El Mercosur dio sus primeros pasos en la década del noventa con la firma del Tratado de Asunción el 26 de marzo de 1991, conformando un bloque de cuatro economías que en su momento pactaron la ambiciosa meta de conformar un mercado común, instancia solo alcanzada plenamente por la Unión Europea (UE).
Pocos meses después de la firma del Tratado de Asunción se firmó en Washington el acuerdo del Jardín de las Rosas, donde se mostraba de forma conjunta el interés de avanzar en bloque en un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. La primera potencia mundial ya estaba planteando la posibilidad de lanzar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que se formalizó en la Cumbre de las Américas de Miami en el año 1994.
Naturalmente que desde Europa se seguía con mucha atención el acercamiento de la primera potencia mundial con el Mercosur, lo que impulsó la aprobación en el año 1995 del Acuerdo Marco Interregional de Cooperación entre la Comunidad Europea y sus Estados Miembros con el Mercado Común del Sur.
Se trata del primer hito entre los dos bloques que no logró resultados concretos hasta la primera reunión de Jefes de Estado y de Gobierno entre la Unión Europea y el Mercosur realizada en 1999. Finalmente, en abril del año 2000 se realizó la primera ronda de negociaciones del Comité de Negociaciones Birregionales, considerada la fecha formal del inicio del largo proceso que terminó parcialmente en diciembre de 2024 en Montevideo.
Las negociaciones entre los dos bloques atravesaron diversas etapas, la primera podría ubicarse desde el año 2000 al 2004, donde se estuvo cerca de cerrar un acuerdo, el que por cierto tenía más profundidad que el finalmente cerrado este año. Las negociaciones corrían en paralelo con las del ALCA y con la importante incursión de China en el comercio global.
Lula ya estaba en la presidencia de Brasil desde 2003, junto con Néstor Kirchner en Argentina, dos líderes regionales con visiones muy proteccionistas. Chávez y su proceso de acercamiento al Mercosur, llevó a una politización del bloque que terminó con la Declaración del Mar del Plata de 2005, a través de la cual se descartó la participación del Mercosur en el ALCA.
Esta realidad, sumado a la explosión de los commodities exportados a China, llevó a una pausa en las negociaciones con la UE por falta de voluntad política, las que no lograron reactivarse hasta el año 2010, dando paso a un período de tres años de contactos regulares previo a entrar en otra fase de estancamiento. En 2016, se abrió otra etapa que culminó en 2019 con el cierre de las negociaciones técnicas y el postergado proceso de revisión jurídica por parte de la Comisión Europea.
Ocurre que un año después del cierre de las negociaciones se aprobó el Pacto Verde que impuso compromisos ambientales que no estaban incorporados en el acuerdo. A su vez, ya estaba Bolsonaro como presidente de Brasil con sus posicionamientos negacionistas sobre el cambio climático, lo que postergó las negociaciones. Finalmente y tras superar el Covid, las negociaciones adquirieron cierto ritmo y continuidad en 2023, para llegar a diciembre de 2024 en Montevideo (con previo acuerdo técnico en Brasilia) con un nuevo cierre técnico de las negociaciones.
Respecto al texto de 2019, se negoció un apéndice en el capítulo de desarrollo sostenible incorporando las demandas de la UE en compromisos ambientales, además de algunos cambios propuestos por Argentina y Brasil en compras públicas, propiedad intelectual, derechos de exportación y en la oferta del sector automotor. En primer lugar resaltar lo ocurrido en Montevideo con la presencia de Ursula van der Leyen, la máxima autoridad de la Comisión Europea. El anuncio del denominado el "EU-Mercosur partnership Agreement" es el necesario primer paso para dar inicio al complejo proceso de ratificación en Europa.
El acuerdo, considerado de última generación en cuanto a los capítulos incluidos, otorgará -de entrar en vigor- preferencias inmediatas al Mercosur para el 70% de las exportaciones de bienes, lo que ocurre con la eliminación de aranceles y establecimientos de cuotas. Asimismo, existen oportunidades en las importaciones (baja de aranceles para bienes de consumo e insumos intermedios), así como para el comercio de servicios. El bloque establece estándares y buenas prácticas del comercio internacional que favorecen la sofisticación del mercado interno y regional.
Otro impacto positivo del cierre de las negociaciones tiene que ver con los impactos en la agenda interna (como por ejemplo la futura liberalización del sector automotor en el Mercosur), como también en la externa. El Mercosur gana credibilidad y eso puede repercutir en una dinamización de las negociaciones en curso con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), Canadá, Emiratos Árabes Unidos y hasta probablemente con Corea del Sur.
Se trata de un paso enorme, si bien resta para el pilar comercial (además de éste, el acuerdo incorpora el político y de cooperación) la aprobación por parte del Consejo Europeo donde se enfrenta el riesgo del bloqueo de Francia y otros miembros como Polonia, además de ser aprobado por el Parlamento Europeo, proceso que recién se podrá dar luego de la revisión jurídica y traducción a los más de veinte idiomas europeos.
Desde el lado del Mercosur se necesita la firma de los cuatro presidentes y debe ser aprobado por los parlamentos (con posibilidad de vigencia bilateral). En definitiva, con cautela, pero también asumiendo que se está frente a una gran oportunidad.