre de 2023